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—Pero, ¿voy a tener un pastel?...
—Si el horno funciona bien, haremos un pastelito de manzana y otro de
ciruela.
—¿Empiezo ya a prepararlos?... ¿Qué debo hacer? —preguntó impaciente
la cocinerita, pasmada de la felicidad de que estaba disfrutando.
—Cien: a la llave baja de la cocina, para que conserve calor el hornillo;
lávate las manos; trae harina, azúcar, sal y manteca; mira si están bien limpios
el rodillo y la tabla de hacer pasteles; corta en rebanadas la manzana...
Daisy obedeció diligente, sin ruido y sin volcar nada.
—La verdad es que me va a costar trabajo hacer pasteles tan pequeños;
pero, en fin, lo intentaré —observó alegre la tía Jo, y luego dijo—: Toma la
harina que he medido, ponle un poquito de sal y añádele la manteca que hay
en ese plato. Cuida siempre de mezclar las cosas secas primero y las húmedas
después; así se mezclan mejor.
—Ya, ya sé; se lo he visto hacer a Asia.
—Muy bien; veo que te das maña, y espero que llegarás a ser una gran
cocinera. Ahora rocía la mezcla con agua fría, en cantidad bastante para que se
humedezca; bueno, espolvorea la tabla con harina y comienza a amasar... ¡Así!
¡Perfectamente! Extiende poquito de manteca sobre la tabla, y sigue
amasando. ¡Admirable! Vamos a hacer buenos pasteles para que las muñecas
los digieran y no sufran dolores de estómago.
Daisy rio contentísima; extendió la manteca, amasó a conciencia, y cuando
1a pasta estuvo a punto, la colocó formando delgadas capas, en varios platos.
En seguida cortó la manzana en trocitos delgados y la espolvoreó con azúcar y
canela.
—Siempre tuve empeño en hacer pasteles redondos, pero Asia no me
dejaba —murmuró la niña.
A todas las cocineras, aun a las mejores, les suele salir mal algún plato.
Esto le sucedió a la seudo-Sally, que, cuando más entusiasmada estaba
preparando el pastel vio escurrírsele la bandeja y rodar la masa por el suelo.
Gritó la pequeñuela, soltó la carcajada mamá Bhaer, escandalizó Teddy y
durante un momento hubo gran alboroto en la cocina.
—Menos mal —observó la niña, recogiendo la masa— que nada se ha
perdido; siento que se haya empolvado algo.
—Veo con gusto que mi cocinera particular tiene buen genio. Y ahora, abre
el tarrito de la conserva de ciruelas, rellena el hueco del pastel y cúbrelo, como
hace Asia, con un trocito de pasta.