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fugacidad de la cosas y del ser humano mismo, es decir, nos damos cuenta de que a pesar de<br />
estar en soledad, de ser nosotros, compartimos una serie de cosas en común con los otros.<br />
Sólo al dejar a un lado el solipsismo y el etnocentrismo, uno se puede abandonar a sí mismo,<br />
pues se da cuenta de “que está preso entre las cosas, con una cara y una espalda, un pasado y<br />
un porvenir.” 38 En definitiva, que se está inserto en el mundo y en la temporalidad. Que se es un<br />
ser finito. Soy capaz de reconocer un yo y un otro. Un nosotros y un los-otros. Esto que parece tan<br />
sencillo es incapaz de realizarlo el Capitalismo, ya que no reconoce límites y lo disuelve todo en la<br />
uniformidad. 39<br />
Y el arte, ¿qué tiene que ver en todo este proceso? Si el arte consiste en seguir la manera de tal o<br />
cual artista renombrado; o ceñirse a unos temas establecidos; entonces nunca podremos<br />
considerarlo un medio para poder alcanzar la belleza del conocimiento y poder proclamar su<br />
verdad. Este tipo de arte es un arte ocultador que desposee al ser humano de su misión en esta<br />
vida: ver la verdad, cantarla y enfrentarse a todo tipo de regla o imposición. 40 Si nos quedáramos<br />
en este punto, en el de la imitación, pecaríamos de esteticistas. El conocimiento no es nada sin la<br />
acción. Se obtiene de forma tan penosa que no debería ser desperdiciado. No sirve, como<br />
podríamos creer a primera vista, para utilizarlo como remedio casero contra los males de la vida.<br />
No es para eso para lo que debe servir la Filosofía o el Arte. Este conocimiento debería servir para<br />
despertar de la ignorancia.<br />
No quiere decir esto que nos quedemos cruzados de brazos. La desazón, que nos pueda producir<br />
esta situación, debería servirnos de acicate para rebelarnos contra ella. 41 Es más, dada la<br />
situación actual del mundo, podría servirnos para apuntar posibles caminos por los que dirigir el<br />
pensamiento actual. La relativización de las creencias religiosas podría ayudarnos para afrontar la<br />
crisis religiosa actual, más concretamente la de los fundamentalismos. Fundamentalismos de todo<br />
tipo: islámicos, cristianos, judíos, por poner un ejemplo. Todos los seres humanos tenemos algo<br />
en común, aunque sólo sea nuestro deseo de conocimiento y nuestra pertenencia a un mismo<br />
universo. Darse cuenta de esto, debería ser un primer paso para acercar posturas. No se quiere<br />
decir con esto, que haya que eliminar totalmente las diferencias, a modo de uniformización global.<br />
Pero sí, que las religiones no pueden servir para acceder a un conocimiento filosófico o científico.<br />
Por otra parte, la reflexión estética nos debería hacer pensar en todos aquellos dogmatismos o<br />
imposiciones cotidianas que sufrimos o apoyamos sin darnos cuenta. La sociedad actual en la que<br />
nos viven corre el riesgo de caer en el esteticismo más absoluto, si no ha caído ya. Todo es arte o<br />
diseño en la actualidad. Las maneras tienen que ser políticamente correctas. Somos finitos, pero<br />
esto no es condición para caer en el desaliento, en el esteticismo o en la autocompasión, tan<br />
propias de nuestro mundo actual. Ante esta finitud debemos rebelarnos y exigirnos un poco más,<br />
aun sabiendo que la partida pueda estar ya jugada y perdida. Pero por lo menos podremos actuar<br />
con un cierto margen de libertad. Podremos sentirnos libres.<br />
No reducir a los otros a meros objetos que se pueden utilizar para cumplir nuestros fines. Muy al<br />
contrario de lo que ocurre en este nuestro mundo, en el que está públicamente admitido este tratar<br />
al ser humano como mera mercancía. ¿De qué si no esa expresión que ha tenido tanto éxito entre<br />
el mundo empresarial: director de recursos humanos? Lograr una cercanía con lo que nos rodea,<br />
los otros y nosotros mismos. Volver a tomar contacto con la naturaleza, no con la técnicamente<br />
calculable, es decir, salir de nuestro solipsismo. Dejar ser, protegiendo, sin imponerse. A este<br />
pensamiento se le llama utópico. Utopía (no-lugar). Este neologismo, creado por Tomás Moro para<br />
hablar de un mundo futuro (fruto de la metafísica), es todo lo contrario de lo que pretendemos<br />
38 Merleau-Ponty, 1970: 17.<br />
39 Eagleton, 2005: 22-26.<br />
40 Merleau-Ponty, 1970: 49.<br />
41 Bruno, 1987: 48.<br />
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