Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau
Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau
Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
vida, solo nacemos una vez –dijo Limpiacuero y <strong>la</strong> zaran<strong>de</strong>ó por<br />
un brazo para animar<strong>la</strong>.<br />
–Es cierto, eso me dice Moncho, el santero; él quiere ser mi<br />
padrino a estas alturas <strong>de</strong> mi puñetera vida, pero mangui solo<br />
cree en Cachita y en San Lázaro, que ya le hice una promesa<br />
y si me ayuda voy a ir caminando este 17 <strong>de</strong> diciembre los más<br />
<strong>de</strong> treinta kilómetros que hay <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí hasta El Rincón –concluyó<br />
Rosita su <strong>la</strong>rga catilinaria y se empinó el último trago <strong>de</strong><br />
<strong>la</strong> tar<strong>de</strong> antes <strong>de</strong> introducir cinco centavos en <strong>la</strong> victro<strong>la</strong> para<br />
escuchar a Or<strong>la</strong>ndo Contreras: Vas en busca <strong>de</strong> un fracaso, esa<br />
es mi corazonada y él te dice déja<strong>la</strong>, déja<strong>la</strong> que se te vaya…<br />
Al rato, casi al anochecer, llegaron dos clientes a <strong>la</strong> cantina,<br />
miraron a tío Enrique y saludaron impetuosos: «Nos sirves dos<br />
vasos <strong>de</strong> Hatuey bien fría, y danos algunas <strong>la</strong>scas <strong>de</strong> queso y<br />
aceitunas <strong>de</strong> sa<strong>la</strong>dito», dijo el mayor <strong>de</strong> ellos, un joven mu<strong>la</strong>to<br />
acica<strong>la</strong>do que estaba muy contento porque se había ganado un<br />
parlé en <strong>la</strong> charada e invitó a tomar sendos palos <strong>de</strong> ron a Rosita<br />
y Rulfo.<br />
Limpiacuero agarró su vaso en <strong>la</strong> mano y fue a lustrarle los<br />
zapatos a alguien que se sentó en el sillón <strong>de</strong> limpiabotas <strong>de</strong>l<br />
portal <strong>de</strong> <strong>la</strong> bo<strong>de</strong>ga, don<strong>de</strong> él se ganaba el sustento, mientras <strong>la</strong><br />
Cumbanchera cogía inspiración e iniciaba <strong>la</strong> cotidiana <strong>de</strong>scarga<br />
<strong>de</strong> boleros <strong>de</strong> todos los tiempos.<br />
Salí enseguida <strong>de</strong>l dulce escondite y me paré junto a tío Enrique,<br />
que atendía a los dos parroquianos y ambos volvimos a<br />
disfrutar <strong>la</strong>s tonadas <strong>de</strong> <strong>la</strong> recia mujercita. Me dije: «caramba<br />
señora, por fin entendí porqué siempre en el fondo usted está<br />
triste». Mas no fue así <strong>de</strong>l todo, pues en ese instante el<strong>la</strong> se<br />
transfiguró y no pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>scifrar <strong>la</strong> repentina mutación espiritual<br />
<strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> mujer tan contradictoria. Esta vez <strong>la</strong> Cumban-chera<br />
interpretó más <strong>de</strong> veinte boleros y varios mambos, gua-<br />
rachas y hasta un chachachá (en <strong>la</strong> bo<strong>de</strong>ga, se bai<strong>la</strong> así, entre<br />
frijoles, papas y ají), aunque finalizó triste y borracha como siempre<br />
(Nosotros, que nos queremos tanto…).<br />
Yo creí haber logrado <strong>de</strong>scubrir<strong>la</strong> a través <strong>de</strong> aquel diálogo<br />
suyo con Rulfo, empapado <strong>de</strong> ron. Sin embargo, no logré <strong>de</strong>sentrañar<br />
sus raros cambios <strong>de</strong> estados <strong>de</strong> ánimo y <strong>la</strong> capacidad<br />
para aparentar alegría, en medio <strong>de</strong> su <strong>de</strong>scomunal tragedia. ¿O<br />
113