Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau
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<strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, al besarme <strong>la</strong> cara rozó su boca muy cerca <strong>de</strong> mis<br />
<strong>la</strong>bios y sus punzantes senos me electrizaron.<br />
Regresamos plenos <strong>de</strong> felicidad al campamento, todas <strong>la</strong>s noticias<br />
coincidían en que los mercenarios estaban en estampida y pudimos<br />
saborear a <strong>la</strong>s muchachas; cada quien narraba su anécdota <strong>de</strong>l<br />
contacto con el<strong>la</strong>s y, sin dudas, nos insuf<strong>la</strong>ron el hálito femenino<br />
que nos hacía falta:<br />
–Caballeros, por algo el<strong>la</strong>s son nuestras creadoras y por el<br />
mismo lugar que salimos nos gusta tanto entrar –gritó Roberto<br />
y todos reímos.<br />
–¿Y no viste a tu novia Angelita? –Andrés miró al chistoso,<br />
queriéndolo molestar y este le respondió en tres segundos.<br />
–¡No, no está en Vara<strong>de</strong>ro, pero a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> sus alitas pronto le<br />
van a salir dos tarritos…!<br />
Por tercera noche, nos orientaron quedarnos en los apartamentos.<br />
Algunos jugaban baraja, póker o brisca, siete y media o<br />
veintiuno, otros hacen adivinanzas y cuentos, los menos escriben<br />
cartas o sus diarios. En nuestra habitación optamos por <strong>la</strong>s barajas<br />
y pronto terminamos, porque Jesús <strong>de</strong>scubrió que estaban<br />
marcadas y por eso Andrés casi siempre ganaba.<br />
–¡Eso no es <strong>de</strong>coroso, Andrés; respétanos, coño. Tú eres cristiano<br />
y, a<strong>de</strong>más, para ser revolucionario hay que ser honesto!<br />
¿Estamos c<strong>la</strong>ros? –Jesús contrajo el rostro, muy ofuscado.<br />
–No son mías, me <strong>la</strong>s prestó un amigo, ¡lo juro!<br />
Por suerte, Roberto intervino, con su habitual parsimonia y buena<br />
capacidad para mediar: «Bueno, <strong>de</strong>jen eso, somos compañeros<br />
¿no?». Y sugirió reiniciar <strong>la</strong> polémica <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche anterior. Sin<br />
embargo, el ambiente no era el mismo, estábamos muy agotados y<br />
Jesús propuso, aceptado por todos, <strong>de</strong>jar el <strong>de</strong>bate sobre el origen<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong> vida y <strong>la</strong> existencia o no <strong>de</strong> un creador para otra ocasión. «¿Y<br />
el premio que prometiste, ya no lo ofreces?», le preguntó Raúl.<br />
«Al contrario, aquí lo tengo en mi mochi<strong>la</strong> y estoy seguro <strong>de</strong> que<br />
al ganador no le será fácil obtenerlo, ¿estamos c<strong>la</strong>ros?…» ripostó<br />
Jesús. Y yo aproveché <strong>la</strong> calma para sacarle punta al lápiz y hacer<br />
<strong>la</strong>s notas en el Diario, acostado boca abajo en mi litera.<br />
En <strong>la</strong> mañana <strong>de</strong>l jueves 20 <strong>de</strong> abril percibimos un escenario<br />
más tranquilo, recibimos <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses previstas en <strong>la</strong> mañana sobre<br />
el Código Moral <strong>de</strong>l Brigadista y por <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> volvimos a marchar<br />
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