José De Gregorio - Santiago Runners
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La columna de hermógenes Por Hermógenes Pérez de Arce<br />
Hace unos años me dijeron que no trotara a cabeza pelada porque el sol podía hacerme mal para la piel. Entonces empecé a trotar con<br />
una gorra. Pero luego de eso vi un capítulo de una serie cómica inglesa que exhibían en aquellos años, “Benny Hill”, donde había una escena<br />
en que aparecía Benny sentado frente al televisor con una gorra y entraba su señora y le decía, con el tono que habitualmente emplean las<br />
señoras con sus maridos:<br />
—¡Sácate la gorra, estúpido, o se te va a caer el pelo!<br />
Para mí fue una iluminación, porque había notado que se me estaba cayendo mucho y ya lo tenía muy ralo encima de la frente. Como soy<br />
pretencioso, suprimí la gorra y combatí la calvicie muchos años usando un remedio eficaz, si bien carísimo, que se llamaba “Regaine”, pero lo<br />
discontinuaron, porque parece que era malo para el corazón. No se qué tenía que ver la cabeza con el corazón, que siempre han sido cosas<br />
aparte, pero en este caso no.<br />
Bueno, últimamente encontré otro remedio, llamado “Tricoxane”, que sólo caro y no carísimo, y me ha dado resultado, pues en mi casa<br />
sostienen que tengo más pelo que antes.<br />
Incluso el otro día un señor me dijo que<br />
yo tenía más pelo del que aparece en la<br />
fotografía de mi columna en “El Mercurio”.<br />
Bueno, eso va en abono del “Tricoxane”.<br />
El hecho es que la caída del pelo se detuvo,<br />
pero entonces noté que al trotar sin gorra<br />
se me formaban unas heridas en la frente<br />
y en una oreja, y no sanaban nunca. Ambas<br />
se agravaron para el entierro del general<br />
Pinochet, en que estuve cuatro horas bajo<br />
el sol de diciembre en un día de 32 grados<br />
y desde entonces se tornaron sangrantes.<br />
Como consecuencia, mi mujercita me<br />
retaba constantemente porque yo dejaba<br />
las almohadas con sangre.<br />
Entonces ella me pidió una hora con<br />
una doctora de la piel, para evitar que<br />
siguiera ensuciando las almohadas. La<br />
doctora, pese a ser una chiquilla como<br />
cuarenta años menor que yo, me trató<br />
EL SOL, LA CALVICIE Y COSAS PEORES<br />
de “mi niño” y me quemó las heridas, haciéndome no sé cuantos puntos, pero mandó a<br />
examinar los tejidos y ¡adivinen ustedes! Ahí estaba el innombrable. Me han prohibido no<br />
sólo asolearme sino siquiera salir de la casa sin sombrero y sin protector solar. Por supuesto,<br />
no he obedecido, pero sí me resigné a dejar de jugar fútbol, lo que le ha provocado un grave<br />
perjuicio al equipo de la sub-80, donde había progresado bastante, tanto que desde hacía<br />
varios partidos no metía ningún autogol.<br />
Yo, a todo esto, había encontrado una solución parcial para cubrirme del sol para trotar, sin<br />
que se me cayera el pelo: una visera. Tengo viseras en todas las partes donde troto, pero no<br />
te cubren las orejas y mi peor herida estaba en la oreja. Tampoco se puede jugar fútbol con<br />
visera, sobre todo en mi caso, pues soy un cabeceador nato.<br />
Ahora estoy por entrar al quirófano para que eliminen de mi frente y mi oreja hasta el<br />
último rastro del innombrable, con el riesgo de quedar con importantes cicatrices de guerra<br />
y un pabellón auditivo más chico que el otro o, peor aún, sin él, lo que bastará para que<br />
mis detractores me empiecen a apodar “el taza”, como he visto que lo hacen con otros que<br />
sufren la misma carencia.<br />
En resumen, vayan unos consejos para trotadores y trotadoras: primero, antes de salir a<br />
correr pónganse siempre protector solar; segundo, usen una visera, porque con ella se<br />
protegen del sol en la cara y no se les cae el pelo, pero pónganse siempre alguna cubierta<br />
o parche sobre las orejas, que son muy sensibles al sol; y tercero, si no les importa ni les<br />
amenaza la calvicie, usen un sombrero con alas, que también protege las orejas.d<br />
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