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Después, durmiera pesadamente.<br />
Incapaz de explicarse, en cuanto al tiempo exacto en que se hallara inconsciente,<br />
tomara conciencia de sí mismo en aquel hospital, diez días antes.<br />
Sentía, igualmente, la misma estupefacción, frente a las normas de servicio allí<br />
reglamentadas, porque no consiguiera el mínimo contacto con la esposa o la hija, de<br />
las que se despidiera en el cuarto del hospital, horas antes de la operación a que se<br />
sometiera.<br />
Se hallaba, por eso, inquieto.<br />
Ella, Evelina, sufriera el enigmático desvanecimiento, en el círculo doméstico, al<br />
lado de los seres queridos. Él, sin embargo, dejara a su familia en medio de agónica<br />
expectativa, sin que le fuese autorizado ningún recurso de comunicación con los<br />
familiares. Reconocía que el establecimiento de salud en que se encontraba ahora no<br />
era el mismo donde se internara para el tratamiento. Llegaba a dudar de que estuviese<br />
realmente en Silo Paulo. El firmamento le parecía un tanto diferente por la noche y la<br />
piscina de que se sirviera contenía agua tenuísima, a pesar de que fuese comprensible<br />
tuviese aquella casa filtros y dispositivos especiales para la medicación del agua<br />
común.<br />
Y Ernesto acabó su relato, indagando:<br />
–¿Usted estuvo ya en las termas?<br />
–Todavía no.<br />
–Comprobará mi sorpresa cuando vaya hasta allá.<br />
–¿Y admite que iré? –respondió Evelina con el tono pícaro de quien se veía un<br />
tanto más consolada.<br />
–Perfectamente. He oído decir que la hidroterapia aquí es obligatoria.<br />
Fantini sonrió significativamente y pronunció, cargando cada palabra de recóndita<br />
inquietud:<br />
–¿Sabe la hipótesis más razonable? Desconfío de que nos hallemos, con la<br />
autorización de nuestros familiares, en una organización psiquiátrica. Nada sé de<br />
medicina; sin embargo, estoy suponiendo que los problemas en la suprarrenal nos<br />
trastornaron la cabeza. Habremos quizás enloquecido, entrando por la senda de la<br />
absoluta alienación mental y, con certeza, la segregación habrá sido la providencia<br />
aconsejable...<br />
–¿Por qué piensa así? –volvió la señora Serpa, muy pálida.<br />
–Doña Evelina...<br />
–No me llame “doña”... Insisto en que somos amigos y ahora más hermanos...<br />
–Sea –accedió Fantini.<br />
Y continuó:<br />
–Evelina, tú verás los aparatos curiosos con los que nos aplican rayos en la cabeza,<br />
antes del baño medicinal. Y créeme que todos los enfermos acusan mejoras graduales.<br />
Desde antes de ayer, cuando fui a los baños por primera vez, me siento más lúcido y<br />
ligero, siempre más ligero...<br />
–¿Acaso no te ves en buena posición mental, desde que despertaste?<br />
–No mucho. Preocupado por noticias de los míos, volví a sentir agudas crisis. Bas-<br />
http://www.espiritismo.es 26<br />
F.E.E