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miniscencias más antiguas. Que evitase un relato exhaustivo y más bién que procurase<br />
resumir noticias y recuerdos, tanto como le fuera posible.<br />
La señora Serpa narró, humilde:<br />
–Mis memorias empiezan, confusamente, al perder a mi padre. Era una tierna criatura<br />
cuando escuché los gritos de mi madre, agarrándose a mí, diciéndome que yo era huérfana...<br />
Transcurrido poco tiempo, mi madre me dio un padrastro bueno y amigo. Realizado<br />
el segundo matrimonio, ella y mi segundo padre decidieron abandonar la región<br />
donde vivíamos, ciertamente en el intento de huir de recuerdos indeseables. A pesar de<br />
la ternura del hombre que pasara a encabezar nuestra casa, sentía falta instintiva de mi<br />
padre; no obstante, a su respecto, las noticias fueran para mí siempre escasas. Sobre su<br />
fallecimiento, nada más pude saber de mi madre, a modo de esclarecimiento, sino que<br />
el murió de forma repentina, cuando se encontraba de paseo... Pero ya mayor, comprendí<br />
que ella reprimía comentarios, en torno al pretérito, esquivándose a conflictos<br />
posibles con el marido que, sea dicho en honor de la verdad, le dedica, hasta hoy,<br />
enternecido afecto... A los doce años de edad, fui internada en un educacional católico,<br />
en el que me diplomé para el magisterio, sin ejercer lo en ningún momento, porque,<br />
desde el baile de diplomados, me vi solicitada por dos muchachos, al mismo tiempo,<br />
Túlio Mancini y Caio Serpa. Confieso que, muy joven y muy irresponsable aún, dejé<br />
que mi corazón balancease, entre los dos, prometiendo fidelidad a ambos, simultáneamente.<br />
Cuando admití mi elección definitiva en la persona de Caio, que vino a ser mi<br />
esposo, Túlio intentó el suicidio y, al verle salvado, pensé en el sacrificio al que se<br />
diera por mi causa y, de nuevo, me incliné a él... Cuando me disponía a requerir de mi<br />
novio la exoneración de cualquier compromiso, Tulio se mató de un tiro en el<br />
corazón... Después del terrible suceso, me casé... Caio y yo fuimos felices, por algunos<br />
meses, hasta que vimos frustrado el ansia de tener un hijo... Aborté, poco después de<br />
quedar embarazada. A continuación, entré en pauperación orgánica progresiva. Tal<br />
vez en virtud de la enfermedad que me acometió sin pausa, Caio se buscó una nueva<br />
compañera, una joven soltera, con quien pasó a convivir, simulando vida conyugal en<br />
la gran ciudad... La humillante situación en que me encontré pasó a arrasarme. Las<br />
humillaciones incesantes a las que me vi expuesta, dentro de casa, me amargaron la<br />
existencia... desde entonces, nada más tengo que confesar sino sufrimiento moral y<br />
desánimo de vivir, con la enfermedad de que me veo en tratamiento hasta hoy...<br />
El Instructor la miró, conmovido, y preguntó:<br />
–¿La hermana llegó a disculpar al esposo infiel y a compadecerse de su rival?<br />
La señora Serpa reflexionó algunos momentos y respondió con amargura:<br />
–De ningún modo. Estoy en una confesión en que tomo a Jesús por mi testigo y no<br />
puedo mentir. Nunca pude perdonar a mi marido por la deslealtad a que me afronta y<br />
ni tolerar la presencia de otra en nuestro camino.<br />
El benefactor, lejos de alterarse, interpuso, afectuoso:<br />
–Comprendemos sus sentimientos humanos y podemos terminar la sesión de hoy.<br />
La hermana tiene problemas difíciles a enfrentar y nuestro Instituto verificará hasta<br />
que punto conseguirá propiciarle la debida cobertura. Permaneceremos en contacto y<br />
proseguiremos conversando en futuras reuniones.<br />
Evelina se retiró, siendo substituida por Fantini, cuyo examen iba a comenzar.<br />
http://www.espiritismo.es 46<br />
F.E.E