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“Para mí esa fue una señal de que Dios está presente,
de que me quiso todavía otro rato aquí”
Después del infarto, Fernando siguió con sus actividades
normales bajo el cuidado de su cardiólogo, sin haber
visto desde su hospitalización al paramédico que le
salvó la vida. Sin embargo, una sorpresa le aguardaba.
Exactamente el día del festejo del Quince Años de su
hija, Miguel tocó a su puerta.
“Para mí esa fue una señal de que Dios está presente,
de que me quiso todavía otro rato aquí”, dice Fernando
conmovido. “Cuando desperté de la segunda
desfibrilación, don Miguel estaba poniendo todo su
esfuerzo y experiencia, todo lo que estaba a su alcance.
Vi en su rostro que estaba dando todo por sacarme
adelante. Para mí es un ángel de la guarda”. Y eso fue
lo que ese día dijo a Miguel cuando llegó precisamente
para solicitarle el testimonio de lo sucedido tres años
atrás.
“Hay que estar listos siempre”, nos dice Fernando antes
de despedirnos de él, “porque de verdad, no sabemos
ni el día, ni la hora en la que uno puede estar sujeto a
este tipo de situaciones”. Para Fernando es importante
saber que en esos momentos no está solo. “Necesitas
estar ahí para entender lo mucho que significa que los
paramédicos estén debidamente capacitados”.
Esta preparación y el servicio de 7-24 significó para
Fernando la diferencia entre la vida y la muerte; de
tener la posibilidad de ver crecer a sus hijos y disfrutar
al lado de su esposa el Quince Años de su hija, una
fiesta, como él dice con una gran sonrisa, “bien padre,
en grande, dedicada a toda la gente que estuvo con
nosotros”.
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