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realidades, verdades y peligros - Unidos Contra la Apostasía

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CAPITULO -XIII-<br />

LA CONQUISTA DEL TERRENO<br />

El cristiano tiene que estar capacitado para <strong>la</strong> batal<strong>la</strong>, de esto no me cabe duda y en ello estoy de<br />

acuerdo con todos los escritores y maestros de “LA GUERRA ESPIRITUAL” en un 100%. Sin embargo<br />

debemos considerar <strong>la</strong>s áreas de nuestra lucha, y el terreno sobre el cual vamos a trabajar.<br />

Es indudable que dentro del reino satánico hay niveles de autoridad, o de un orden jerárquico o de mando.<br />

Que en Efesios 6:12 parece que se define este orden:“porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne,<br />

sino contra (1º)principados, contra (2º)autoridades, contra los (3º)gobernantes de estas tinieb<strong>la</strong>s, contra<br />

(4º)espíritus de maldad en los lugares celestiales” Aunque algunos opinan que éste no es el objetivo del<br />

texto, personalmente creo que este orden existe, y que el príncipe y dios de este siglo es Satanás, el cual<br />

opera desde un lugar indeterminado, contro<strong>la</strong>ndo a sus huestes dentro del un orden de mando establecido.<br />

Hay espíritus y potestades sobre regiones del p<strong>la</strong>neta y su misión es mentir, engañar, robar, hurtar, destruir<br />

y oponerse a <strong>la</strong> proc<strong>la</strong>mación del evangelio. Ahora bien, lo que no me atrevo a afirmar es que éstos<br />

gobernadores de regiones funcionan distribuyendo sus fuerzas con los esquemas geográficos que nosotros<br />

tenemos, pues <strong>la</strong>s fronteras y naciones son obras del hombres, y esto está en un cambio continuo, pero <strong>la</strong>s<br />

potestades de regiones operan por su estrategia y no por nuestra geografía, pues afirmar tal cosa<br />

categóricamente es especu<strong>la</strong>r.<br />

Recuerdo cuando era estudiante en Puerto Rico que leí un libro que<br />

impacto mi vida: “PASIÓN POR LAS ALMAS” de Oswald Smitt. En<br />

éste libro se re<strong>la</strong>taban <strong>la</strong>s luchas de un misionero contra <strong>la</strong>s huestes<br />

demoníacas que trataban de impedir que entrara a cierta región de <strong>la</strong><br />

India para predicar el evangelio, y todas <strong>la</strong>s artimañas que fraguó el<br />

enemigo con diferentes agentes del mal para desanimarlo, detenerlo e<br />

impedirle proc<strong>la</strong>mar <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra. Cuando inicié mi ministerio en<br />

Honduras y Guatema<strong>la</strong> (1964) pude palpar <strong>la</strong> realidad del ataque del<br />

maligno para impedir <strong>la</strong> predicar del evangelio en zonas donde no había<br />

iglesia, llevándome incluso a ser hospitalizado en estado grave.<br />

Una de <strong>la</strong>s experiencias más duras ocurrió cuando fui a celebrar una<br />

campaña al Departamento de Izabal, en Guatema<strong>la</strong>, en una zona<br />

bananera. Era al aire libre, y mucha gente que asistió comenzaron a<br />

aceptar a Cristo. De pronto, una fiebre muy fuerte vino a mi cuerpo. A<br />

pesar de ello, predicaba todas <strong>la</strong>s noches, pero mi salud seguía<br />

deteriorándose, y sentí que el enemigo estaba muy enojado conmigo, y<br />

trataba de sacarme de ese lugar. A pesar de todo terminé <strong>la</strong> campaña.<br />

Después me fui a <strong>la</strong> capital e ingresé en el hospital general de<br />

Guatema<strong>la</strong>. Durante 15 días estuvieron investigándome qué tenía. Por último, encontraron que tenía<br />

“Pulmonía atípica por virus” y me recomendaron ir a los Estados <strong>Unidos</strong>. Al llegar a Miami me ingresaron<br />

en el Mercy Hospital, y después de dos días me enviaron a casa: no podían hacer nada, solo esperar a ver si<br />

los antibióticos y el cuerpo podían frenar los virus que inundaban mis pulmones. Había perdido 15 kilos de<br />

peso, ya estaba cansado de mi situación, y le dije al Señor; “Padre, no aguanto más, haz lo que quieras,<br />

llévame o levántame, pero pon tu mano. Si me sanas, volveré al mismo lugar a presentarle batal<strong>la</strong> al<br />

enemigo”. Y me sanó, y entonces volví de nuevo a Guatema<strong>la</strong> a predicar.<br />

Cuando queremos hacer algo para Dios, el ataque viene seguro, aquí no es tan solo un problema de<br />

“territorio”, sino de subsistencia. El enemigo sabe que si yo gano terreno con <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra, “sus días están<br />

contados” “Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo para testimonio a todas <strong>la</strong>s razas,<br />

y luego vendrá el fin” (Mateo 24:14).

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