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realidades, verdades y peligros - Unidos Contra la Apostasía

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Cuéntase una historia de un famoso evangelista que al morir y llegar al cielo le pregunto al Señor por su<br />

sitio en <strong>la</strong> mesa del cordero a lo que el Señor le contesto<br />

-.A Usted le toca el asiento número 120,000 de <strong>la</strong> fi<strong>la</strong> última de <strong>la</strong> derecha.-. El evangelista asombrado<br />

replico<br />

-.¡Pero cómo! es posible que me siente tan lejos.-.<br />

De pronto observo a su mujer que se acerco al Maestro y éste le dijo<br />

-.Mi sierva se sentara en el número 50 de <strong>la</strong> primera fi<strong>la</strong>.-<br />

El evangelista, molesto porque su esposa había obtenido un mejor puesto en <strong>la</strong> mesa, le rec<strong>la</strong>mo al Maestro<br />

-.Señor, está tu sierva nunca predico, jamás dio una campaña, y cuando yo salía a buscar almas para tu<br />

reino, el<strong>la</strong> se quedaba en <strong>la</strong> casa. Jamás pudo hacer los mi<strong>la</strong>gros que yo hice, ni ganar <strong>la</strong>s miles de almas<br />

que yo gane. Creo que te has equivocado… no será al revés.-<br />

Entonces el Maestro le miro penetrantemente y exc<strong>la</strong>mo;<br />

-.Hijo mío, quiero que sepas que sí tu predicabas y <strong>la</strong>s almas se convertían, sí tu obrabas en mí nombre<br />

mi<strong>la</strong>gros y sí fuiste un gran orador en <strong>la</strong> tierra, el éxito de tu ministerio se debió a <strong>la</strong>s oraciones de tu mujer.<br />

Mientras tu te exaltabas, el<strong>la</strong> se humil<strong>la</strong>ba, mientras tu recibía honores, el<strong>la</strong> educaba tus hijos, mientras tu<br />

nombre era exaltado, el<strong>la</strong> exaltaba el mío, mientras tu me robabas <strong>la</strong> gloria para hacerte propaganda, esta<br />

sierva sufría y lloraba para que bendijera tu ministerio. Si no hubiera sido por el<strong>la</strong>, no hubiera apoyado<br />

muchas cosas que tu emprendiste. Esta vivía el amor, tú tan sólo lo predicabas. Detrás de tu unción estaban<br />

sus lágrimas, que me movían a compasión. Así que tu recibiste en tierra <strong>la</strong> gloria de tu ministerio, ahora le<br />

toca a el<strong>la</strong> recibir <strong>la</strong> exaltación en mi reino.-<br />

Detrás de un gran siervo hay una gran mujer, detrás de un avivamiento, hay un remanente que ora e<br />

intercede, estos son los que no se ven, pero mueven <strong>la</strong>s potestades de los cielos.

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