Revista ADITI Nº I-12 Sep.2004 - Juan Carlos Garcia
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<strong>Revista</strong> Metafísica <strong>ADITI</strong>. Año I. <strong>Nº</strong> <strong>12</strong> / Septiembre 2004 35<br />
dejando sólo una rosa en el centro de la<br />
guirnalda de rosas rojas. Decir que los<br />
nueve miembros estaban sorprendidos de<br />
este suceso, sería declararlo a la ligera.<br />
Las vibraciones que había en la habitación<br />
llegaron a ser tan altas que algunos<br />
de los presentes estaban embelesados: fue<br />
sentida una poderosa presencia. Max<br />
Heindel después de un tiempo intentó<br />
levantarse con el fin de hablar, pero no<br />
lo pudo hacer. Su voz le falló y corrían<br />
lágrimas de sus ojos. Todos los presentes<br />
estuvimos seguros de la presencia del<br />
HERMANO DECIMOCUARTO (Christian<br />
Rosenkreuz) en su cuerpo vital, y nos<br />
sentimos seguros de que ninguno de los<br />
presentes olvidaría esta reunión. Después<br />
de unas pocas palabras pronunciadas por<br />
Max Heindel se dispersaron en silencio.<br />
No se habló ni una palabra. Todos sintieron<br />
que habían estado en presencia de<br />
un Ser SANTO.<br />
Las clases eran en las tardes y en<br />
las noches. Alice Gurney ayudaba a Max<br />
Heindel en la enseñanza de la filosofía.<br />
Miss Elisabeth MacDuffey, de Filadelfia,<br />
daba las clases en inglés, y Mrs. Fannie<br />
Rookwell, la astrología preliminar. Max<br />
Heindel enseñaba la filosofía avanzada<br />
y dirigía una muy interesante clase de<br />
preguntas. Mrs. Heindel era hortelana en<br />
jefe, gerente, cocinera en jefe y aprendiz<br />
de todo y oficial de nada: demasiado ocupada<br />
como para asumir el trabajo de clases<br />
y, por regla general, ni siquiera podía<br />
asistir a las clases. Todas las clases<br />
tenían lugar en la gran tienda comedor,<br />
y antes de cada sesión las mesas hechas<br />
en casa tenían que ser colocadas contra<br />
la pared con el objeto de hacer sitio para<br />
los estudiantes, quienes usualmente llenaban<br />
la habitación. ¡Y vaya si estaban<br />
interesados! Realmente trabajaron duro<br />
y se aplicaban como pocos estudiantes<br />
de estos días.<br />
Un gran inconveniente nos salió al<br />
paso con respecto a que la ligera sábana<br />
con la cual era cubierto el comedor no<br />
protegía los ojos del intenso resplandor<br />
del sol de California, y la brisa marina<br />
que comenzaba a soplar cada mañana<br />
alrededor de las once hacía que se batiera<br />
la sábana y provocaba tal ruido que<br />
se hizo necesario construir un techo real<br />
sobre esta habitación.<br />
El espíritu de servicio era tan fuerte<br />
entre estos primeros estudiantes, que<br />
siempre estaban preparados para hacer<br />
las tareas más serviles o difíciles. Cuando<br />
Rollo Smith hubo erigido la armazón<br />
de este techo, hubo tantos voluntarios<br />
para ayudar a clavar las tablas que tuvieron<br />
que ser escogidos en relevos, porque<br />
no había suficientes martillos como<br />
para permitirles ayudar a todos. Tanto<br />
las mujeres como los hombres subían a<br />
la parte superior de este techo y clavaban.<br />
Me viene a la memoria el recuerdo<br />
de una mujer que hoy es una conferenciante<br />
distinguida, y también el de un<br />
apuesto joven abogado que se ponía sus<br />
ropas viejas y subía a este techo para<br />
clavar las tablillas.<br />
Este antiguo abogado recientemente<br />
visitó la Sede Central. Es el Doctor<br />
Benfamín Hayman, ahora un popular y<br />
afortunado médico osteópata de Galveston,<br />
Texas. Aunque el Doctor cambió<br />
la profesión, todavía está siguiendo<br />
las enseñanzas Rosacruces y espera ser<br />
algún día residente en el estado de<br />
California cuando se retire de la práctica.<br />
Estas memorias no serían completas<br />
si no mencionásemos algunas de las<br />
cosas divertidas que sucedían de tiempo