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Y aquellos troesmas del tango - edUTecNe

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<strong>edUTecNe</strong><br />

Y AQUELLOS TROESMAS DEL TANGO - Eduardo Giorlandini<br />

tivó para expresarlas, lo que puede resultar una ingrata carga. Sin embargo, la sentencia puede<br />

considerar como atenuante que no me haya ocupado aquí de Juan Polito y Pedro Polito.<br />

ANÍBAL TROILO<br />

Pichuco: vida y obra<br />

Nació el 11 de Julio de 1914. Su nombre de familia: Aníbal Carmelo Troilo, según el acta de registro<br />

civil. De acuerdo con el certificado de bautismo, de la Capellanía <strong>del</strong> Hospital de Niños “Dr.<br />

Ricardo Gutiérrez”, fue bautizado como Aníbal Carmelo Antonio Troilo Bagnoli. Su padre fue también<br />

Aníbal Troilo; sus abuelos paternos tenían el mismo apellido, Corino Troilo (y no Aníbal como<br />

dicen algunos historiadores) y Concepción Troilo; sus abuelos maternos fueron Marcos Bagnolo y<br />

Rafaela San Martino. Es decir, conforme la documentación, su madre aparece como Felisa Bagnolo<br />

y Bagnoli. Esto es lo verdadero y excluye los datos erróneos dados por una diversidad de<br />

fuentes, hasta este momento, en que he consultado las citadas fuentes documentales.<br />

Aníbal Troilo, nombre artístico; nació en el tiempo que Eduardo Arolas -con nombre de familias<br />

Lorenzo Arola- componía, en el Cabaret Montmartre, el <strong>tango</strong> El Marne, en homenaje a los franceses<br />

que impidieron el cruce <strong>del</strong> río Marne al ejército prusiano integrado por un millón de hombres,<br />

a poco de iniciada la Primera Guerra Mundial, y en homenaje, también, a las muchachas<br />

francesas contratadas para trabajar en ese cabaret y que festejaron con alegría la gesta de su<br />

patria y el <strong>tango</strong> hecho con ternura por quien ya era conocido como “El Tigre <strong>del</strong> Bandoneón”.<br />

Al poco tiempo su padre le puso el sobrenombre conocido: Pichuco, que había sido el sobrenombre<br />

de un amigo. Aníbal Troilo (padre), era un carnicero <strong>del</strong> Abasto, guitarrero y cantor, y quiero<br />

dejar debidamente establecido, basándome en documentos indubitables y contrariando lo afirmado<br />

por la mayoría de los historiadores <strong>del</strong> <strong>tango</strong>, que había establecido su domicilio en Soler<br />

3280 de Buenos Aires: que después de la muerte de una hija se cambiaron a Cabrera 2951 y no<br />

Cabrera 2937, según se difundió por error en una fotografía, un breve tiempo, donde nació Pichuco<br />

y luego volvieron a la antigua casa de familia. Parte de estos datos están confirmados por<br />

testimonios <strong>del</strong> mismo Pichuco.<br />

El papá de Pichuco murió cuando Pichuco era niño; su mamá, Felisa, lo enviaba al colegio con<br />

guardapolvo negro. Por ese tiempo, otro pibe, Enrique Santos Discépolo, con sus padres muertos,<br />

cubría el globo terráqueo que había en su dormitorio con un trapo negro. El color negro tuvo<br />

la mayor difusión en la historia de nuestro país en esa época. Estuvo vinculado a la muerte, a la<br />

moda, a la cultura de los inmigrantes; al bandoneón -denominado “funebrero”-, utilizado en los<br />

funerales en Baviera. La muchachada, los músicos <strong>del</strong> <strong>tango</strong>, generalmente vistieron prendas con<br />

ese color, el <strong>del</strong> hombre de ébano que generó el <strong>tango</strong>, triste como el negro esclavo y como la<br />

música negra. Ahí cerca, nomás, Carlos Gar<strong>del</strong> ya era conocido como “El Morocho <strong>del</strong> Abasto”.<br />

Se escapaba de su casa vestido de negro, como era moda y costumbre, y excursionaba en los<br />

peringundines, donde era encontrado luego de sus ausencias <strong>del</strong> hogar sin aviso. Así consta en<br />

las denuncias que doña Berta firmó en la Policía, ante las “desapariciones” <strong>del</strong> muchacho Gar<strong>del</strong>.<br />

Pichuco se acollaró al fueye desde niño. Desde entonces trató de encontrar en los sonidos <strong>del</strong><br />

bandoneón las voces de su padre, que seguramente escuchó pero que él no podía recordar. Y<br />

allí nació la tristeza de su vida. Se lo llamo “El Gordo Triste”, porque lo fue de verdad, y han sido<br />

recopilados todos los testimonios de quienes lo trataron. Rescató el canto secular <strong>del</strong> hombre<br />

negro, recordado por Homero Manzi, en una de las tantas milongas candonbeadas o milongascandombe:<br />

“Cun<strong>tango</strong> caran cun<strong>tango</strong>,<br />

cun<strong>tango</strong> caran cuntan”.<br />

Pero además <strong>del</strong> eco funeral, <strong>del</strong> eco triste y <strong>del</strong> eco de rebeldía, hubo otros, muchos otros,

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