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Revista FaltaEnvido – Año 2 – Num 4 – Junio 2011 - Kapiango

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Ni para cabecitas negras<br />

ni para sudacas: derechos para el capital<br />

Por Domingo Ighina<br />

Jauretche en su memorable Manual de zonceras<br />

argentinas describe las llamadas “zonceras<br />

institucionales”. Estas zonceras tienen que ver<br />

con los increíbles apotegmas de próceres o recitados<br />

vaciados de sentido por bastos políticos<br />

abogados y periodistas sabihondos. Específicamente<br />

Jauretche hablaba del derecho público<br />

argentino de matriz liberal y difundido hasta el<br />

hartazgo por un rosario de frases célebres de<br />

Echeverría, Alberdi o Vélez Sarsfield.<br />

La certeza de que nuestra Constitución Nacional<br />

de 1853 es en gran parte un producto importado,<br />

impulsa a don Arturo a oponer un<br />

derecho público importado con otro que se basa<br />

en una lectura de la realidad. Se establece así<br />

una oposición fundacional entre nosotros: o la<br />

ley se hizo para los ciudadanos o los ciudadanos<br />

para la ley. Incluso los términos que recién<br />

utilicé pueden ser reemplazados con ventaja,<br />

pues entender que un hombre se reduce ante la<br />

ley a ser mero ciudadano es aceptar que el derecho<br />

tomado del conjunto regulativo de los poderes<br />

mundiales de turno, puede limitar, en lo<br />

que importa socialmente, la identidad de un individuo.<br />

El actual proyecto nacional y popular ha avanzado<br />

bastante en el sentido de legislar a partir<br />

de la humanidad real de las personas que constituyen<br />

el pueblo. En otros términos, se ha intentado<br />

que la ley no limite la variedad de<br />

nuestras coexistentes identidades y poder así<br />

dislocar el poder condicionante de la legalidad.<br />

Sin embargo el decisivo avance soberano que<br />

el país realizó interviniendo REPSOL YPF y solicitando<br />

y aprobando su inmediata expropiación,<br />

desató una serie de gritos destemplados de penosos<br />

y trasnochados imperialistas ibéricos <strong>–</strong><br />

remedos tristes de lo que fue en algún momento<br />

un país excepcional- y de aún más impresentables<br />

colonialistas vernáculos, como Oscar<br />

Aguad <strong>–</strong>descendiente directo de los viejos radicales<br />

galeritas que derrocaron a Yrigoyen- y<br />

Mauricio Macri, asumido émulo del Genaro de<br />

la novela En la sangre de Eugenio Cambaceres.<br />

Los gritos hablan todavía hoy de “seguridad jurídica”<br />

o “respeto de la propiedad”, llegando<br />

incluso en la voz del diputado radical por Córdoba<br />

Hipólito Faustinelli a decir que a REPSOL<br />

se le debía pagar una indemnización y luego<br />

abonarle el valor de la compañía expropiada,<br />

según el precio que fijara la propia multinacional.<br />

La invocación al derecho público resulta<br />

central en estas argumentaciones colonialistas<br />

Estas posturas en realidad apuntan a sostener<br />

el derecho de la empresa, es decir del capital,<br />

sobre el derecho superior de la soberanía del<br />

pueblo. La constitución de 1949 <strong>–</strong>derogada mediante<br />

un golpe de estado, no se debe olvidarimponía<br />

la soberanía de la nación, es decir del<br />

pueblo, sobre las caídas del agua, el subsuelo<br />

y los recursos naturales no renovables. Los colonialistas<br />

oponen el derecho de la empresa internacional<br />

a ser intocable y a perpetuarse en<br />

nombre del progreso y la inversión, en la posesión<br />

de lo que no le pertenece.<br />

Jauretche reflexionó sobre la implicancia del<br />

acierto constitucional de garantizar la plenitud<br />

de derechos para todos los hombres de buena<br />

voluntad que quisieran habitar la Argentina:<br />

“No me refiero al enunciado constitucional en<br />

cuanto establece la igualdad de derechos del<br />

extranjero con los nacionales, salvo en aquello<br />

de que los extranjeros llevan la ventaja de tener<br />

cónsul. […] En la práctica más que para el extranjero<br />

hombre, vale para las personas jurídicas<br />

extranjeras: las creaciones del capital; así<br />

se parte desde una igualdad teórica a una desigualdad<br />

en contra de lo propio, pues es en esto<br />

de las personas jurídicas en donde el cónsul<br />

juega su papel predominante” (“De las zonceras<br />

institucionales”). Así, la zoncera de compa-<br />

rar expropiación de lo nuestro <strong>–</strong>que es sencillamente<br />

recuperación- con confiscación, y reclamar<br />

indemnizaciones varias y pedidos de<br />

perdón a sus majestades católicas, son tareas<br />

de cónsules extranjeros que defienden su patria,<br />

el capital multinacional.<br />

Ahora bien, los cónsules Morandini, Romero,<br />

Carrió o Aguad no mencionaron en sus singulares<br />

exposiciones que en este país una vez la<br />

realidad se impuso al derecho público y eso fue<br />

cuando ellos, o sus abuelos o padres ideológicos<br />

tuvieron el poder. “En 1955, después de la<br />

Segunda Tiranía, se restableció por decreto la<br />

Constitución de 1853, con su artículo 17, que<br />

además seguía vigente en la de 1949, se crearon<br />

enseguida las ´Juntas de recuperación patrimonial´<br />

y se confeccionaron las listas de<br />

´interdictos´ que no se presentasen a las Juntas<br />

de Recuperación: la ¡confiscación de bienes!”<br />

(Zoncera Nº 27). ¿Nadie recordó, entre radicales,<br />

socialistas, conservadores y liberales y peronistas<br />

lomo negro que en 1955 sí hubo<br />

confiscación, y no a las grandes empresas<br />

transnacionales sino a los argentinos que se<br />

identificaran como peronistas? ¿Ningún periodista<br />

de Canal 12 o La Voz del Interior se dedicó<br />

a investigar cuántas confiscaciones hubo en<br />

este país? ¿Alguien pensó que la empresa capitalista<br />

es inviolable y no lo es el hombre y sus<br />

derechos? Vale pensar con Jauretche estas hilachas<br />

de sentido de la historia cuando los partidos<br />

hacen bandera con la historia o cuando<br />

los figurones hablan de “seguridad jurídica”.<br />

Recuerden que, cuando el pueblo ya no los elija<br />

como representantes o no los escuche ni lea<br />

más, estos vociferantes tendrán trabajo asegurado<br />

en algún consulado <strong>–</strong>nunca ad honoremdel<br />

Foro de Davos.

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