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<strong>En</strong> <strong>tinieblas</strong> <strong>24</strong>/<strong>10</strong>/<strong>06</strong> <strong>13</strong>:40 <strong>Página</strong> 63<br />
El clamor<br />
imaginación que aquel a quien llamáis en vuestro socorro,<br />
envileciéndolo con vuestro culto carnal, podría<br />
muy bien aniquilaros al mismo tiempo que a los más<br />
acérrimos enemigos de su Dulce Nombre y de su Gloria,<br />
que no le son acaso menos aborrecibles que los pretendidos<br />
creyentes que lo mancillan.<br />
Séale permitido a un solitario hoy, un 8 de septiembre,<br />
que hable de la Natividad de María, de Nuestra Señora<br />
de Francia, la Virgen Milagrosa, la Virgen del<br />
Llanto. ¡Se la ha despreciado, se la ha ofendido, se ha<br />
llegado a renegar de ella tanto y con tanta hipocresía en<br />
estos sesenta años últimos! Se oye por ahí que la ingratitud<br />
adensa el corazón del que la padece. El Corazón<br />
de María pesa más que todos los soles de la Vía Láctea<br />
juntos. Sin embargo, daría su perdón incluso a los obispos<br />
y a los sacerdotes que ella misma ha motejado de<br />
«sentinas»; perdonaría a cuantos se dicen sus seguidores<br />
y no han levantado un dedo para impedir que fuera<br />
ultrajada; perdonaría sin medida. Pero Aquel que Ella<br />
alumbró ha visto colmada su paciencia y ya vemos los<br />
indicios. Si todos los culpables serán llamados, ¿qué<br />
quedará?<br />
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