09.05.2013 Views

El ocho

El ocho

El ocho

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Katherine Neville<br />

—Doy fe de que ha dado un resultado extraordinario. —Talleyrand sonrió, entró en la habitación y<br />

se sentó en un pequeño sofá próximo a la cama.<br />

—Tiene que contarnos otro cuento —reclamó Valentine.<br />

—Es muy tarde... —dijo Talleyrand.<br />

—¡Un cuento de fantasmas! —exclamó Valentine—. Aunque la abadesa no nos permitía oír cuentos<br />

de fantasmas, lo cierto es que los contábamos. ¿Conoce alguno?<br />

—Lamentablemente, no —replicó Talleyrand pesaroso—. Como bien sabéis, no tuve una infancia<br />

normal. Jamás me contaron cuentos de fantasmas: —Se quedó pensativo unos instantes—. Aunque debo<br />

reconocer que, en una ocasión, conocí a un fantasma.<br />

—¿Es cierto? —preguntó Valentine. Apretó la mano de Mireille. Las primas estaban muy inquietas—.<br />

¿Un fantasma auténtico?<br />

—Ahora que lo digo, me doy cuenta de que es absurdo. —Talleyrand rió—. Debéis prometerme<br />

que jamás se lo contaréis a vuestro tío Jacques Louis. Si habláis, me convertiré en el hazmerreír de la<br />

Asamblea.<br />

Las chicas se agitaron bajo los edredones y juraron no contarlo jamás de los jamases. Taileyrand se<br />

repantigó en el sofá, bajo la débil luz de las velas y comenzó a desgranar su relato...<br />

EL RELATO DEL OBISPO<br />

Cuando era muy joven, antes de ser ordenado sacerdote, dejé mi sede en St. Remy, donde yace el<br />

famoso rey Clovis, y asistí a la Sorbona. Tras estudiar dos años en la famosa universidad, llegó el<br />

momento de hacer pública mi llamada.<br />

Aunque me sentía profundamente incapacitado para ejercer el sacerdocio, sabía que para mi familia<br />

supondría un gran escándalo el que yo rechazara la profesión que me habían impuesto. Intimamente<br />

siempre sentí que mi destino era ser estadista.<br />

Bajo la capilla de la Sorbona están enterrados los restos del más grande estadista de Francia, hombre<br />

al que idolatraba. Estoy seguro de que le conocéis: Armand-Jean du Plessis, duque de Richelieu,<br />

que, mediante una peculiar combinación de religión y política, rigió este país con mano férrea durante<br />

cerca de veinte años, hasta su muerte, acaecida en 1642.<br />

Una noche, cerca de las doce, abandoné el calor de mi lecho, me eché una gruesa capa encima del<br />

batín y descendí por las paredes cubiertas de hiedra de la residencia estudiantil. Iba a la capilla de la<br />

Sorbona. <strong>El</strong> viento alborotaba las frías hojas dispersas por el jardín y hasta mis oídos llegaban los extraños<br />

sonidos de los búhos y otros seres de la noche. Aunque me consideraba valiente; reconozco que sentí<br />

miedo. <strong>El</strong> sepulcro, situado en el interior de la capilla estaba frío y a oscuras. A esa hora nadie oraba y<br />

en la cripta sólo permanecían encendidas unas pocas candelas. Prendí una vela, me arrodillé e imploré<br />

al difunto cardenal de Francia que me guiara. En la inmensa cripta percibía los latidos de mi corazón<br />

mientras le exponía en la difícil situación que me encontraba.<br />

Apenas había expresado mi plegaria cuando, con gran asombro de mi parte, un viento gélido recorrió<br />

la cripta y apagó todas las velas. ¡Estaba aterrado! Rodeado de oscuridad, busqué a tientas otra vela.<br />

¡En aquel instante oí un gemido y del sepulcro se elevó el fantasma pálido y oscuro del cardenal<br />

Richelieu! Se cernió sobre mí con el pelo, la piel y la púrpura blancos como la nieve, relucientes y totalmente<br />

transparentes.<br />

Si no hubiese estado arrodillado, seguramente habría caído. Se me secó la boca, no pude articular<br />

palabra. Entonces volví a oír el débil gemido. ¡<strong>El</strong> fantasma del cardenal me hablaba! Sentí que un escalofrío<br />

me atravesaba la columna vertebral mientras entonaba unas fatídicas palabras con un tono de voz<br />

41

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!