09.05.2013 Views

El ocho

El ocho

El ocho

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Katherine Neville<br />

Debajo de la inscripción estaba tallado el nombre en mayúsculas: "CAROLUS MAGNUS". Fue el<br />

artífice tanto del edificio como de la maldición dirigida a los que intentaran destruirlo. Máximo soberano<br />

del imperio franco hacía más de mil años, conocido en toda Francia como Carlomagno.<br />

<br />

Los muros interiores de la abadía estaban oscuros, fríos y húmedos a causa del musgo. Desde el<br />

santuario llegaban las voces susurrantes de las novicias que oraban y el suave roce de los rosarios al contar<br />

los padrenuestros, los avemarías y los glorias. Valentine y Mireille cruzaron deprisa la capilla, mientras<br />

la última novicia hacía una genuflexión, y siguieron el hilillo de murmullos hasta la pequeña puerta<br />

detrás del altar, `donde se encontraba el estudio de la reverenda madre. Una monja mayor empujaba<br />

hacia el interior a las rezagadas. Valentine y Mireille se miraron y entraron.<br />

Era extraño que la abadesa las convocara a su estudio de esa forma. Muy pocas monjas habían estado<br />

en esa habitación y casi siempre se había debido a razones disciplinarias. Valentine, a la que constantemente<br />

castigaban, había estado en el estudio con bastante asiduidad. Sin embargo, habían hecho<br />

sonar la campana de la abadía para convocar a todas las religiosas. ¿Era posible que quisieran reunir<br />

simultáneamente a todas en el estudio de la reverenda madre?<br />

Cuando entraron en la amplia estancia de techo bajo, Valentine y Mireille comprobaron que todas<br />

las hermanas de la abadía estaban presentes: más de cincuenta. Murmuraban sentadas en las hileras de<br />

duros bancos de madera que habían colocado delante del escritorio de la abadesa. Evidentemente las circunstancias<br />

sorprendieron a todas y los rostros que contemplaron la entrada de las jóvenes primas parecían<br />

aterrados. Las muchachas ocuparon su sitio en la última fila de bancos. Valentine apretó la mano<br />

de Mireille y susurró:<br />

—¿Qué significa?<br />

—Me parece que es de mal agüero —respondió Mireille en voz baja—. La reverenda madre está<br />

muy seria y aquí hay dos mujeres a las que nunca he visto.<br />

En un extremo de la larga estancia, detrás de un escritorio macizo de madera de cerezo encerada,<br />

estaba en pie la abadesa, arrugada y curtida como un pergamino, pero sin dejar de irradiar la fuerza de<br />

su relevante jerarquía. Su porte poseía una cualidad eterna que expresaba que mucho tiempo atrás había<br />

hecho las paces con su alma, a pesar de que hoy se la veía más seria que de costumbre.<br />

Dos desconocidas, mujeres jóvenes, huesudas y de manos grandes, permanecían a su lado como<br />

ángeles vengadores.<br />

La primera de ellas tenía piel clara, pelo oscuro y ojos luminosos, mientras la otra guardaba un<br />

acentuado parecido con Mireille por su tez cremosa y su pelo castaño, apenas más oscuro que los rizos<br />

de la huérfana. Ambas tenían porte de monja pero no vestían hábito, sino sencillos vestidos de viaje, de<br />

color gris, de carácter anodino.<br />

La abadesa aguardó a que todas las monjas se sentaran y cerraran la puerta. Cuando reinó un silencio<br />

absoluto, tomó la palabra con ese tono de voz que a Valentine siempre le recordaba pisadas sobre<br />

hojas secas.<br />

—Hijas mías —comenzó la abadesa y cruzó las manos sobre el pecho—,durante casi mil años la<br />

Orden de Montglane se ha alzado sobre este peñón, sirviendo al Altísimo y cumpliendo nuestros deberes<br />

con la humanidad. Aunque aisladas del mundo, hasta aquí llegan los ecos de la agitación mundial.<br />

En éste, nuestro pequeño rincón, hemos recibido noticias desagradables que podrían modificar la seguridad<br />

de que hasta ahora hemos disfrutado. Las dos mujeres que están a mi lado son portadoras de estas<br />

noticias. Os presento a la hermana Alexandrine de Forbin —señaló a la mujer de pelo castaño— y a<br />

Marie-Charlotte Corday, que dirigen la Abbaye-Aux-Dames de Caen, en las provincias del norte. Han<br />

recorrido toda Francia disfrazadas, un viaje agotador, para transmitirnos una advertencia. En consecuencia,<br />

os pido que prestéis oído a lo que dirán. Es de máxima importancia para nosotras.<br />

La abadesa se sentó y la mujer presentada como Alexandrine de Forbin carraspeó y habló en voz<br />

tan queda que las monjas tuvieron que hacer un esfuerzo para oírla. Sin embargo, sus palabras fueron<br />

muy claras:<br />

7

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!