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Lola Figueira. Regreso a Vadinia (ejemplo).pdf - Luarna

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sido encontrado con el cuello prácticamente sajado por unas enormes<br />

garras. Contaban que el oso podía abrir en canal a un hombre de un solo<br />

zarpazo.<br />

El muchacho se tranquilizó cuando vio a Xana sonreír divertida.<br />

Entonces recordó una frase que había oído cientos de veces a su padre:<br />

«Nunca acabaré de comprenderte, mujer. Eres demasiado complicada<br />

para mí». Sin embargo, Laro sabía que su padre estaba loco por esa mujer<br />

misteriosa y callada que sonreía en contadas ocasiones.<br />

Después de desayunar, ambos prepararon lo que debían llevar. Cogieron<br />

sus bolsas de cuero, una cuerda trenzada, varios cuchillos y algo de comida<br />

para el camino. Entonces salieron del castro, que estaba rodeado por<br />

una muralla de piedra más alta que un hombre. En la salida principal del<br />

poblado hacía guardia uno de los ancianos, quien necesitaba sentirse útil de<br />

alguna manera, pues ya no tenía fuerzas para ir de caza.<br />

Desde el portón de tosca madera, se divisaba un inmenso valle de<br />

pendientes laderas, donde había extensos prados. A la izquierda de la<br />

salida, el acantilado caía abruptamente, dejando a la vista una enorme<br />

cresta de piedra caliza, horadada por pequeñas cuevas. El agua, el viento y<br />

el hielo del invierno habían abierto profundas brechas de cantos afilados,<br />

donde sólo las cabras podían sostenerse en equilibrio.<br />

A la derecha de la puerta se abría un camino que conducía hacia los altos<br />

picos cántabros, en muchos de los cuales había otros castros habitados<br />

también por tribus vadinienses. Por lo que había oído Laro, al otro lado<br />

del río se extendía el dominio de los astures, pueblo con el que era mejor<br />

no enfrentarse. El camino pronto se bifurcaba: la senda que bajaba hacia<br />

el valle era la que utilizaban los habitantes del poblado cuando tenían que<br />

comerciar con los pueblos del sur; la otra, rodeaba parte de la muralla para<br />

ir adentrándose poco a poco en el bosque.<br />

Enseguida se internaron entre los robles. Allí se entretuvieron<br />

recogiendo bellotas, con las que elaboraban las tortas de pan que tanto<br />

Ejemplo de lectura<br />

gustaban a Laro y con las que también se alimentaba a los cerdos. Al final<br />

del bosque de gruesos y añejos robles se clareaba algo la vegetación. Un<br />

poco más arriba comenzaba el lugar de las hayas, donde había también

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