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Lola Figueira. Regreso a Vadinia (ejemplo).pdf - Luarna

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algunos ejemplares de abedul y fresno. Xana adoraba la quietud y el verdor<br />

de las hayas. Sus troncos cobijaban cientos de pequeños animales que se<br />

escondían entre el musgo jugoso. Gota a gota, los múltiples manantiales<br />

del hayedo iban formando el abundante cauce del río Astura.<br />

—Laro, haz un corte en varios troncos de abedul. Recogeremos algo de<br />

savia. Yo, mientras, recolectaré unas hojas. Ya sabes que el abedul tiene<br />

muchos poderes medicinales y calma el dolor, —dijo Xana, que siempre<br />

que podía enseñaba a su hijo las propiedades de las plantas. Con la savia<br />

del abedul Xana fabricaba un vino embriagador que se consumía durante<br />

las fiestas dedicadas a la diosa Cantabria.<br />

El haya era utilizada por los vadinienses para las hogueras de invierno<br />

por su gran poder calorífico. El carbón vegetal ardía muy lentamente, sin<br />

llama, y por tanto se podía usar dentro de las cabañas. El fresno, menos<br />

abundante, era utilizado por las propiedades laxantes de su savia.<br />

Sin embargo, el bosque de tejos era el más apreciado por los<br />

vadinienses. Misterioso y protegido por el secreto, el bosque centenario<br />

tenía hermosos ejemplares de corteza rojiza y escamosa. Entre las hojas<br />

abundaban las mortíferas bayas de color escarlata.<br />

Para los miembros del clan, el tejo era un árbol sagrado y nadie debía<br />

acercarse a él sin una causa muy justificada. Xana conocía perfectamente<br />

las razones por las cuales era considerado sagrado: sus hojas y sus semillas<br />

podían provocar una muerte rápida.<br />

—Laro, nunca entres en el bosque de tejos tú solo y no dejes que<br />

ninguno de tus amigos lo haga. Es un lugar prohibido para los niños, e<br />

incluso para los jóvenes —dijo Xana.<br />

—¿Y por qué no se puede? Yo no veo ningún peligro —contestó Laro.<br />

—Pues lo tiene. Yo misma he visto a un asturcón caer fulminado<br />

después de ramonear entre los tejos, aunque también he observado que las<br />

liebres de monte pueden comer esas mismas hojas sin que les ocurra nada.<br />

¿No te parece suficiente misterio? Además hay otras cosas que he oído<br />

Ejemplo de lectura<br />

contar a las ancianas del lugar.<br />

—¿Qué cosas, madre? Cuéntamelas, por favor —rogó Laro, dando<br />

vueltas alrededor de Xana. Ella bajó la voz hasta hablar casi en un susurro.

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