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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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Se recibió una solicitud hace poco tiempo, de parte de un joven que tenía una especie de acción<br />

rotatoria de quijadas, que causaba un lamentable efecto en el que lo veía. Su pastor le recomendó<br />

como un joven muy santo, que había sido instrumento para traer algunos a Cristo, y expresaba la<br />

esperanza de que yo lo recibiría, pero no pude ver el fundamento de ella. No me habría sido<br />

posible verlo predicar, sin soltar la carcajada, aun cuando me hubieran dado todo el oro de Tarsis<br />

por no hacerlo, y es muy probable que a las nueve décimas partes de sus oyentes, les habría<br />

costado más trabajo reprimirse que a mí. A un hombre de lengua tan gruesa que le llenaba toda la<br />

boca impidiéndole articular con claridad; a otro sin dientes; a otro que tartamudeaba; a uno más<br />

que no podía pronunciar todo el alfabeto, he tenido aunque con pena, que desecharlos,<br />

fundándome en que Dios no les había dado aquellas cualidades físicas que son, como un<br />

devocionario diría, "generalmente necesarias."<br />

He tropezado por ahí con un hermano ¿uno digo? con diez, con veinte, con cien, que han alegado<br />

que estaban ciertos, enteramente ciertos de que eran llamados al ministerio, y esta certeza<br />

absoluta, les venía de haber fracasado en todo lo demás. He aquí una historieta que pinta a lo<br />

vivo a esta clase de pretendientes: "Señor, fui puesto en el despacho de un abogado, pero no pude<br />

soportar el encierro, no pude estar en mi elemento estudiando leyes; se vio claramente que la<br />

Providencia había obstruido mi camino, porque perdí mi colocación."—"¿Y qué hizo usted<br />

entonces?" —"Pues, señor, me vi inducido a abrir una tienda de abarrotes."—"¿E hizo usted<br />

buen negocio?"—"No del todo, señor, pues no pienso que mi destino haya sido nunca el<br />

comercio, y pareció que el Señor me cerraba también este camino, porque fracasé y me hallé envuelto<br />

en grandes dificultades. Desde entonces he trabajado un poco como agente de una<br />

compañía de seguros de vida, y he procurado conseguir una escuela, además de vender té; pero<br />

siempre he encontrado obstáculos en lo que hacía, y algo dentro de mí me hace sentir que yo<br />

debo ser ministro." Yo por lo general les doy esta respuesta: "Bien, lo entiendo, usted ha<br />

fracasado en todo, y por lo <strong>mis</strong>mo, juzga que el Señor le ha concedido dotes especiales para su<br />

servicio; pero temo que se haya usted olvidado de que el ministerio necesita formarse de la flor y<br />

nata de los hombres, y no de los que no sirven para nada. Un hombre que alcanzara buen éxito<br />

como predicador, lo alcanzaría probablemente también como comerciante, abogado u otra cosa<br />

cualquiera. Un ministro realmente estimable, habría podido distinguirse en todo. Apenas habrá<br />

cosa imposible para un hombre que puede conservar una congregación unida por años enteros, y<br />

ser instrumento de su edificación durante centenares consecutivos de días consagrados al Señor;<br />

debe ser poseedor de algunas habilidades, y de ninguna manera un necio o bueno para nada.<br />

Jesucristo merece que los mejores hombres prediquen su cruz, y no los casquivanos o<br />

desca<strong>mis</strong>ados."<br />

Un joven con cuya presencia fui honrado una vez, dejó en mi ánimo fotografiada su refinada presunción.<br />

Su semblante <strong>mis</strong>mo parecía la portada de un torno entero de petulancia y falsedad. Me<br />

envió un recado a mi despacho un domingo en la mañana, diciéndome que necesitaba verme en<br />

el acto. Su audacia le abrió la puerta, y cuando lo tuve enfrente, me dijo: "Señor, necesito entrar<br />

en el colegio de usted y desearla hacerlo inmediatamente."—"Bien, señor," le contesté, "temo<br />

que no tengamos lugar para usted por ahora, pero tomaré en consideración el caso de usted"—<br />

"Pero mi caso es muy notable, señor; probablemente usted no ha de haber recibido nunca una<br />

solicitud como la mía."—"Muy bien, nos fijaremos en ella; mi secretario dará a usted uno de los<br />

formularios usados para las solicitudes, y usted puede verme el lunes." Volvió, en efecto, ese día,<br />

trayéndome las preguntas contestadas del modo más extraordinario. En cuanto a libros, pretendió<br />

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