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SEPARATA revista Andorra.pdf - FedIcaria

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quedaba explícitamente subrayado por el futuro presidente del Gobierno republicano: “Es<br />

un deber social que la cultura llegue a todos, que nadie por falta de ocasión, de instrumentos<br />

de cultivo, se quede baldío. La democracia que solo instituye los órganos políticos<br />

elementales, como son los comicios, el Parlamento, el Jurado, no es más que aparente<br />

democracia. Si a quien se le da el voto no se le da la escuela, padece una estafa. La democracia<br />

es fundamentalmente un avivador de la cultura […]. El Estado debe gastar cuanto<br />

sea menester, pero con provecho y orden. Economías, en los gastos militares y navales<br />

que, sobre arruinarnos, para nada sirven; supresión del presupuesto del clero; dotación<br />

sufi ciente para la enseñanza del pueblo y la cultura superior; el Estado tendrá en sus<br />

escuelas un puesto para cada alumno en edad escolar y un maestro para cada cuarenta<br />

alumnos” (Azaña, 1924).<br />

Sobre la base de esa audaz y expuesta alianza interclasista y antioligárquica urdida por<br />

republicanos y socialistas en un contexto internacional extraordinariamente complicado y<br />

adverso, vio la luz el reformismo educativo de la Segunda República: sin duda un programa<br />

ambicioso para un tiempo de encrucijada. La tarea, como se verá, era de envergadura<br />

y quizá por ello, acaso sin pretenderlo, tuvo lugar un inteligente y efi caz reparto de papeles<br />

entre ideólogos, políticos, como Marcelino Domingo, Fernando de los Ríos –a la sazón<br />

los ministros de Instrucción Pública más signifi cativos del periodo– o Domingo Barnés<br />

y, sobre todo, Rodolfo Llopis –subsecretario y director general, respectivamente–, hombres<br />

de acción e imprescindibles mediadores entre la “alta” y la “baja” pedagogía –como<br />

Antonio Ballesteros o Fernando Sainz, que ocuparon puestos clave en la Inspección Central–:<br />

en todos los casos la impronta institucionista y la militancia, ora republicana ora<br />

socialista, no puede estar más a la vista.<br />

Marcelino Domingo (tercero por la izquierda), ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, con otros ministros del<br />

gobierno presidido por Manuel Azaña, de visita en una escuela infantil en mayo de 1936.<br />

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