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Subsidio Catequístico II - Diócesis de Quilmes

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Encuentros catequísticos 42<br />

Ya hemos visto cómo Jesús reúne en torno a él gente <strong>de</strong> lo más diversa. Don<strong>de</strong> sea que va, Jesús va<br />

creando «comunidad»: incluyendo a las personas incluidas, reconciliando a las que están divididas,<br />

acercando a Dios a quienes se habían alejado anunciándoles el perdón, recibiendo a todas y todos.<br />

Jesús reúne. Y, reuniendo, va realizando la llamada <strong>de</strong> Dios: que toda la humanidad viva en comunión.<br />

Después <strong>de</strong> la pascua, el Espíritu <strong>de</strong> Dios, así como había <strong>de</strong>scendido sobre Jesús en su bautismo,<br />

<strong>de</strong>scendió también sobre la primera comunidad <strong>de</strong> creyentes. Y la Iglesia se manifestó al mundo.<br />

La Iglesia nace convocada por Dios, por la fuerza <strong>de</strong>l Espíritu que reúne y anima a quienes creen en<br />

Jesús. Vamos a leer el relato tal como lo narra el libro <strong>de</strong> los Hechos <strong>de</strong> los Apóstoles. En un encuentro<br />

anterior, escuchamos el testimonio que dio el apóstol Pedro el día <strong>de</strong> Pentecostés, anunciando que<br />

Jesús, el Crucificado, había sido resucitado por Dios. Escuchemos lo que sucedió inmediatamente<br />

<strong>de</strong>spués.<br />

Leemos: Hechos 2, 37-47<br />

El relato <strong>de</strong> Hechos <strong>de</strong> los Apóstoles nos permite <strong>de</strong>scubrir varios rasgos fundamentales <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad<br />

<strong>de</strong> la Iglesia:<br />

• «Los que recibieron la palabra <strong>de</strong> Pedro se hicieron bautizar...». La Iglesia —ya lo dijimos— nace <strong>de</strong><br />

la llamada <strong>de</strong> Dios, recibida con fe. La fe es respuesta al anuncio <strong>de</strong> la buena noticia <strong>de</strong> Jesús.<br />

Despierta la conversión <strong>de</strong>l corazón. El bautismo es el sacramento <strong>de</strong> fe, que nos incorpora al<br />

pueblo <strong>de</strong> Dios.<br />

Por eso no nos cansamos <strong>de</strong> repetir: Iglesia somos todas las bautizadas y todos los bautizados.<br />

Hay una gran diversidad <strong>de</strong> dones y <strong>de</strong> servicios, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los más escondidos hasta los más visibles.<br />

Pero todas y todos compartimos una misma dignidad: hijas e hijos <strong>de</strong> Dios, unidos en Cristo,<br />

animados por su Espíritu.<br />

• «Y ese día se unieron a ellos...». Creer en Jesús implica vivir la fe en comunidad. No se pue<strong>de</strong> creer<br />

en Dios, Amor y Comunión, y vivir en el aislamiento. Un viejo refrán logra expresarlo bien: «Un<br />

cristiano solo no es cristiano». Con todas sus luces y sombras, con todas sus fortalezas y <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s,<br />

la comunidad cristiana es el lugar don<strong>de</strong> se recibe, se vive, madura y se nutre la fe.<br />

• «Todos se reunían asiduamente...». La permanencia en la comunidad no es algo ocasional o<br />

circunstancial. Requiere adhesión, perseverancia y una integración activa al grupo <strong>de</strong> los creyentes.<br />

• «...para escuchar la enseñanza <strong>de</strong> los Apóstoles...». La Iglesia vive en referencia constante al<br />

evangelio <strong>de</strong> Jesús, trasmitido <strong>de</strong> generación en generación, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tiempo <strong>de</strong> los Apóstoles hasta<br />

nuestros días. Por eso la Iglesia está siempre «en estado <strong>de</strong> conversión». Una y otra vez, la<br />

comunidad cristiana tiene que recurrir a la escuela (la escucha) <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong> Dios para no per<strong>de</strong>r<br />

el rumbo y re<strong>de</strong>scubrir su i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> pueblo llamado, convocado, por Dios.<br />

Sólo si escucha atentamente la palabra <strong>de</strong> Dios, la Iglesia <strong>de</strong> hoy pue<strong>de</strong> seguir realizando<br />

«prodigios y signos» como en tiempos <strong>de</strong> los Apóstoles. No se trata tanto <strong>de</strong> milagros<br />

extraordinarios, sino más bien <strong>de</strong> la fi<strong>de</strong>lidad a la práctica liberadora <strong>de</strong> Jesús. La misma misión <strong>de</strong><br />

Cristo es ahora la misión <strong>de</strong> la comunidad cristiana. Llamado y misión son inseparables. Ya sea<br />

anunciando el evangelio o asumiendo responsabilida<strong>de</strong>s al servicio <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más y <strong>de</strong> la creación, la<br />

Iglesia vive su i<strong>de</strong>ntidad en la misión.

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