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Subsidio Catequístico II - Diócesis de Quilmes

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Presentación<br />

Tienen en sus manos el subsidio catequístico que contiene las doce catequesis para adultos, preparadas<br />

para las comunida<strong>de</strong>s que se reunirán como fruto <strong>de</strong> la misión diocesana <strong>de</strong>l año <strong>de</strong> la fe.<br />

Es la propuesta <strong>de</strong> un pequeño itinerario que nos permitirá celebrar la iniciación cristiana y renovar la<br />

alegría <strong>de</strong> la fe con las personas que respondan a la invitación y manifiesten su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ser bautizadas,<br />

confirmadas o celebrar la primera comunión. Estas catequesis fueron preparadas pensando, ante todo,<br />

en ellas, pero también en otras personas adultas que, habiendo celebrado ya todos estos sacramentos,<br />

quieran profundizar su fe.<br />

Los doce encuentros<br />

Este subsidio contiene, entonces, doce encuentros catequísticos centrados en estos temas:<br />

1. Imagen <strong>de</strong> Dios. La dignidad <strong>de</strong> la persona. pág. 4<br />

2. Historia <strong>de</strong> un encuentro. Dios sale al encuentro <strong>de</strong> la humanidad que lo busca. 9<br />

3. Jesús, buena noticia. Dios viene al encuentro <strong>de</strong> la humanidad. 14<br />

4. Dios es Amor. El Dios Trinitario que Jesús nos revela. 19<br />

5. El reino <strong>de</strong> Dios. La buena noticia <strong>de</strong> Jesús es el reinado <strong>de</strong> Dios. 22<br />

6. Por nosotros murió y resucitó. La pascua <strong>de</strong> Jesús. 26<br />

7. Sumergidos en su muerte, renacemos en su nueva vida. El sacramento <strong>de</strong>l bautismo. 30<br />

8. Hagan esto en memoria mía. El sacramento <strong>de</strong> la eucaristía. 34<br />

9. Con el aliento <strong>de</strong>l Espíritu. El sacramento <strong>de</strong> la confirmación. 38<br />

10. Pueblo <strong>de</strong> Dios. La Iglesia. 41<br />

11. Comprometidos en la historia. Comunidad cristiana y sociedad. 45<br />

12. Para seguir andando... 48<br />

En el camino <strong>de</strong> la iniciación cristiana <strong>de</strong> personas adultas, las celebraciones litúrgicas resultan tan<br />

importante como los encuentros catequísticos. Por eso, en otros subsidios, encontrarán propuestas para<br />

las celebraciones dominicales en distintos momentos <strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> Cuaresma y <strong>de</strong> Pascua.<br />

Encuentros catequísticos y celebraciones comunitarias se complementan mutuamente. Para tener un<br />

visión <strong>de</strong> conjunto y compren<strong>de</strong>r mejor el dinamismo <strong>de</strong> la propuesta, les proponemos dar una mirada<br />

al subsidio catequístico 1: Iniciación cristiana <strong>de</strong> adultos. Propuesta para el Año <strong>de</strong> la Fe.


Encuentros catequísticos 2<br />

Los encuentros, paso a paso<br />

Las catequesis respon<strong>de</strong>n a una misma propuesta metodológica. Cada una está orientada por un<br />

propósito, y se or<strong>de</strong>na en cuatro momentos o pasos.<br />

Al comienzo <strong>de</strong> cada catequesis encontrarán un PROPÓSITO. En pocas palabras hemos querido resumir<br />

aquello que queremos proponer, compartir e invitar a profundizar. En el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l encuentro<br />

mismo, es importante no per<strong>de</strong>r nunca <strong>de</strong> vista este propósito. Nos servirá <strong>de</strong> orientación y <strong>de</strong> guía,<br />

para no <strong>de</strong>sviarnos hacia aspectos secundarios o temáticas que serán tratadas en otro momento <strong>de</strong>l<br />

itinerario.<br />

A la luz <strong>de</strong> este propósito se <strong>de</strong>sarrolla el tema, en cuatro pasos:<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

El primer momento es tomar contacto con la experiencia <strong>de</strong> vida que cada persona trae al<br />

encuentro. Toda vida tiene un sentido en el proyecto <strong>de</strong> Dios y Dios mismo no está ausente <strong>de</strong><br />

ninguna historia personal. Por eso, partimos <strong>de</strong> nuestra vida...<br />

En este momento <strong>de</strong>l encuentro, las y los catequistas buscarán facilitar un clima <strong>de</strong> confianza y<br />

<strong>de</strong> fraternidad en el que se cada una y cada uno pueda expresarse con libertad. Es importante que<br />

adopten una actitud <strong>de</strong> escucha respetuosa, sin emitir juicios ni dar opiniones sobre lo que cada<br />

persona comparte. Cada historia personal es valiosa así como es.<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

Partiendo <strong>de</strong> nuestra vida, nos ponemos a la escucha <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong> Dios. El segundo momento<br />

<strong>de</strong> la catequesis ofrece una reflexión a partir <strong>de</strong> textos bíblicos y <strong>de</strong> la enseñanza <strong>de</strong> la Iglesia.<br />

En cada grupo <strong>de</strong> catequesis habrá que encontrar el modo concreto <strong>de</strong> dar este paso, el que<br />

más ayu<strong>de</strong> a este grupo en particular. Podría hacerse a modo <strong>de</strong> anuncio a cargo <strong>de</strong> un/a<br />

catequista, o bien leyendo en el grupo el texto propuesto mientras se va dialogando sobre lo que<br />

allí aparece, o <strong>de</strong> algún otro modo más apropiado.<br />

Quizás algunas comunida<strong>de</strong>s quieran fotocopiar y entregar al grupo el texto <strong>de</strong> la reflexión<br />

propuesta. Para facilitarlo, en otro cua<strong>de</strong>rnillo (el subsidio catequístico 3), hemos reunido todos<br />

los textos separados <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l material.<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Después <strong>de</strong> escuchar la palabra <strong>de</strong> Dios, volvemos sobre nuestra vida para <strong>de</strong>scubrir y<br />

profundizar a qué nos invita Dios. Se trata <strong>de</strong> generar un ámbito <strong>de</strong> reflexión que permita<br />

apropiarse <strong>de</strong> lo dialogado. En general se proponen algunas preguntas disparadoras <strong>de</strong>l diálogo.<br />

De nuevo, la actitud <strong>de</strong> las y los catequistas <strong>de</strong>berá ser la escucha respetuosa. Tal vez puedan<br />

sugerir, muy discretamente, alguna orientación, pero sin imponer su propia voz. En todo caso es<br />

importante que tengan presente que se trata <strong>de</strong> un camino, un itinerario don<strong>de</strong> nuestra respuesta<br />

a las llamadas <strong>de</strong> Dios va madurando poco a poco.<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Y finalmente celebramos la vida iluminada por la palabra <strong>de</strong> Dios. Este último paso <strong>de</strong> oración<br />

comunitaria no es un agregado que se pueda pasar por alto, o abreviar porque nos queda poco<br />

tiempo... Es un momento importante, en el que nuestras palabras y nuestros gestos son una<br />

primera respuesta a la palabra y la invitación <strong>de</strong> Dios.<br />

Las y los catequistas ayudarán mucho al grupo si se proponen ser servidoras y servidores <strong>de</strong> su<br />

oración, sin acaparar la palabra (superando el miedo a los silencios <strong>de</strong>l grupo) y <strong>de</strong>jando espacio a<br />

la escucha <strong>de</strong> las lecturas bíblicas, el canto compartido, los gestos...


3 Encuentros catequísticos<br />

Estos cuatro pasos <strong>de</strong>scriben el movimiento <strong>de</strong> cada encuentro, el paso a paso que nos permitirá ir<br />

haciendo camino.<br />

Tal vez algunos catequistas puedan encontrar útil leer las sugerencias para misioneras y misioneros que<br />

aparecen en el subsidio misionero 1, especialmente el apartado: «¿Cómo lo hacemos?», que indica<br />

algunas actitu<strong>de</strong>s fundamentales válidas para toda la misión <strong>de</strong>l Año <strong>de</strong> la Fe.<br />

Libertad y creatividad al servicio <strong>de</strong>l evangelio<br />

Una última anotación, a modo <strong>de</strong> recordatorio.<br />

Este material es, ante todo, una propuesta. Cada comunidad es libre <strong>de</strong> reor<strong>de</strong>nar o modificar los<br />

encuentros presentados aquí. Se podría, incluso, pensar itinerarios diferentes.<br />

Por nuestra parte, hemos buscado ofrecer un material que sirva <strong>de</strong> orientación y base para favorecer<br />

(no para limitar) la libertad y creatividad <strong>de</strong> las comunida<strong>de</strong>s al servicio <strong>de</strong>l evangelio. Seguramente <strong>de</strong><br />

las distintas experiencias que se realicen en este Año <strong>de</strong> la Fe podremos recoger indicaciones,<br />

sugerencias o correcciones para mejorar el material.<br />

En <strong>de</strong>finitiva, lo que verda<strong>de</strong>ramente cuenta es buscar, en la comunión <strong>de</strong> todo el pueblo <strong>de</strong> Dios, ser<br />

fieles al envío <strong>de</strong> Jesús: «Por el camino proclamen que el reino <strong>de</strong> los Cielos está cerca... Uste<strong>de</strong>s han<br />

recibido gratuitamente, <strong>de</strong>n también gratuitamente» (Mateo 10, 7.8).


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Imagen <strong>de</strong> Dios<br />

La dignidad <strong>de</strong> la persona<br />

Encuentro 1<br />

Invitar a reconocer que nuestra vida y nuestras experiencias son valiosas en el proyecto <strong>de</strong> Dios.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Dialogamos, invitando a compartir:<br />

• ¿Cómo llegué a estos encuentros?, ¿quién me invitó?<br />

• ¿Qué espero encontrar?<br />

• ¿Qué puedo compartir <strong>de</strong> mi vida?, ¿cómo es mi realidad familiar?<br />

• Si tuviera que hablar sobre mi relación con la fe en pocas palabras, ¿qué diría?<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

Cuanto más avanzamos en la vida, más nos interesa <strong>de</strong>scubrir nuestras raíces: ¿De dón<strong>de</strong> venimos?<br />

¿Cómo vinieron nuestros antepasados? ¿De qué manera nuestra historia y la historia <strong>de</strong> quienes nos<br />

dieron la vida marcan nuestras experiencias <strong>de</strong> hoy? En realidad, esas raíces nos muestran quiénes<br />

somos aquí y ahora, y nos ayudan a proyectarnos hacia el futuro.<br />

Lo mismo suce<strong>de</strong> en la Biblia. Es la palabra <strong>de</strong> Dios, escrita y compartida por las y los creyentes a lo<br />

largo <strong>de</strong> las generaciones. Narra la historia <strong>de</strong> Dios y su pueblo.<br />

También el pueblo <strong>de</strong> la Biblia, como nosotros, se preguntó por su origen. Quiso encontrar sus<br />

raíces. Y <strong>de</strong>scubrió que esas raíces tenían un origen bien profundo: el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> Dios, el amor <strong>de</strong> Dios<br />

por la humanidad...<br />

Las primeras páginas <strong>de</strong> la Biblia, en el libro <strong>de</strong>l Génesis, hablan <strong>de</strong> esas raíces. Y, como esa historia<br />

es también nuestra historia, vamos a leer esas páginas para que nos ayu<strong>de</strong>n a <strong>de</strong>scubrir nuestras raíces<br />

más hondas.<br />

Leemos: Génesis 1, 26 – 2, 3<br />

Este texto contiene afirmaciones que son la base <strong>de</strong> la visión cristiana <strong>de</strong>l ser humano.<br />

• «Dios creó al ser humano a su imagen». Lo primero que afirma la Biblia sobre el ser humano es su<br />

dignidad. Dicho así pue<strong>de</strong> que no parezca gran cosa, pero pensémoslo <strong>de</strong> otro modo. Cuando<br />

alguien nos pregunta: «¿Quién sos?», solemos respon<strong>de</strong>r hablando <strong>de</strong> nuestra ocupación (trabajo,<br />

oficio, profesión, estudio, etc.), <strong>de</strong> nuestra familia (hija/o <strong>de</strong> tal, esposa/o <strong>de</strong> tal, etc.), <strong>de</strong> nuestro<br />

lugar <strong>de</strong> origen (la ciudad, la provincia, el país <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vinieron nuestros padres o abuelos) y hasta<br />

<strong>de</strong> aspectos menos profundos como nuestros gustos (<strong>de</strong>portes, música, etc.). La Biblia va mucho


5 Encuentros catequísticos<br />

más lejos. Afirma que somos imagen <strong>de</strong> Dios. La fe nos invita a <strong>de</strong>scubrir esto: En toda la tierra, no<br />

hay nada tan valioso para Dios como el ser humano, porque así lo quiso Dios. Nos quiso únicos,<br />

libres, capaces <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r y compren<strong>de</strong>rnos, capaces <strong>de</strong> relacionarnos con los <strong>de</strong>más y con Dios,<br />

capaces <strong>de</strong> amar... Todo ser humano tiene esta dignidad única, aún quienes no lo saben y quienes<br />

no pue<strong>de</strong>n creer en Dios.<br />

Por eso, cada ser humano es alguien único y original. No hay dos personas iguales en el universo.<br />

Tenemos como una muestra <strong>de</strong> esto en nuestras huellas digitales. Pero lo reconocemos, sobre todo,<br />

al darnos cuenta <strong>de</strong> la diversidad <strong>de</strong> nuestras historias, nuestras capacida<strong>de</strong>s, nuestros caminos <strong>de</strong><br />

vida, nuestras elecciones... En el proyecto <strong>de</strong> Dios, no hay copia ni duplicado.<br />

Por eso, también, cada persona está llamada a <strong>de</strong>sarrollar su i<strong>de</strong>ntidad. No somos «algo», sino<br />

«alguien». Dios no nos crea como una cosa, ya terminada y sin posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cambiar, sino como<br />

seres libres, que van «haciéndose» a lo largo <strong>de</strong> su vida. A cada una y cada uno le queda entonces esa<br />

tarea: <strong>de</strong>splegar su originalidad, hacer madurar las capacida<strong>de</strong>s y dones que Dios le ha dado,<br />

respon<strong>de</strong>r a su amor amando... Dios no es el enemigo <strong>de</strong> nuestra libertad. Es Dios quien la hace<br />

posible.<br />

• A los seres humanos, Dios «los creó varón y mujer». En el contexto cultural machista que ro<strong>de</strong>aba al<br />

pueblo <strong>de</strong> la Biblia, estas palabras tienen que haber sido sorpren<strong>de</strong>ntes. Y siguen siendo<br />

sorpren<strong>de</strong>ntes hoy, que todavía vivimos en una cultura que privilegia al varón. La Biblia, por el<br />

contrario, presenta a Dios creando con cuidado y cariño tanto al varón como a la mujer. Diferentes<br />

por ser alguien único, pero iguales en dignidad, varones y mujeres somos la imagen <strong>de</strong> Dios.<br />

• «Dios los bendijo». Ben<strong>de</strong>cir es tanto como <strong>de</strong>clararse a favor <strong>de</strong> alguien o algo. Aquí, Dios se<br />

<strong>de</strong>clara a favor <strong>de</strong>l ser humano, mujeres y varones. Dios nos bendice. Des<strong>de</strong> el comienzo, afirma la<br />

Biblia, Dios se <strong>de</strong>clara como un Dios que ama a la humanidad, que cuida <strong>de</strong> su vida, que está<br />

constantemente a nuestro lado y hace posible que nos realicemos plenamente. Nuestro Dios es el<br />

Dios que se compromete con la humanidad.<br />

• «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla». Si es cierto que cada persona está<br />

llamada a <strong>de</strong>sarrollar su i<strong>de</strong>ntidad, no es menos cierto que nadie realiza esta tarea en el aislamiento.<br />

Vivimos en relación con otras y otros, y habitamos una misma tierra. La tarea que Dios nos confía<br />

es un llamado a la fecundidad: reconocer en cada persona un hermano o una hermana,<br />

relacionarnos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el reconocimiento <strong>de</strong> nuestras diferencias y nuestra dignidad compartida, amar<br />

y proteger la vida, cuidar <strong>de</strong> todo lo creado...<br />

• «Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno». El mismo relato <strong>de</strong> la Biblia dice<br />

que, mientras iba creando las <strong>de</strong>más cosas, Dios miraba y veía que «todo era bueno». Ahora que hizo<br />

al ser humano, mira y ve que todo es «muy bueno». No solamente bueno, sino «muy bueno». Al<br />

hacernos así como somos, a su imagen y semejanza, Dios corona su obra. Y esto no es algo <strong>de</strong>l<br />

pasado: el Creador sigue actuando en la historia, sigue mirándonos y diciendo: «todo es muy<br />

bueno».<br />

A veces nosotros estamos tentados <strong>de</strong> mirar las cosas <strong>de</strong> otro modo. Nos asombra la inmensidad<br />

<strong>de</strong>l cielo, la majestuosidad <strong>de</strong>l mar o las montañas, la belleza <strong>de</strong> los árboles, sus flores y sus frutos...<br />

¡Parecería que todo lo <strong>de</strong>más es más gran<strong>de</strong> que el ser humano! Y al ver <strong>de</strong> cuánta maldad somos<br />

capaces los hombres y las mujeres, llegaríamos a <strong>de</strong>sanimarnos.<br />

Pero a los ojos <strong>de</strong> Dios las cosas son diferentes: la bondad y la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> su obra está<br />

expresada, sobre todo, en nuestra dignidad, nuestra libertad y nuestra vida. Dios no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> apostar<br />

por la humanidad, no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cirla y comprometerse con ella.


Encuentros catequísticos 6<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

El relato bíblico, que escuchamos y reflexionamos, nos invita a <strong>de</strong>scubrir que nosotras y nosotros, así<br />

como somos, somos únicas y únicos, infinitamente valiosos a los ojos <strong>de</strong> Dios, que tenemos una<br />

dignidad que nada ni nadie nos pue<strong>de</strong> quitar, y que nuestra historia es una historia en la que ya está<br />

presente Dios.<br />

Proponemos comenzar compartiendo:<br />

• Al leer estas primeras páginas <strong>de</strong> la Biblia, ¿qué <strong>de</strong>scubro <strong>de</strong> novedoso?<br />

Después se entrega a cada participante una hoja como la <strong>de</strong> la página siguiente. Y se invita a escribir:<br />

• El propio nombre. Nuestro nombre nos i<strong>de</strong>ntifica, dice quién somos y dice que somos personas<br />

únicas.<br />

• Tres palabras que me <strong>de</strong>finen: ¿Cómo soy? Nuestro modo <strong>de</strong> ser es único, nos i<strong>de</strong>ntifica. Al <strong>de</strong>cir<br />

cómo somos, en realidad, <strong>de</strong>cimos también quiénes somos. Podrían ser capacida<strong>de</strong>s («tengo<br />

capacidad para escuchar a la gente», «tengo la capacidad <strong>de</strong> estar al lado <strong>de</strong> la gente en los<br />

momentos difíciles», etc.), cualida<strong>de</strong>s (generosidad, paciencia, buen humor, entusiasmo, etc.),<br />

dones (esos «talentos» que traemos con nosotros: para la música, para el <strong>de</strong>porte, para hacer<br />

nuevas amista<strong>de</strong>s, etc.)... A veces, <strong>de</strong>scubrimos todo esto por lo que otras personas nos ayudan a<br />

ver <strong>de</strong> nosotros mismos.<br />

• Tres experiencias que me hacen único/a: ¿Qué he vivido? Los acontecimientos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

van haciendo <strong>de</strong> nosotras/os personas únicas. Por eso, la experiencia <strong>de</strong> vida que trae cada una y<br />

cada uno es única y es una riqueza que po<strong>de</strong>mos compartir con otros. Estas experiencias podrían<br />

ser, por ejemplo, situaciones que cambiaron mi vida, momentos felices o dolorosos que me han<br />

marcado.<br />

• Tres personas que me han marcado en la vida: ¿Qué personas han sido importantes para mí? Las<br />

personas con las que vivimos o hemos vivido marcan, <strong>de</strong> un modo u otro nuestra vida. Entre<br />

ellas, algunas nos enseñan —con su palabra o con su ejemplo— algo que llega a ser importante<br />

para nosotros, que no olvidamos nunca más y que suele orientar nuestro propio camino en la<br />

vida. En este espacio <strong>de</strong> la hoja escribimos sus nombres y, al hacerlo, recordamos por qué han<br />

sido importantes para nosotros.<br />

Después <strong>de</strong> un tiempo <strong>de</strong> reflexión personal, compartimos lo que hemos escrito. No es necesario<br />

hablar <strong>de</strong> todo: más bien se trata <strong>de</strong> compartir lo que cada una/o consi<strong>de</strong>ra más importante.<br />

Al terminar el diálogo, la persona que anima agra<strong>de</strong>ce a cada persona por lo que ha compartido: es<br />

valioso para ella y es valioso para todo el grupo.


¿Qué he vivido?<br />

¿Cómo soy?<br />

• ...................................................................<br />

• ...................................................................<br />

• ...................................................................<br />

• ...................................................................<br />

• ...................................................................<br />

• ...................................................................<br />

Yo soy ..............................................<br />

¿Qué personas han sido importantes para mí?<br />

• ...................................................................<br />

• ...................................................................<br />

• ...................................................................


Encuentros catequísticos 8<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta y una vela encendida.<br />

Un/a catequista introduce la oración con estas palabras:<br />

Hemos dicho que la vida <strong>de</strong> cada persona es valiosa a los ojos <strong>de</strong> Dios, y recién compartimos algo<br />

<strong>de</strong> nuestra vida. En la experiencia <strong>de</strong> cada una y cada uno, reflejada <strong>de</strong> algún modo en la hoja que<br />

escribimos, está presente Dios. No es necesario buscar en otro lado la imagen <strong>de</strong> Dios: está allí, en<br />

nuestras vidas, en lo que hemos compartido.<br />

Por eso, los invito a que pongamos estas hojas junto al Libro <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong> Dios. Nuestras vidas<br />

son obra <strong>de</strong> Dios, creación suya. Nuestras vidas son sagradas. Así que, al lado <strong>de</strong> cada hoja vamos<br />

a encen<strong>de</strong>r también una pequeña vela: En nuestras vidas está Dios.<br />

Mientras se presentan las hojas y se encien<strong>de</strong>n las velas, se escucha algo <strong>de</strong> música instrumental suave.<br />

Después, un/a catequista invita:<br />

Demos gracias a Dios por nuestras vidas,<br />

por las vidas <strong>de</strong> quienes están aquí a nuestro lado,<br />

por lo que hemos compartido en este encuentro...<br />

(Podríamos hacerlo en voz alta, diciendo algo que quisiéramos agra<strong>de</strong>cerle especialmente a Dios.)<br />

Dejar un momento para que cada miembro <strong>de</strong>l grupo pueda expresarse.<br />

Finalmente, esta oración (o alguna semejante) pue<strong>de</strong> ser recitada por un/a catequista o por todo el<br />

grupo:<br />

Dios bueno, creador <strong>de</strong> todo,<br />

vos nos conocés por nuestro propio nombre,<br />

conocés lo más íntimo <strong>de</strong> nuestro corazón,<br />

y así nos has amado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre.<br />

Te damos gracias por el don <strong>de</strong> nuestras vidas:<br />

Así como son,<br />

con sus alegrías y dificulta<strong>de</strong>s,<br />

con sus fortalezas y <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s,<br />

son valiosas a tus ojos,<br />

llevan la huella <strong>de</strong> tu bondad y tu belleza,<br />

y son un regalo <strong>de</strong> tu generosidad.<br />

Enseñanos a mirarnos como vos nos mirás:<br />

con ternura, con respeto, con amor.<br />

¡Gracias por la vida! ¡Gracias por todo! Amén.<br />

El encuentro termina con una canción apropiada, por ejemplo: Salmo <strong>de</strong> la creación (letra y música:<br />

Patrick Richard) o Gracias a la vida (letra y música <strong>de</strong> Violeta Parra).


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Historia <strong>de</strong> un encuentro<br />

Dios sale al encuentro <strong>de</strong> la humanidad que lo busca<br />

Encuentro 2<br />

Generar un espacio <strong>de</strong> diálogo y reflexión que permita <strong>de</strong>scubrir que Dios toma la iniciativa y se hace<br />

cercano a la humanidad, revelándose como el Dios <strong>de</strong> la alianza, la liberación y la vida.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Dialogamos a partir <strong>de</strong> una o más <strong>de</strong> estas preguntas:<br />

• ¿En qué momentos <strong>de</strong> mi vida me he preguntado por la presencia <strong>de</strong> Dios? ¿Qué he sentido?<br />

• ¿Qué personas me han hablado <strong>de</strong> Dios o me han permitido <strong>de</strong>scubrir algo <strong>de</strong> Dios?<br />

¿Qué me trasmitieron?<br />

• ¿He vivido situaciones en las experimenté la presencia <strong>de</strong> Dios? ¿Cuáles? ¿Qué sentí?<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

En distintas circunstancias <strong>de</strong> la vida, en la contemplación o en situaciones límites, abrimos nuestra<br />

conciencia y nuestro corazón a realida<strong>de</strong>s que nos interrogan, <strong>de</strong>spiertan nuestro asombro o nos hacen<br />

palpar nuestra fragilidad más profunda. Hay momentos en los que nos preguntamos por la existencia,<br />

la belleza, el gozo, la felicidad, nuestra razón <strong>de</strong> ser, el sentido <strong>de</strong> la vida, la libertad, el porqué <strong>de</strong> las<br />

injusticias, el dolor, el sufrimiento, la muerte... Otras veces nos aborda como una fuerza convincente<br />

que nos hace sentir en buenas manos, nos suscita una confianza in<strong>de</strong>scriptible como nacida <strong>de</strong> un amor<br />

gran<strong>de</strong>.<br />

En medio <strong>de</strong> estos interrogantes se <strong>de</strong>spliega una búsqueda en la que Dios se revela, se da a conocer.<br />

La vida <strong>de</strong> fe podría ser <strong>de</strong>scrita así, como un encuentro <strong>de</strong> dos liberta<strong>de</strong>s que se buscan mutuamente.<br />

– Por un lado, la humanidad busca a Dios, por distintos caminos, a veces a tientas y a ciegas. Los<br />

pueblos y sus culturas dan testimonio <strong>de</strong> estas búsquedas en sus experiencias religiosas tan variadas y<br />

ricas.<br />

– A su vez, Dios busca a la humanidad: toma la iniciativa, haciéndose cercano a cada persona y<br />

poniéndose al lado <strong>de</strong> todos los pueblos. Incluso si los hombres y las mujeres no llegaran a<br />

reconocerlo, Dios está allí, a su lado. Acompaña sus vidas. En cada anhelo <strong>de</strong> libertad y dignidad, en<br />

cada esfuerzo por la justicia y la paz, en cada encuentro vivido en el amor, allí está Dios.<br />

Sí, Dios toma la iniciativa <strong>de</strong> salirnos al encuentro. La fe cristiana proclama y celebra a un Dios que,<br />

lejos <strong>de</strong> ocultarse en un cielo lejano, se revela ofreciendo su amor y su vida.<br />

Esa iniciativa <strong>de</strong> Dios, que sale al encuentro <strong>de</strong> la humanidad que lo busca, tiene lugar sobre todo en<br />

la historia <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> la alianza. La Biblia narra esa historia. Es fruto <strong>de</strong>l largo camino por el que<br />

Dios fue llamando, formando y guiando a un pueblo que fuera, entre todos los pueblos, un signo <strong>de</strong> su<br />

amor por el mundo entero: el pueblo <strong>de</strong> Israel, en cuyo seno nacerá Jesús.


Encuentros catequísticos 10<br />

Un momento privilegiado <strong>de</strong> esta historia es la liberación <strong>de</strong> la esclavitud, la celebración <strong>de</strong> la<br />

Alianza y el camino por el <strong>de</strong>sierto hacia la tierra <strong>de</strong> la promesa. Todavía en nuestros días este<br />

acontecimiento sigue siendo el corazón <strong>de</strong> la fe <strong>de</strong>l pueblo judío. Vamos a mirarla más <strong>de</strong> cerca,<br />

escuchando las palabras <strong>de</strong> la Biblia.<br />

Leemos: Éxodo 3, 1-10<br />

• Israel es un pueblo extranjero, que se ha asentado en Egipto. Está sufriendo la explotación, la<br />

opresión y la humillación <strong>de</strong>l Faraón. Pue<strong>de</strong> recordar la promesa <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>lidad que su Dios<br />

había hecho a Abraham... pero su realidad está muy lejos <strong>de</strong> ser esa «bendición» anunciada por<br />

Dios. ¿Se habría olvidado <strong>de</strong> ellos?<br />

• Es allí don<strong>de</strong> Dios interviene nuevamente <strong>de</strong> un modo bien palpable. Pero no lo hace<br />

mágicamente. Interviene en la historia convocando y enviando a personas concretas. Moisés<br />

experimenta ese llamado <strong>de</strong> Dios, y recibe una misión. Será Moisés quien tenga que<br />

presentarse ante el Faraón y ante el pueblo para anunciarles el proyecto liberador <strong>de</strong> Dios.<br />

Será Moisés quien guíe al pueblo en la salida <strong>de</strong> Egipto y a lo largo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto hacia la tierra<br />

prometida por Dios.<br />

• Pero —y esto es lo más importante— la iniciativa es Dios. Es Dios quien está atento al clamor<br />

<strong>de</strong>l pueblo oprimido. Es Dios quien da el primer paso: «Sí, conozco muy bien sus sufrimientos.<br />

Por eso he bajado a liberarlo...».<br />

• La liberación no será fácil. El pueblo tendrá que escapar en medio <strong>de</strong> la noche, mientras es<br />

perseguida por el ejército <strong>de</strong>l Faraón. Los gran<strong>de</strong>s anhelos <strong>de</strong> la humanidad, anhelos <strong>de</strong><br />

libertad y <strong>de</strong> justicia, siempre encuentran resistencias y oposiciones. También los anhelos <strong>de</strong><br />

Dios.<br />

La salida <strong>de</strong> Egipto, el cruce por en medio <strong>de</strong>l mar abierto, la marcha <strong>de</strong> toda una multitud<br />

serán el signo <strong>de</strong> que, a pesar <strong>de</strong> todo, Dios convierte nuestra historia humana —con todo el<br />

mal que pueda habitarla— en historia santa, historia <strong>de</strong> salvación. Sí, Dios se pone al frente <strong>de</strong><br />

quienes buscan una tierra sin opresión ni injusticia, una «tierra sin males» (como <strong>de</strong>cían los<br />

pueblos guaraníes). Dios transforma las aguas <strong>de</strong>l mar en un camino abierto hacia libertad...<br />

Imaginen un pueblo que escapa y, <strong>de</strong> repente, se encuentra acorralado entre el mar y el<br />

ejercito que lo persigue: en apariencia todo se ha terminado, no hay salida... Nuestro Dios es<br />

el Dios que hace posible toda esperanza.<br />

• En el <strong>de</strong>sierto, liberados ya <strong>de</strong> la esclavitud, Dios hará una alianza con su pueblo. Será un<br />

suerte <strong>de</strong> compromiso <strong>de</strong> amor y fi<strong>de</strong>lidad, que se concreta en las palabras —muchas veces<br />

repetidas a lo largo <strong>de</strong> la Biblia— pronunciadas por el mismo Dios: «Uste<strong>de</strong>s serán mi pueblo y<br />

Yo seré su Dios» (ver, por ejemplo, Éxodo 6, 6-8). La alianza es el compromiso por el que<br />

Dios se une a su pueblo (prometiendo estar siempre a su lado, guiarlo, liberarlo, sostenerlo) y<br />

el pueblo se une a Dios (escuchando su palabra, confiando en él, viviendo según la Ley <strong>de</strong><br />

libertad que él le ofrece, amando a los <strong>de</strong>más como Dios lo ha amado). Un relato <strong>de</strong> la<br />

celebración <strong>de</strong> esta alianza se encuentra en Éxodo 19, 1-8.


11 Encuentros catequísticos<br />

Algún tiempo <strong>de</strong>spués, cuando Israel haya olvidado la alianza que lo une a Dios, el profeta Miqueas<br />

volverá a recordarle lo esencial. Sus palabras, breves y profundas, pue<strong>de</strong>n seguir guiando a las y los<br />

creyentes <strong>de</strong> hoy:<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

«Se te ha dicho qué es lo bueno<br />

y qué exige <strong>de</strong> ti el Señor:<br />

nada más que practicar la justicia,<br />

amar la fi<strong>de</strong>lidad<br />

y caminar humil<strong>de</strong>mente con tu Dios» (Miqueas 6, 8).<br />

En sus manifestaciones Dios va <strong>de</strong>lineando un proyecto que orienta nuestra vida y nos invita a<br />

colaborar con Dios. Dialogamos a partir <strong>de</strong> estas preguntas:<br />

• ¿Qué <strong>de</strong>scubrís <strong>de</strong> novedoso en lo que hemos escuchado y compartido?<br />

• ¿Cuál es el proyecto <strong>de</strong> Dios, su <strong>de</strong>seo para la humanidad? Si tuvieras que <strong>de</strong>scribirlo con tres<br />

palabras (sólo tres), ¿qué palabras usarías?<br />

• ¿Qué situaciones <strong>de</strong> nuestra realidad mundial, social, familiar, personal se oponen hoy al<br />

proyecto <strong>de</strong> Dios? (Podríamos recoger estas respuestas en un afiche <strong>de</strong> color rojo o naranja, color<br />

<strong>de</strong>l peligro).<br />

• ¿En qué situaciones <strong>de</strong> nuestra realidad <strong>de</strong>scubrís que se está realizando el proyecto <strong>de</strong> Dios?<br />

(Podríamos recoger estas respuestas en un afiche <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong>, color <strong>de</strong> la esperanza y <strong>de</strong> la<br />

vida).<br />

• ¿De qué manera, concretamente, te sentís llamado a colaborar con Dios? ¿Qué podés aportar?<br />

¿Qué cosas <strong>de</strong> tu vida podés cambiar? (Cada persona pue<strong>de</strong> anotar una palabra que resuma su<br />

respuesta; las hojas <strong>de</strong>berían ser <strong>de</strong> diferentes colores).<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta y una vela encendida. A cada lado se ponen los afiches rojo y ver<strong>de</strong>. Mientras tanto, se<br />

entregan al grupo las hojas con el texto <strong>de</strong>l salmo para rezarlo al final.<br />

Un/a catequista introduce la oración con estas palabras:<br />

Hemos compartido los sueños <strong>de</strong> Dios para la humanidad... Vemos también que todavía hoy<br />

existen muchas resistencias a ese proyecto: algunas provienen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otros lugares (los intereses <strong>de</strong><br />

unos pocos, las ambiciones <strong>de</strong>smedidas, el afán <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r), pero otras resistencias están en nosotros<br />

mismos (los cristianos llamamos a eso: «pecado», aquello que se opone a Dios y a su proyecto <strong>de</strong><br />

amor para la humanidad y la creación).<br />

Cada una y cada uno tiene en su mano una hoja don<strong>de</strong> ha escrito lo que cree que pue<strong>de</strong> aportar<br />

para que el proyecto <strong>de</strong> Dios se haga realidad hoy... Vamos a ponerlas todas junto a la Biblia. Son<br />

hojas <strong>de</strong> distintos colores y van a formar como un arco iris: el aporte <strong>de</strong> cada una y cada uno es<br />

diferente pero igualmente valioso e importante... Dios cuenta con nosotros.


Encuentros catequísticos 12<br />

Mientras cada participante <strong>de</strong>ja su hoja junto a la Biblia, se escucha algo <strong>de</strong> música instrumental suave.<br />

Rezamos con una oración <strong>de</strong> la Biblia, tomada <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> los Salmos. Es una acción <strong>de</strong> gracias a Dios,<br />

porque su amor es eterno pero se manifiesta concretamente en nuestra historia. El pueblo <strong>de</strong> Israel, el<br />

pueblo <strong>de</strong> Jesús, todavía hoy canta este salmo en la noche <strong>de</strong> Pascua, recordando la liberación y la<br />

alianza. (De a uno vamos leyendo cada estrofa, y respon<strong>de</strong>mos todos con las palabras: «¡porque es<br />

eterno su amor!».)<br />

1 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,<br />

porque es eterno su amor!<br />

4 Al único que hace maravillas,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

5 Al que hizo los cielos sabiamente,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

6 Al que afirmó la tierra sobre las aguas,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

11 Al que sacó <strong>de</strong> Egipto a su pueblo,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

12 con mano fuerte y brazo po<strong>de</strong>roso,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

13 Al que abrió en dos partes el Mar Rojo,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

14 Al que hizo pasar por el medio a Israel,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

16 Al que guió a su pueblo por el <strong>de</strong>sierto<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

21 Al que dio la tierra en herencia,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

22 en herencia a Israel, su servidor,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

23 Al que en nuestra humillación se acordó <strong>de</strong> nosotros,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

24 y nos libró <strong>de</strong> nuestros opresores,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

25 Al que da el alimento a todos los vivientes,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

(Cada una/o pue<strong>de</strong> agregar sus propias acciones <strong>de</strong> gracias a Dios y todos respon<strong>de</strong>mos:<br />

«¡porque es eterno su amor!». Las y los catequistas podrían expresar algunas acciones <strong>de</strong><br />

gracias, para ayudar al grupo a <strong>de</strong>sinhibirse, por ejemplo: «Gracias por la salud», «Gracias<br />

por (Nombre), que me invitó a creer», «Gracias por la gente que se compromete por la<br />

justicia», etc. Para terminar, un/a catequista dice la última estrofa:)<br />

26 ¡Den gracias al Dios <strong>de</strong> los cielos,<br />

porque es eterno su amor!<br />

Finalizamos el encuentro con una canción.<br />

<strong>de</strong>l salmo 135 (136)


1 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,<br />

porque es eterno su amor!<br />

4 Al único que hace maravillas,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

5 Al que hizo los cielos sabiamente,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

6 Al que afirmó la tierra sobre las aguas,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

11 Al que sacó <strong>de</strong> Egipto a su pueblo,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

12 con mano fuerte y brazo po<strong>de</strong>roso,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

13 Al que abrió en dos partes el Mar Rojo,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

14 Al que hizo pasar por el medio a Israel,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

16 Al que guió a su pueblo por el <strong>de</strong>sierto<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

21 Al que dio la tierra en herencia,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

22 en herencia a Israel, su servidor,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

23 Al que en nuestra humillación<br />

se acordó <strong>de</strong> nosotros,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

24 y nos libró <strong>de</strong> nuestros opresores,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

25 Al que da el alimento a todos los vivientes,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

Cada una y cada uno pue<strong>de</strong> agregar sus propias acciones<br />

<strong>de</strong> gracias a Dios y todos respon<strong>de</strong>mos: «¡porque es<br />

eterno su amor!».<br />

Al final, un/a catequista dice la última estrofa:<br />

26 ¡Den gracias al Dios <strong>de</strong> los cielos,<br />

porque es eterno su amor!<br />

<strong>de</strong>l salmo 135 (136)<br />

1 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,<br />

porque es eterno su amor!<br />

4 Al único que hace maravillas,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

5 Al que hizo los cielos sabiamente,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

6 Al que afirmó la tierra sobre las aguas,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

11 Al que sacó <strong>de</strong> Egipto a su pueblo,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

12 con mano fuerte y brazo po<strong>de</strong>roso,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

13 Al que abrió en dos partes el Mar Rojo,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

14 Al que hizo pasar por el medio a Israel,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

16 Al que guió a su pueblo por el <strong>de</strong>sierto<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

21 Al que dio la tierra en herencia,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

22 en herencia a Israel, su servidor,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

23 Al que en nuestra humillación<br />

se acordó <strong>de</strong> nosotros,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

24 y nos libró <strong>de</strong> nuestros opresores,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

25 Al que da el alimento a todos los vivientes,<br />

¡porque es eterno su amor!<br />

Cada una y cada uno pue<strong>de</strong> agregar sus propias acciones<br />

<strong>de</strong> gracias a Dios y todos respon<strong>de</strong>mos: «¡porque es<br />

eterno su amor!».<br />

Al final, un/a catequista dice la última estrofa:<br />

26 ¡Den gracias al Dios <strong>de</strong> los cielos,<br />

porque es eterno su amor!<br />

<strong>de</strong>l salmo 135 (136)


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Jesús, buena noticia<br />

Dios viene al encuentro <strong>de</strong> la humanidad<br />

Presentar a Jesús, Hijo <strong>de</strong> Dios hecho hombre para salvarnos.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Encuentro 3<br />

Para comenzar el encuentro, entregamos a cada persona un pequeño papel y le hacemos esta pregunta:<br />

• Si tuvieras que <strong>de</strong>cir en pocas palabras quién es Jesús, ¿qué dirías?<br />

Cada persona escribe su respuesta (breve). Después, los catequistas pi<strong>de</strong>n que guar<strong>de</strong>n el papel para<br />

volver a usarlo en otro momento. No se comparte lo escrito ni se explica nada más. Simplemente se<br />

pasa a otra cosa, con la actividad siguiente.<br />

Los catequistas presentan unos carteles con palabras <strong>de</strong> Jesús en los evangelios. Invitan al grupo a<br />

leerlas con atención. Las frases, sin importar el or<strong>de</strong>n, son:<br />

Yo vine para que tengan vida,<br />

y la tengan con abundancia.<br />

(Juan 10, 10)<br />

Amen a sus enemigos,<br />

hagan el bien a quienes los odian,<br />

bendigan a quienes los maldicen.<br />

(Lucas 6, 27-28)<br />

El Hijo <strong>de</strong>l hombre<br />

no vino para ser servido,<br />

sino para servir y dar su vida<br />

en rescate por una multitud.<br />

(Marcos 10, 45)<br />

No hay amor más gran<strong>de</strong><br />

que dar la vida por los amigos.<br />

(Juan 15, 13)<br />

Dejen que los niños<br />

vengan a mí, y no se lo impidan.<br />

Porque el reino <strong>de</strong> Dios pertenece<br />

a quienes son como ellos.<br />

(Marcos 10, 14)<br />

El Padre que está en el cielo sabe<br />

bien lo que uste<strong>de</strong>s necesitan.<br />

Busquen primero el reino<br />

y su justicia,<br />

y todo los <strong>de</strong>más<br />

se les dará por añadidura.<br />

(Mateo 6, 32-33)<br />

Tuve hambre, y uste<strong>de</strong>s me<br />

dieron <strong>de</strong> comer. Tuve sed,<br />

y uste<strong>de</strong>s me dieron <strong>de</strong> beber.<br />

Cada vez que lo hicieron con<br />

el más pequeño <strong>de</strong> mis hermanos,<br />

lo hicieron conmigo.<br />

(Mateo 25, 35.40)<br />

Vengan a mí todos los que están<br />

afligidos y agobiados,<br />

y yo los aliviaré.<br />

(Mateo 11, 28)<br />

Padre, perdónalos,<br />

porque no saben lo que hacen.<br />

(Lucas 23, 34)


15 Encuentros catequísticos<br />

Les doy un<br />

mandamiento nuevo:<br />

ámense los unos a los otros.<br />

Así como yo los he amado,<br />

ámense también uste<strong>de</strong>s<br />

los unos a los otros.<br />

(Juan 13, 34)<br />

Pidan y se les dará.<br />

Busquen y encontrarán.<br />

Llamen y se les abrirá.<br />

(Lucas 11, 9)<br />

Sean misericordiosos<br />

como el Padre <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s<br />

es misericordioso.<br />

No juzguen y no serán juzgados.<br />

No con<strong>de</strong>nen<br />

y no serán con<strong>de</strong>nados.<br />

Perdonen y serán perdonados.<br />

(Lucas 6, 36-37)<br />

El Espíritu <strong>de</strong>l Señor<br />

está sobre mí...<br />

Él me envió a llevar<br />

la buena noticia a los pobres.<br />

(Lucas 4, 18)<br />

Los catequistas invitan a elegir una <strong>de</strong> todas estas frases, comentando:<br />

Dios amó tanto al mundo,<br />

que entregó a su Hijo único<br />

para que todo el que cree en él<br />

no muera,<br />

sino que tenga vida eterna.<br />

(Juan 3, 16)<br />

Yo soy la luz <strong>de</strong>l mundo.<br />

El que me siga<br />

no andará en tinieblas,<br />

sino que tendrá la luz <strong>de</strong> la vida.<br />

(Juan 8, 12)<br />

• ¿Cuál <strong>de</strong> todas estas palabras te llama la atención? ¿Cuál resuena en vos? ¿Qué te dicen esas<br />

palabras?<br />

• Todas estas palabras son pronunciadas por Jesús en el evangelio. ¿Conocías todas? ¿Qué te<br />

dicen <strong>de</strong> Jesús, sobre su persona y su mensaje, todas estas palabras?<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

En el encuentro anterior hablamos <strong>de</strong> nuestra búsqueda <strong>de</strong> Dios. Y <strong>de</strong>scubrimos que Dios sale al<br />

encuentro <strong>de</strong> la humanidad que lo busca.<br />

Nuestra búsqueda <strong>de</strong> Dios nos lleva hasta Jesús. En este encuentro queremos hablar sobre él. Lo<br />

hacemos sabiendo que Jesús es alguien siempre buscado, a quien nunca terminamos <strong>de</strong> conocer. Pero<br />

queremos hablar <strong>de</strong> Jesús sabiendo también que él es alguien siempre dispuesto a encontrarnos. No se<br />

mantiene a distancia. De hecho, si estamos aquí, creemos que es porque él nos ha reunido y guiado<br />

hasta este día.<br />

Por eso, nosotros —catequistas— no po<strong>de</strong>mos hablarles <strong>de</strong> Jesús como si fuera alguien distante o <strong>de</strong>l<br />

pasado... Creemos en él, lo reconocemos presente hoy: les anunciamos a un Cristo viviente.<br />

El primer camino que tenemos para acercarnos a Jesús es acercarnos al evangelio. Evangelio es una<br />

palabra griega que significa «buena noticia». Las comunida<strong>de</strong>s cristianas creemos que Jesús es él mismo,<br />

en persona, la buena noticia <strong>de</strong> Dios para toda la humanidad. La vida <strong>de</strong> Jesús, sus palabras y sus<br />

gestos, su entrega y la sorpren<strong>de</strong>nte noticia <strong>de</strong> la resurrección, son el evangelio.<br />

El evangelio, esa buena noticia que es Jesús mismo, está presentada en la Biblia por los evangelios.<br />

Dicho <strong>de</strong> otra manera: los evangelios <strong>de</strong> la Biblia recogen y nos transmiten la buena noticia <strong>de</strong> Jesús.<br />

¿Por dón<strong>de</strong> empezamos? Vayamos al comienzo... La primera aparición pública <strong>de</strong> Jesús sucedió<br />

cuando él tenía unos treinta años (la edad es aproximada). Había aparecido un hombre, llamado Juan,<br />

que invitaba al pueblo a convertirse para recibir el reino <strong>de</strong> Dios. Le <strong>de</strong>cían «el Bautista», porque<br />

bautizaba en el río Jordán a quienes aceptaban su mensaje. También Jesús quiso estar cerca <strong>de</strong>l pueblo,<br />

y fue a hacerse bautizar por Juan.


Encuentros catequísticos 16<br />

Pero su bautismo fue único, distinto al <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más. Los evangelios nos relatan esto,<br />

recurriendo a imágenes, símbolos y palabras (muchos <strong>de</strong> ellos tomados <strong>de</strong> la gran historia bíblica). Al<br />

escuchar el relato <strong>de</strong>l bautismo <strong>de</strong> Jesús, trataremos <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r qué significan esos símbolos y<br />

palabras... Nos ayudarán a compren<strong>de</strong>r mejor quién es Jesús.<br />

Leemos: Marcos 1, 9-11<br />

Prestemos atención a los signos que ro<strong>de</strong>an el bautismo <strong>de</strong> Jesús, para <strong>de</strong>scubrir quién es Jesús.<br />

• Los cielos se abren. Si los cielos se abren, es porque estaban cerrados. La humanidad que habita la<br />

tierra se ha distanciado <strong>de</strong> Dios. Tiene los oídos y el corazón cerrados a su palabra y su obra <strong>de</strong><br />

amor. El pueblo <strong>de</strong> Israel había experimentado esta dolorosa realidad: la humanidad necesita ser<br />

redimida, rescatada, para abrirse nuevamente a Dios. En una conmovedora oración, recogida por el<br />

libro <strong>de</strong> Isaías (63, 15.16.19), el pueblo <strong>de</strong> Israel pedía:<br />

Mira <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo y contempla...<br />

¡Tú, Señor, eres nuestro padre,<br />

«nuestro Re<strong>de</strong>ntor» es tu nombre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre!<br />

¡Ah, si rasgaras el cielo y <strong>de</strong>scendieras...!<br />

Ahora, con Jesús, se abren los cielos. Sí, Dios rasga el cielo y <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>. A la súplica y la oración<br />

<strong>de</strong>l pueblo, Dios respon<strong>de</strong> con una persona: Jesús. No respon<strong>de</strong> con una tabla <strong>de</strong> mandamientos,<br />

con normas e instituciones, con una <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> ritos y acciones. A la búsqueda y la espera <strong>de</strong> la<br />

humanidad, Dios respon<strong>de</strong> rasgando el cielo y <strong>de</strong>scendiendo.<br />

Los cielos abiertos son todo un símbolo: Jesús ha puesto fin a la separación <strong>de</strong> la humanidad y<br />

Dios; Jesús ha abierto la comunión entre el cielo y la tierra.<br />

• El Espíritu Santo <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> sobre Jesús. Con los cielos abiertos, el Espíritu <strong>de</strong> Dios pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r<br />

sobre Jesús. El Espíritu Santo —está claro— no es una paloma, ni tiene aspecto <strong>de</strong> paloma... La<br />

paloma es un símbolo. ¿Símbolo <strong>de</strong> qué?<br />

Un antiguo relato bíblico pue<strong>de</strong> ayudarnos a <strong>de</strong>scubrirlo: el conocido relato <strong>de</strong> la creación. El<br />

libro <strong>de</strong>l Génesis cuenta que, en el comienzo, cuando la tierra era algo sin forma y vacía, «el Espíritu<br />

<strong>de</strong> Dios aleteaba sobre las aguas» (1, 1-2). Ahora, con la venida <strong>de</strong> Jesús, el Espíritu vuelve a aletear<br />

sobre las aguas. ¡Es una nueva creación! Al final <strong>de</strong> la Biblia, el libro <strong>de</strong>l Apocalipsis (21, 1.3-5)<br />

recoge esta esperanza:<br />

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva...<br />

Dios habitará con ellos, ellos serán su pueblo,<br />

y el mismo Dios estará con ellos.<br />

Él secará todas sus lágrimas,<br />

y no habrá más muerte ni pena<br />

ni queja ni dolor,<br />

porque todo lo <strong>de</strong> antes pasó.<br />

Y [Dios] que estaba sentado en el trono dijo:<br />

«Yo hago nuevas todas las cosas».<br />

Jesús ha venido para hacer nuevas todas las cosas. El Espíritu creador <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> sobre él, está con<br />

él, para que realice esta misión. Ha venido para poner fin a todo lo que envejece la creación: las<br />

«lágrimas» <strong>de</strong> todos los dolores y todas las injusticias, y hasta la misma muerte.


17 Encuentros catequísticos<br />

Para Jesús, esto no son sólo palabras hermosas. Son una misión concreta, que se hace cargo <strong>de</strong><br />

todo el dolor <strong>de</strong> la historia y trae vida a quienes sufren. Al presentarse en la sinagoga <strong>de</strong> su pueblo<br />

(Lucas 4, 16-21), Jesús anuncia su propia misión con estas palabras <strong>de</strong> la Biblia:<br />

«El Espíritu <strong>de</strong>l Señor está sobre mí,<br />

porque me ha consagrado por la unción.<br />

Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres,<br />

a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,<br />

a dar la libertad a los oprimidos<br />

y proclamar un año <strong>de</strong> gracia <strong>de</strong>l Señor».<br />

• Una voz <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo dice: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi<br />

predilección». Es la voz <strong>de</strong> Dios, que resuena <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los cielos abiertos. El Padre Dios confirma que<br />

este Jesús, tan humano como nosotros, es su propio Hijo, verda<strong>de</strong>ramente Dios. Para rescatarnos,<br />

para hacer nuevas todas las cosas, para darnos vida, Dios no ha enviado a un mensajero: ha venido<br />

él mismo. El Hijo <strong>de</strong> Dios se hizo hombre, hermano nuestro. Es un misterio que la Iglesia contempla<br />

y celebra con fe; lo llama «encarnación».<br />

La voz <strong>de</strong> Dios Padre dice también: «en ti [Jesús] tengo puesta toda mi predilección». También<br />

estas palabras provienen <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> Isaías, en una profecía que fue leída como anuncio <strong>de</strong> la venida<br />

<strong>de</strong>l Salvador:<br />

Dios dice: «Este es mi Servidor, a quien yo sostengo,<br />

mi elegido, en quien se complace mi alma.<br />

Yo he puesto mi Espíritu sobre él...» (Isaías 42, 1).<br />

El Hijo <strong>de</strong> Dios ha venido para rescatarnos y salvarnos. Pero no lo hace poniéndose en primer<br />

lugar o con el uso <strong>de</strong> la fuerza. Nos salva haciéndose Servidor. El mismo Jesús lo <strong>de</strong>clara: «El Hijo<br />

<strong>de</strong>l hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud»<br />

(Marcos 10, 45). Haciéndose servidor <strong>de</strong> las personas que sufren, Jesús «tomó nuestras <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s y<br />

cargó sobre sí nuestras enfermeda<strong>de</strong>s» (ver Mateo 8, 16-17). Acercándose a la humanidad, herida<br />

por el pecado, Jesús mostró ser realmente el Justo que trae justicia, el Inocente que nos <strong>de</strong>vuelve la<br />

inocencia; así lo presentaba Juan Bautista: «el Cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Dios, que quita el pecado <strong>de</strong>l mundo» (ver<br />

Juan 1, 29).<br />

Realmente Jesús se hace servidor. Y llega al extremo, libremente y por amor. Se hace solidario<br />

hasta el extremo con los dolores <strong>de</strong> la humanidad y con las víctimas <strong>de</strong> la historia. Cuando entregue<br />

su vida en la cruz, quedará <strong>de</strong> manifiesto la fuerza <strong>de</strong>structora <strong>de</strong> nuestro pecado (capaz <strong>de</strong> dar<br />

muerte al Justo y el Inocente)... pero también la fuerza liberadora <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios. El bautismo <strong>de</strong><br />

Jesús en el Jordán anticipa su verda<strong>de</strong>ro bautismo: el <strong>de</strong> la pascua. La palabra «bautismo» viene <strong>de</strong><br />

una expresión en griego que quiere <strong>de</strong>cir «sumergirse» (como cuando entramos y salimos <strong>de</strong>l agua<br />

<strong>de</strong> un rio). Sumergiéndose en la muerte, Jesús saldrá victorioso sobre el mal, el pecado y la muerte<br />

en la resurrección.<br />

Los «nombres» con los que proclamamos nuestra fe en el Señor Jesús, el Cristo, dan testimonio <strong>de</strong> todo<br />

esto que hemos dicho. El nombre «Jesús» significa «Dios salva». La palabra «Cristo», traducción griega<br />

<strong>de</strong> la palabra hebrea «Mesías», nos recuerda que Jesús es el Ungido <strong>de</strong> Dios Padre, consagrado por la<br />

unción <strong>de</strong>l Espíritu. El nombre «Señor», que en la Biblia se usa únicamente para referirse a Dios,<br />

expresa nuestra fe en Jesús, Hijo <strong>de</strong> Dios hecho hombre, verda<strong>de</strong>ramente Dios y verda<strong>de</strong>ramente<br />

humano.


Encuentros catequísticos 18<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Abrimos el diálogo, invitando a cada uno/a a releer lo que escribió en la hoja <strong>de</strong> papel entregada al<br />

comienzo <strong>de</strong>l encuentro. Podríamos leerlo en voz alta.<br />

• Viendo lo que escribí cuando llegué, ¿me aportó algo nuevo lo que hemos compartido?<br />

• Si yo tuviera que <strong>de</strong>cir ahora quién es Jesús, ¿qué diría?<br />

• ¿Qué cosas resuenan en mi interior <strong>de</strong> todo lo dicho y compartido?<br />

• Conocer y creer son cosas distintas. Conocer es saber, tener noticias sobre algo o alguien.<br />

Creer, en cambio, es confiar; creer compromete. A Jesús lo conoce (en mayor o menor medida)<br />

gran parte <strong>de</strong> las personas <strong>de</strong> esta sociedad. Pero no todas creen en él. A la luz <strong>de</strong> lo compartido<br />

en el encuentro <strong>de</strong> hoy, ¿qué <strong>de</strong>bería significar, concretamente, en la vida <strong>de</strong> una persona, creer<br />

en Jesús?<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Finalizamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta y una vela encendida. En el centro, junto a la Biblia, ponemos una imagen <strong>de</strong> Jesús.<br />

Una persona lee pausadamente: Mateo 16, 13-16.<br />

Un/a catequista dice:<br />

Jesús podría hacernos la misma pregunta: «Uste<strong>de</strong>s, ¿quién dicen que soy yo?». La invitación <strong>de</strong><br />

este tiempo <strong>de</strong> catequesis es <strong>de</strong>scubrir la fe <strong>de</strong> los apóstoles y <strong>de</strong> todas las generaciones <strong>de</strong> cristianas<br />

y cristianos... Que podamos <strong>de</strong>cirle a Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo <strong>de</strong> Dios vivo». Y que<br />

<strong>de</strong>scubramos que esa fe en Jesús cambia nuestras vidas.<br />

Po<strong>de</strong>mos ofrecer un tiempo para dar gracias a Cristo por lo que reflexionamos y <strong>de</strong>scubrimos en este<br />

encuentro. Terminamos cantando juntos una canción a<strong>de</strong>cuada, que exprese la fe en Jesús.


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Dios es Amor<br />

El Dios Trinitario que Jesús nos revela<br />

Encuentro 4<br />

Presentar la fe en la Trinidad, invitando a acercarse al misterio <strong>de</strong> Dios, que es amor y comunión.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Dialogamos, invitando a compartir muy sencillamente:<br />

• ¿Cómo vivieron la celebración <strong>de</strong>l domingo pasado, en la que nos entregaron el Credo?<br />

¿Cómo se sintieron?<br />

• ¿Pudieron leer el Credo que recibieron en estos días?<br />

¿Hay algo que les llama la atención o que resuena en uste<strong>de</strong>s <strong>de</strong> un modo especial?<br />

(Es importante que las y los catequistas nos <strong>de</strong>diquemos simplemente a escuchar. Si surgen preguntas o<br />

interrogantes, todavía no es el momento <strong>de</strong> dar explicaciones y respuestas.)<br />

Después, se propone un tiempo <strong>de</strong> reflexión personal:<br />

El Credo habla <strong>de</strong> nuestra fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Seguramente estas palabras nos<br />

recuerdan la señal <strong>de</strong> la cruz...<br />

• ¿Recordás quién te enseñó a hacerla? ¿Cuándo fue? ¿Qué te dijo al enseñártela?<br />

• ¿En qué momentos hacés este signo? ¿Qué sentido le <strong>de</strong>scubrís?<br />

Se comparte lo que cada una y cada uno ha reflexionado.<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

Las búsquedas <strong>de</strong> la humanidad, expresadas en sus muchas culturas y expresiones religiosas, hablan <strong>de</strong><br />

Dios <strong>de</strong> muchas maneras. A veces, esas imágenes <strong>de</strong> Dios son completamente diferentes. ¿En qué Dios<br />

creen las comunida<strong>de</strong>s cristianas?<br />

El evangelio <strong>de</strong> Juan comienza con una afirmación que pue<strong>de</strong> guiarnos en este camino:<br />

«Nadie ha visto jamás a Dios;<br />

el que lo ha revelado es el Hijo único,<br />

que está en el seno <strong>de</strong>l Padre» (Juan 1,18).<br />

Si queremos <strong>de</strong>scubrir a Dios, tenemos que mirar a Jesús, escuchar sus palabras, contemplar su<br />

historia con nosotros. Y lo que <strong>de</strong>scubrimos es esto: Que Dios nos ha amado y nos ama, con un amor<br />

que supera todo lo que nos atreveríamos a imaginar. Volviendo a recordar todo lo que habían visto y<br />

oído, experimentado y palpado, junto a Jesús, las primeras comunida<strong>de</strong>s cristianas llegaron a darse<br />

cuenta <strong>de</strong> esto: Si Dios nos ha amado y nos ama tanto, es porque Dios mismo es Amor.


Encuentros catequísticos 20<br />

En la Biblia, la primera carta <strong>de</strong> Juan contiene esta afirmación sorpren<strong>de</strong>nte:<br />

«Nosotros hemos conocido<br />

el amor que Dios nos tiene<br />

y hemos creído en él.<br />

Dios es amor» (1Juan 4, 16).<br />

Es una afirmación sorpren<strong>de</strong>nte. Los hombres y las mujeres po<strong>de</strong>mos llegar a imaginarnos a Dios<br />

como un «Ser supremo», como la «Causa <strong>de</strong> todo lo que existe», como «algo o alguien que está ―allá<br />

arriba‖ y nos dio la vida y todo lo bueno»... Po<strong>de</strong>mos incluso llegar a darnos cuenta <strong>de</strong> que nos ama.<br />

Pero difícilmente llegaríamos a esa afirmación: «Dios es amor», su vida más íntima es una vida <strong>de</strong> amor,<br />

su misterio más hondo es misterio <strong>de</strong> amor...<br />

Y don<strong>de</strong> hay amor, hay relación: relación entre personas que son distintas (cada una con sus<br />

particularida<strong>de</strong>s y su i<strong>de</strong>ntidad única), pero están unidas (algo íntimo y profundo las une). Algo<br />

semejante <strong>de</strong>scubrimos sobre Dios cuando miramos a Jesús:<br />

• Una y otra vez, Jesús nos habló <strong>de</strong> su «Padre, que está en el cielo». Incluso viviendo entre nosotros,<br />

se mantenía unido a su Padre: hacía su voluntad, su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> darnos vida, y le <strong>de</strong>dicaba largos<br />

tiempos a la oración, para estar a solas con él. Tan profundamente está unido a su Padre que, antes<br />

<strong>de</strong> la pasión, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle con toda franqueza: «Nosotros somos uno» (Juan 17, 22).<br />

• Jesús es el Hijo <strong>de</strong> Dios. Así lo anunció el ángel antes <strong>de</strong> su nacimiento, ante el asombro <strong>de</strong> la Virgen<br />

María: «El niño será Santo y será llamado Hijo <strong>de</strong> Dios» (Lucas 1, 35). Los discípulos que<br />

compartieron su camino llegaron a reconocerlo: «Tú eres el Mesías, el Hijo <strong>de</strong> Dios vivo», proclama<br />

Pedro (Mateo 16, 16). Y, sobre todo, el propio Padre Dios da testimonio <strong>de</strong> ello: «Tú eres mi Hijo<br />

muy querido», afirma <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo cuando Jesús está por comenzar su misión entre nosotros<br />

(Marcos 1, 11).<br />

• Jesús estuvo animado y sostenido durante toda su vida por el Espíritu Santo. Se hizo hombre por<br />

obra y gracia <strong>de</strong> ese Espíritu (ver Mateo 1, 20 y Lucas 1, 34-35). Descendió sobre él el día <strong>de</strong> su<br />

bautismo (Marcos 1, 10) y lo consagró para anunciar la buena noticia a los pobres (Lucas 4, 16-21).<br />

Antes <strong>de</strong> su pascua, nos prometió que estaría siempre con nosotros: «Yo rogaré al Padre y él les dará<br />

otro Paráclito para que esté siempre con uste<strong>de</strong>s: el Espíritu <strong>de</strong> la Verdad... El Paráclito, el Espíritu<br />

Santo, les enseñará todo y les recordará lo que yo les he dicho» (Juan 14, 16-17.26; «Paráclito» es<br />

una palabra griega muy difícil <strong>de</strong> traducir al español, que se refiere a «Aquel que está al lado, para<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r y consolar»). Y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la resurrección, cumplió su promesa: se hizo presente entre sus<br />

discípulos, «sopló sobre ellos y añadió: ―Reciban el Espíritu Santo‖» (Juan 20, 22).<br />

Padre, Hijo y Espíritu Santo... ¡Dios es comunión! El Dios en quien creemos no es un Dios solitario,<br />

un «Ser supremo» encerrado en su aislamiento. Creemos en un sólo Dios, que es Amor y Comunión.<br />

A lo largo <strong>de</strong> los siglos, la Iglesia siguió contemplando y meditando este misterio. En su profesión <strong>de</strong><br />

fe (Credo), lo reconoce como el misterio <strong>de</strong>l único Dios en tres personas: el Padre y el Hijo y el<br />

Espíritu Santo. Y acuñó una palabra nueva para tratar <strong>de</strong> expresar algo <strong>de</strong> este misterio, que está<br />

siempre más allá <strong>de</strong> lo que po<strong>de</strong>mos compren<strong>de</strong>r y <strong>de</strong>cir. La Iglesia afirma: «Dios es Trinidad», como si<br />

combinara las palabras «Tres» y «Unidad». Y lo explica: Tres personas y un único Dios. Dios es Amor,<br />

comunión íntima <strong>de</strong>l Padre y el Hijo y el Espíritu. Comunión tan íntima, que no son sino un sólo Dios.


21 Encuentros catequísticos<br />

Siguiendo lo aprendido <strong>de</strong> Jesús, las cristianas y los cristianos somos bautizados «en el nombre <strong>de</strong>l<br />

Padre y <strong>de</strong>l Hijo y <strong>de</strong>l Espíritu Santo» (Mateo 28, 19). Cada año, en la noche <strong>de</strong> Pascua, renovamos<br />

nuestra profesión <strong>de</strong> fe bautismal diciendo «¡Sí, creo!», a estas tres preguntas: «¿Creen en Dios Padre?<br />

¿Creen en Jesucristo, su único Hijo? ¿Creen en el Espíritu Santo?». Y, cada vez que hacemos la señal <strong>de</strong><br />

la cruz, recordamos nuestro bautismo y proclamamos que todo lo que vivimos, lo vivimos en el nombre<br />

<strong>de</strong> Dios, Amor y Comunión.<br />

Sí, Dios es amor, su vida es vida <strong>de</strong> comunión... Y ha querido que también nosotras y nosotros<br />

compartiéramos esa vida:<br />

hijas e hijos <strong>de</strong>l Padre,<br />

salvados y hermanados por su Hijo,<br />

animados por el Espíritu Santo<br />

que nos impulsa a caminar sobre las huellas <strong>de</strong> Jesús.<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Abrimos el diálogo, compartiendo:<br />

• ¿Qué <strong>de</strong>scubro en lo que hemos escuchado y reflexionado?<br />

• ¿Qué cosas resuenan en mi interior?<br />

Po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>dicar un momento a leer el Credo, que nos fue entregado en la celebración <strong>de</strong>l domingo<br />

anterior, y comentar los puntos más importantes. (Tener en cuenta que en los próximos encuentros<br />

hablaremos <strong>de</strong> los últimos aspectos mencionados en el Credo: la Iglesia, la comunión <strong>de</strong> los santos, el<br />

perdón, la resurrección <strong>de</strong> la carne y la vida eterna. De modo que, si surgen preguntas al respecto,<br />

po<strong>de</strong>mos invitar a esperar a las próximas catequesis.)<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta y una vela encendida. Si tenemos una imagen que represente a la Trinidad, po<strong>de</strong>mos<br />

ponerla en el centro junto a la Biblia. Si no tenemos una imagen, podríamos encen<strong>de</strong>r tres cirios (velas).<br />

Para comenzar la oración, invitamos a hacer lentamente la señal <strong>de</strong> la cruz, prestando atención a las<br />

palabras y tomando conciencia <strong>de</strong> que toda nuestra vida está marcada por el signo <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios.<br />

Una persona lee pausadamente: Gálatas 4, 4-7.<br />

Recitamos juntos el Credo.<br />

Terminamos el encuentro con un canto apropiado, <strong>de</strong> los que suelen usarse en la propia comunidad.<br />

Por ejemplo: Gloria a Dios (aire <strong>de</strong> triunfo, <strong>de</strong> O. Catena; esta canción, con una letra muy lograda,<br />

<strong>de</strong>dica una estrofa a cada Personas <strong>de</strong> la Trinidad), Canción <strong>de</strong> la alianza (autoría <strong>de</strong>sconocida), o Dios<br />

familia (letra <strong>de</strong> J. Zini y música <strong>de</strong> F. Buscaglia y T. Rosas).


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

El reino <strong>de</strong> Dios<br />

La buena noticia <strong>de</strong> Jesús es el reinado <strong>de</strong> Dios<br />

Encuentro 5<br />

Presentar el anuncio <strong>de</strong> la buena noticia que hace Jesús: que «Dios quiere que todos los hombres se<br />

salven» (cf. 1Tim 2, 4a) y que «Él sea todo en todos» (cf. 1Cor 15, 28).<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Dialogamos, invitando a compartir muy sencillamente:<br />

• ¿Cómo vivieron la celebración <strong>de</strong>l domingo <strong>de</strong> Ramos?<br />

• ¿Cómo se sintieron con la entrega <strong>de</strong>l Padre nuestro?<br />

Después, se propone un tiempo <strong>de</strong> reflexión personal:<br />

El Padre nuestro es la oración que nos enseñó Jesús.<br />

• ¿Conocías esta oración?<br />

¿Recordás quién te enseñó a rezarla? ¿Cuándo fue? ¿Qué te dijo al enseñártela?<br />

• ¿Hay alguna expresión <strong>de</strong>l Padre nuestro que te resuene más? ¿Cuál?<br />

• En el Padre nuestro rezamos: «Que venga a nosotros tu Reino».<br />

¿Qué significan para vos estas palabras? ¿Cómo crees que es ese «Reino» <strong>de</strong> Dios?<br />

Se comparte lo que cada una y cada uno ha reflexionado.<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

Antes <strong>de</strong> comenzar es bueno recordar que Jesús nació y vivió en un contexto particular: el pueblo <strong>de</strong><br />

Israel, con su rica historia <strong>de</strong> alianza con Dios, bajo la dominación <strong>de</strong>l Imperio Romano. En ese<br />

contexto, el pueblo <strong>de</strong> Jesús vivía a la espera <strong>de</strong>l Mesías: se esperaba que, <strong>de</strong> un momento a otro, Dios<br />

viniera a reinar en el mismo Israel e incluso en el mundo entero.<br />

Por eso el movimiento iniciado por Juan, el Bautista, creó mucha expectativa. Se hizo notar en todo<br />

el país. Sobre todo los grupos más marginados se acercan a Juan. Pero el entusiasmo <strong>de</strong>l pueblo se<br />

convierte en inquietud y <strong>de</strong>sconcierto cuando Hero<strong>de</strong>s da muerte a Juan.<br />

Los planes <strong>de</strong> Dios, sin embargo, no fracasan. En ese momento, comienza «algo nuevo», una nueva<br />

intervención <strong>de</strong> Dios inesperada y sorpren<strong>de</strong>nte. Jesús comienza a recorrer pueblos y al<strong>de</strong>as,<br />

anunciando un mensaje nuevo.<br />

Leemos: Marcos 1, 14-15


23 Encuentros catequísticos<br />

«El tiempo se ha cumplido: el Reino <strong>de</strong> Dios está cerca». El anuncio <strong>de</strong> Jesús habla <strong>de</strong> un aquí y ahora.<br />

Todo lo presente y todo el futuro están <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora bajo la luz <strong>de</strong> este anuncio: Dios se ha hecho<br />

cercano, viene a establecer su reinado.<br />

En las palabras y las acciones <strong>de</strong> Jesús se va haciendo presente ese Reino. Lo sorpren<strong>de</strong>nte, lo<br />

inesperado, es que Dios reina <strong>de</strong> un modo muy diferente al <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> la historia:<br />

• Dios no interviene con un po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>structor. Dios reina sanando y rescatando vidas. Por eso Jesús<br />

<strong>de</strong>dica tanto tiempo a estar con la gente que más sufre y las personas más in<strong>de</strong>fensas. Cura y alivia el<br />

dolor <strong>de</strong> quienes pa<strong>de</strong>cen toda clase <strong>de</strong> males (Mateo 8, 16-17). Toca a las personas consi<strong>de</strong>radas<br />

intocables y les <strong>de</strong>vuelve su dignidad, por ejemplo a los leprosos (Marcos 1, 40-42) y las mujeres<br />

(Marcos 5, 21-43). Sus discípulos son personas pobres, hambrientas y sufrientes, que encuentran en<br />

Jesús palabras <strong>de</strong> esperanza (Lucas 6, 20-23). Para Jesús todo esto es el signo más claro <strong>de</strong> que él es<br />

el Mesías y el Reino <strong>de</strong> Dios ha llegado (Lucas 7, 18-23).<br />

• Dios no interviene como un juez amenazante. Dios reina actuando con ternura y compasión. Por eso<br />

Jesús da tanta importancia a los gestos que lo acercan a las personas más alejadas, a las menos<br />

tenidas en cuenta o las más <strong>de</strong>spreciadas. Abraza y bendice a los niños y pequeños, que en esa<br />

sociedad prácticamente no cuentan ni tienen <strong>de</strong>rechos (Marcos 10, 13-16). Comparte su mesa —que<br />

en la sociedad <strong>de</strong> Jesús equivale a compartir la vida y la reputación— con pecadores y publicanos,<br />

recaudadores <strong>de</strong> impuestos muy mal vistos por su complicidad con el Imperio y por su falta <strong>de</strong><br />

honestidad (Mateo 9, 9-13). Y ofrece el perdón <strong>de</strong> Dios sin condiciones (Lucas 7, 36-50).<br />

• Dios no interviene oprimiendo ni imponiéndose por la fuerza. Dios reina <strong>de</strong>spertando libertad. Por<br />

eso Jesús actúa como hombre realmente libre, que llama a vivir en libertad. Invita a las personas a<br />

seguirlo, pero las <strong>de</strong>ja en libertad <strong>de</strong> hacerlo o no (Marcos 10, 17-22). Critica duramente las normas<br />

y leyes religiosas que oprimen la conciencia <strong>de</strong> la gente (Mateo 23, 1-4). Denuncia la esclavitud que<br />

genera el dinero, como una idolatría que se opone al Dios verda<strong>de</strong>ro (Mateo 6, 24). Se opone<br />

<strong>de</strong>cididamente a toda forma <strong>de</strong> dominación y explotación (Marcos 10, 41-45). Todo el mensaje <strong>de</strong><br />

Jesús es un elogio y un anuncio <strong>de</strong> esperanza para quienes anhelan por un mundo más fraterno, más<br />

justo, más humano, y buscan hacerlo posible (Mateo 5, 1-12).<br />

«Conviértanse y crean en la buena noticia». Jesús nos invita a optar por el Reino <strong>de</strong> Dios. Creer en la<br />

buena noticia es creer que Dios realmente se ha acercado a nosotros con ternura y compasión, sanando<br />

y rescatando vidas, <strong>de</strong>spertando libertad.<br />

La buena noticia <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios es una fuerza transformadora, que va transformando a las<br />

personas y a la sociedad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro. Jesús la comparaba a la levadura que hace fermentar toda la<br />

masa (Mateo 13, 33). Es una fuerza viva, que va engendrando un nuevo modo <strong>de</strong> vivir y un nuevo<br />

modo <strong>de</strong> relacionarse:<br />

• la relación con Dios se convierte en confianza, al reconocer que es nuestro Padre,<br />

• la relación con los <strong>de</strong>más se convierte en fraternidad y justicia, al reconocer que todas y todos somos<br />

hermanas y hermanos,<br />

• la relación conmigo mismo se convierte en libertad llamada al amor, al reconocer mi propia<br />

dignidad <strong>de</strong> hija o hijo <strong>de</strong> Dios, y<br />

• la relación con la creación se convierte en asombro y cuidado respetuoso, al reconocer que Dios ama<br />

tanto esta tierra que habitamos, con toda su diversidad y belleza.


Encuentros catequísticos 24<br />

La opción <strong>de</strong> Jesús es muy clara. También la invitación es clara: no es posible seguir a Jesús y vivir<br />

<strong>de</strong> un modo completamente ajeno a la buena noticia que él anuncia. Hace falta un cambio <strong>de</strong><br />

mentalidad, una renovación <strong>de</strong> los criterios con los que miramos a las personas, la vida, la sociedad.<br />

Por eso, la buena noticia <strong>de</strong> Jesús va acompañada <strong>de</strong> un llamado: «conviértanse». La palabra empleada<br />

en la Biblia significa precisamente: cambiar <strong>de</strong> mentalidad.<br />

Cuando Jesús recorría los pueblos y ciuda<strong>de</strong>s, hubo personas que lo comprendieron muy bien y<br />

respondieron con generosidad a su llamada. Otras se entusiasmaron al comienzo, pero enseguida<br />

cambiaron <strong>de</strong> rumbo cuando aparecieron algunas propuestas más «tentadoras» (como ganar dinero o<br />

prestigio) o cuando llegaron las dificulta<strong>de</strong>s (¡a Jesús le costó la vida!). Otras personas se opusieron y<br />

rechazaron el anuncio <strong>de</strong> Jesús. (Debemos cuidarnos, sin embargo, <strong>de</strong> acusar a grupos enteros <strong>de</strong><br />

rechazar a Jesús o, peor todavía, <strong>de</strong> culpar al pueblo judío por su muerte violenta; esas acusaciones son<br />

un pecado que, a lo largo <strong>de</strong> la historia, ha generado mucho sufrimiento y por el que la Iglesia todavía<br />

hoy pi<strong>de</strong> perdón.)<br />

Todavía hoy suce<strong>de</strong> lo mismo. Ante la buena noticia <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios, anunciada y vivida por<br />

Jesús, hay quienes respon<strong>de</strong>n con alegría, hay quienes se entusiasman por poco tiempo, hay quienes se<br />

oponen con todas sus fuerzas.<br />

A quienes creen en su anuncio, a quienes se convierten a la buena noticia <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios, Jesús<br />

les asegura que vale la pena <strong>de</strong>jarlo todo para entrar en esta vida nueva.<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Abrimos el diálogo, compartiendo:<br />

• ¿Qué <strong>de</strong>scubro en lo que hemos escuchado y reflexionado?<br />

• ¿Qué cosas resuenan en mi interior?<br />

• En los encuentros anteriores fuimos <strong>de</strong>scubriendo el proyecto <strong>de</strong> Dios para la humanidad. Hoy<br />

profundizamos este proyecto, <strong>de</strong>scubriendo que es el Reino <strong>de</strong> Dios que Jesús nos anuncia y hace<br />

presente con su vida. ¿Cómo voy respondiendo a la propuesta <strong>de</strong> Jesús?<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta, una imagen <strong>de</strong> Jesús, una vela encendida y música instrumental <strong>de</strong> fondo.<br />

Se invita a escuchar uno estos textos bíblicos, leído pausadamente:<br />

Mateo 5, 1-12 (o bien: Mateo 13, 44-46).<br />

Un/a catequista propone estas preguntas para meditar en silencio:<br />

Ante la buena noticia <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios, anunciada y vivida por Jesús...<br />

¿qué <strong>de</strong>scubro que tiene que cambiar en mi vida?<br />

¿qué actitu<strong>de</strong>s nuevas me invita Dios a vivir?<br />

¿qué pasos puedo dar?<br />

Se hace un momento <strong>de</strong> silencio.<br />

Al final se invita a escribir un pequeño compromiso en una hoja y ponerlo junto a la Biblia.


25 Encuentros catequísticos<br />

Finalmente, un/a catequista invita:<br />

Pidamos al Padre <strong>de</strong> todas y todos<br />

que venga su reino <strong>de</strong> vida abundante<br />

y que nos ayu<strong>de</strong> a creer en la buena noticia<br />

y manifestarlo con nuestras vidas.<br />

Recemos juntos la oración que nos enseñó Jesús:<br />

Padre nuestro...<br />

Después <strong>de</strong> rezar el Padre nuestro, se pue<strong>de</strong> hacer un canto.


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Por nosotros murió y resucitó<br />

La pascua <strong>de</strong> Jesús<br />

Encuentro 6<br />

Generar un espacio <strong>de</strong> diálogo y oración que permita profundizar el sentido <strong>de</strong> la muerte y<br />

resurrección <strong>de</strong> Jesús, corazón <strong>de</strong> nuestra fe.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Las celebraciones <strong>de</strong> pascua nos permitieron revivir en la fe, contemplar y celebrar la entrega <strong>de</strong> Jesús y<br />

su resurrección. La pascua <strong>de</strong> Jesús es el centro <strong>de</strong> nuestra fe. El propósito <strong>de</strong> este encuentro es<br />

profundizar lo que hemos vivido en los últimos días.<br />

Dialogamos a partir <strong>de</strong> preguntas como estas:<br />

• ¿Cómo vivieron las celebraciones <strong>de</strong> pascua?<br />

• ¿Qué signos o palabras <strong>de</strong> la celebración les han quedado grabadas en la memoria y el corazón?<br />

• La pascua <strong>de</strong> Jesús es el corazón <strong>de</strong> la fe cristiana. ¿Qué sentido tienen para vos su muerte y<br />

resurrección? ¿Qué te trasmitieron las celebraciones <strong>de</strong> la comunidad?<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

La muerte y resurrección <strong>de</strong> Jesús son el fundamento <strong>de</strong> la fe cristiana. Es el gran anuncio que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

primer momento, las comunida<strong>de</strong>s cristianas hemos hecho resonar por todo el mundo.<br />

Vamos a escuchar cómo anunciaban los apóstoles, que estuvieron con Jesús <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo, lo<br />

acontecido en los días <strong>de</strong> la pasión y resurrección...<br />

Leemos: Hechos 2, 22-24.32-36<br />

Las palabras <strong>de</strong> Pedro son un testimonio apasionado <strong>de</strong> lo acontecido con Jesús. No son la <strong>de</strong>scripción<br />

fría <strong>de</strong> un hecho que nada tiene que ver con la propia vida. Todo lo contrario. Son un testimonio:<br />

Pedro, como los <strong>de</strong>más apóstoles y como todas las comunida<strong>de</strong>s cristianas a lo largo <strong>de</strong> la historia,<br />

anuncia algo que tiene que ver con su propia vida, un acontecimiento que cambió su vida radicalmente.<br />

Por eso es un anuncio hecho con fe y buscando <strong>de</strong>spertar la fe en los <strong>de</strong>más.<br />

Es que, cuando se trata <strong>de</strong> la pascua <strong>de</strong> Jesús, no alcanza con conocer datos históricos. Sólo la fe<br />

<strong>de</strong>scubre el sentido más profundo <strong>de</strong> lo acontecido. Sólo para una mirada <strong>de</strong> fe la pascua <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser<br />

algo <strong>de</strong>l pasado, algo que dicen que vivieron unas personas hace dos mil años... Sólo para una mirada<br />

<strong>de</strong> fe la pascua se convierte en buena noticia hoy en nuestras propias vidas.


27 Encuentros catequísticos<br />

Vayamos, entonces, al testimonio <strong>de</strong> Pedro.<br />

• «Lo hicieron morir clavándolo en la cruz».<br />

¿Por qué lo mataron? Los hechos son bien conocidos. A medida que Jesús va predicando la buena<br />

noticia <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios, cada vez experimenta más oposición, resistencia y hostilidad.<br />

Para las autorida<strong>de</strong>s religiosas, el mensaje <strong>de</strong> Jesús es una amenaza porque <strong>de</strong>safía su autoridad:<br />

Jesús <strong>de</strong>nuncia una y otra vez que, en nombre <strong>de</strong> Dios pero contra la voluntad <strong>de</strong> Dios, ellos<br />

oprimen al pueblo. Y a<strong>de</strong>más Jesús se presenta como el Mesías y el Hijo <strong>de</strong> Dios... ¡un escándalo,<br />

una blasfemia, una falta <strong>de</strong> respeto al Nombre <strong>de</strong> Dios!<br />

Pero también para las autorida<strong>de</strong>s políticas, representantes <strong>de</strong>l Imperio romano, Jesús<br />

representaba una amenaza. La gente lo sigue, lo escucha, pone su confianza en él. Y Jesús habla <strong>de</strong><br />

un Dios que, siendo Padre <strong>de</strong> todas y todos, llama una convivencia fraterna, solidaria, igualitaria y<br />

justa. Anuncia la buena noticia <strong>de</strong> que ese Dios se ha hecho cercano y viene a establecer su reinado.<br />

Y el pueblo recibe a Jesús gritando: «¡Bendito el que viene en nombre <strong>de</strong>l Señor!»... Hasta lo llaman:<br />

«Rey <strong>de</strong> los Judíos».<br />

El anuncio <strong>de</strong> Jesús era una amenaza para las autoridad religiosas y políticas. En un juicio hecho<br />

entre gallos y medianoche, se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> su suerte: Jesús sería sentenciado a la pena <strong>de</strong> muerte más<br />

<strong>de</strong>shonrosa <strong>de</strong>l Imperio romano.<br />

¿Por qué murió Jesús? Jesús podría haberse escapado <strong>de</strong> la muerte. Hubiera bastado con guardar<br />

silencio y volverse a casa. Sabía que su mensaje estaba siendo cada vez más molesto, y podía darse<br />

cuenta <strong>de</strong> que buscarían «sacarlo <strong>de</strong>l medio». Sin embargo, no volvió atrás.<br />

Eso nos hace ver algo importante: aunque fue con<strong>de</strong>nado a muerte, en realidad Jesús entregó<br />

libremente su vida. Enfrentó la muerte para no traicionar la buena noticia que había anunciado. Con<br />

su entrega libre y total, sella <strong>de</strong>finitivamente su anuncio <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios. Dios no quiere el<br />

sufrimiento <strong>de</strong> nadie, y mucho menos la muerte violenta <strong>de</strong>l Inocente. Pero la buena noticia <strong>de</strong> Dios<br />

<strong>de</strong>spertó tanta resistencia y tanta oposición, que Jesús aceptó la cruz para ser fiel hasta el final. Por<br />

amor, llega al extremo <strong>de</strong> dar su propia vida.<br />

Se entregó por nosotros. Así se ilumina otro aspecto importante <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Jesús. El apóstol<br />

Pablo dirá: «el Hijo <strong>de</strong> Dios me amó y se entregó por mí» (Gálatas 2, 20). Y cada creyente pue<strong>de</strong><br />

hacer suyas estas palabras: «Cristo nos amó y se entregó por nosotros» (Efesios 5,2), por todas y por<br />

todos. El evangelio <strong>de</strong> Juan lo escribe con palabras grabadas a fuego: «Él, que había amado a los<br />

suyos..., los amó hasta el fin» (Juan 13, 1). El mismo amor con que amó a los pobres y sufrientes, el<br />

mismo amor que lo hizo cercano a las personas consi<strong>de</strong>radas in<strong>de</strong>seables y a las más in<strong>de</strong>fensas, el<br />

mismo amor que convirtió en gesto <strong>de</strong> perdón y libertad cada encuentro con personas agobiadas por<br />

el peso <strong>de</strong>l pecado... ese mismo amor lo vivió hasta el extremo. Por eso la entrega <strong>de</strong> Jesús es su más<br />

profunda i<strong>de</strong>ntificación con los excluidos, su más radical cercanía a los débiles, su perdón<br />

gratuitamente ofrecido a todo hombre y toda mujer. Y la buena noticia <strong>de</strong>l Dios Amor brilla en toda<br />

su fuerza: «La prueba <strong>de</strong> que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos<br />

pecadores», escribe san Pablo (Romanos 5, 8).<br />

Si todos somos —<strong>de</strong> un modo u otro— solidarios en el pecado y responsables —en mayor o<br />

menor medida— <strong>de</strong>l mal provocado en la historia, Jesús nos ha hecho también solidarios en la<br />

salvación: «Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos<br />

Vida por medio <strong>de</strong> él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que<br />

Dios nos amó primero, y envió a su Hijo como ofrenda que borra nuestros pecados» (1Juan 4, 9-<br />

10).


Encuentros catequísticos 28<br />

• «Dios lo resucitó... porque no era posible que la muerte tuviera dominio sobre él».<br />

Pero el misterio <strong>de</strong>l amor hasta el extremo, el misterio <strong>de</strong> una entrega que nos salva y da Vida, el<br />

misterio <strong>de</strong> la cruz sólo se <strong>de</strong>scubre a la luz <strong>de</strong> la fe en la resurrección. Para quien no cree en la<br />

resurrección <strong>de</strong> Jesús, su muerte en cruz fue el fracaso <strong>de</strong> su mensaje y <strong>de</strong>l incipiente movimiento<br />

iniciado por él. El apóstol Pablo dice: «Si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y la fe <strong>de</strong><br />

uste<strong>de</strong>s... Seríamos los hombres más dignos <strong>de</strong> lástima» (1Corintios 15, 17.19) La resurrección es el<br />

hecho <strong>de</strong>cisivo para la causa <strong>de</strong> Jesús y para quienes hemos puesto nuestra esperanza en Él.<br />

«Dios lo resucitó», dice el apóstol Pedro en su testimonio y lo repiten todas las generaciones <strong>de</strong><br />

cristianas y cristianos. ¿Qué se entien<strong>de</strong> por «resurrección»? Es importante tener en cuenta la<br />

diferencia entre «revivir» y «resucitar». Revivir significa volver a la vida «terrena», la misma vida que<br />

se tenía antes <strong>de</strong> la muerte; la persona que revive, tar<strong>de</strong> o temprano, ha <strong>de</strong> morir. Resucitar, por el<br />

contrario, es vencer <strong>de</strong>finitivamente a la muerte. «No era posible que la muerte tuviera dominio<br />

sobre él», dice Pedro en su discurso. «Cristo , <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> resucitar, no muere más, porque la muerte<br />

ya no tiene po<strong>de</strong>r sobre él», escribe san Pablo (Romanos 6, 9). En pocas palabras, resucitando, Jesús<br />

ha vencido para siempre a la muerte. Conservando su i<strong>de</strong>ntidad, tiene ahora una vida que no está<br />

atada a los límites y fragilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida terrena. Todo lo que Jesús fue, hizo, dijo, anunció, vivió<br />

y pa<strong>de</strong>ció... todo Jesús vive para siempre.<br />

«A este Jesús, Dios lo resucitó». La resurrección <strong>de</strong> Jesús es, por eso, la señal <strong>de</strong> su triunfo. Su<br />

amor por los más débiles, su mensaje <strong>de</strong> vida abundante para todas y todos, su propuesta <strong>de</strong><br />

fraternidad, su pasión por el Reino <strong>de</strong> Dios, su buena noticia no han quedado sepultadas. Dios lo<br />

resucitó, confirmando todo lo que Jesús fue en su vida terrena.<br />

Antes <strong>de</strong>cíamos que sólo la resurrección nos permite compren<strong>de</strong>r el misterio <strong>de</strong> la cruz. Teniendo<br />

en cuenta lo que acabamos <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, tendríamos que agregar que también es verdad al revés: sólo la<br />

vida <strong>de</strong> Jesús nos permite compren<strong>de</strong>r el verda<strong>de</strong>ro sentido <strong>de</strong> la resurrección. Porque aquél a quien<br />

Dios resucitó es «este Jesús», como dice Pedro. Es <strong>de</strong>cir, este Jesús que anunció, vivió y dio la vida<br />

por la buena noticia <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios.<br />

Por eso, la resurrección <strong>de</strong> Jesús es también causa <strong>de</strong> esperanza para quienes creen en él. A<br />

quienes confían en él, siguen su mismo camino y aman como él amó, les aguarda el mismo futuro<br />

luminoso: vivir para siempre, vencida la muerte, en Dios.<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Abrimos el diálogo, compartiendo:<br />

• ¿Qué es lo que más me resuena <strong>de</strong> lo que hemos compartido?<br />

• ¿Qué sensaciones y sentimientos te <strong>de</strong>spierta este mensaje?<br />

• Al comienzo <strong>de</strong>l encuentro <strong>de</strong>cíamos que la pascua <strong>de</strong> Jesús es el corazón <strong>de</strong> la fe cristiana. Y<br />

vimos cómo Pedro anuncia la pascua con un testimonio apasionado, como un acontecimiento que<br />

cambia la vida. ¿De qué manera sentís que la fe en la muerte y resurrección <strong>de</strong> Jesús pue<strong>de</strong><br />

iluminar tu propia vida?


29 Encuentros catequísticos<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. De ser posible, nos reunimos en la<br />

iglesia, junto al Cirio pascual encendido. A cada persona se le entrega una vela. Se prepara un espacio<br />

con un mantel, la Biblia abierta y una imagen <strong>de</strong> Jesús. Po<strong>de</strong>mos poner música instrumental <strong>de</strong> fondo.<br />

Un/a catequista invita:<br />

Hagamos un momento <strong>de</strong> silencio. En nuestro interior recor<strong>de</strong>mos todo lo que hemos caminado<br />

hasta aquí... <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en que nos reunimos por primera vez, hasta hoy... Recor<strong>de</strong>mos los<br />

encuentros: cómo fuimos meditando juntos la palabra <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>scubriendo la buena noticia <strong>de</strong>l<br />

Reino <strong>de</strong> Dios, acercándonos a Cristo... Recor<strong>de</strong>mos las celebraciones que compartimos con la<br />

comunidad... la intensidad <strong>de</strong> la Semana santa... la noche <strong>de</strong> Pascua... reviviendo nuestro<br />

bautismo... acercándonos a la comunión...<br />

Hoy po<strong>de</strong>mos reconocer y celebrar que, en cada encuentro y en cada celebración, era el mismo<br />

Cristo resucitado quien estaba a nuestro lado... Y no sólo en este último tiempo, sino en toda<br />

nuestra vida. Cada alegría y cada dolor, cada esperanza nueva y cada paso <strong>de</strong> libertad, cada<br />

acontecimiento que nos dio vida y cada vez gesto <strong>de</strong> amor sincero, nuestro bautismo y nuestro<br />

camino <strong>de</strong> crecimiento en la fe... todo esto nos une a Jesús, es un signo <strong>de</strong> su pascua en nuestras<br />

vidas, todo está bajo el signo <strong>de</strong> su cruz y su resurrección.<br />

Hagamos memoria <strong>de</strong> un acontecimiento festivo o simple (como una charla o un encuentro), que<br />

sea para nosotros un signo <strong>de</strong> la pascua... un momento en el que el hayamos <strong>de</strong>scubierto que el<br />

amor era más fuerte que el sufrimiento y que la vida se abría camino a pesar <strong>de</strong> todo...<br />

(hacer una pausa <strong>de</strong> silencio)<br />

Las invito y los invito a dar gracias a Dios por esos acontecimientos que recordamos... A medida<br />

que los vamos mencionando nos acercamos al Cirio pascual y encen<strong>de</strong>mos nuestras velas como el<br />

día <strong>de</strong> nuestro bautismo, como en la noche <strong>de</strong> Pascua.<br />

Dar un tiempo para hacer el gesto.<br />

Al final, rezamos juntos el Padre nuestro y cantamos un canto <strong>de</strong> resurrección.


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Encuentro 7<br />

Sumergidos en su muerte, renacemos en su nueva vida<br />

El sacramento <strong>de</strong>l bautismo<br />

Facilitar un tiempo <strong>de</strong> diálogo y oración que permita re<strong>de</strong>scubrir y profundizar el sentido <strong>de</strong>l<br />

sacramento <strong>de</strong>l bautismo.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Unas semanas atrás algunos fueron bautizados y otros han renovado los compromisos <strong>de</strong> su bautismo.<br />

Queremos profundizar en estos encuentros algunas cosas <strong>de</strong> lo que hemos estado celebrando en los días<br />

<strong>de</strong> la Pascua.<br />

Dialogamos a partir <strong>de</strong> preguntas como estas:<br />

• Quienes fueron bautizadas o bautizados siendo ya adultos, ¿qué recuerdan <strong>de</strong> la celebración <strong>de</strong> su<br />

bautismo?<br />

• Si fueron bautizados/as <strong>de</strong> pequeños, ¿recuerdan si les han contado algo <strong>de</strong> ese día? ¿Conocen la<br />

fecha <strong>de</strong> su bautismo? ¿Tienen fotos?<br />

• ¿Estuvieron en el bautismo <strong>de</strong> otras personas? ¿Qué recuerdan? ¿Qué gestos o palabras han<br />

quedado en su memoria?<br />

• Con toda franqueza... ¿qué te suce<strong>de</strong> al recordar tu propio bautismo? ¿Sentís que es algo que<br />

quedó allí, a la distancia, como un lindo recuerdo o un momento <strong>de</strong> tu infancia <strong>de</strong>l que apenas<br />

sabés algo...? ¿O sentís que realmente tiene que ver con tu vida <strong>de</strong> hoy, que es un momento que<br />

marca toda tu vida?<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

El bautismo es el primer sacramento <strong>de</strong> la vida cristiana: es el comienzo <strong>de</strong> nuestra vida en Cristo,<br />

como un nuevo nacimiento, y es la puerta <strong>de</strong> entrada en la Iglesia, el pueblo <strong>de</strong> Dios que camina en la<br />

historia animado por la confianza en Dios que es Amor.<br />

Escuchemos un diálogo que tuvo Jesús con un hombre llamado Nico<strong>de</strong>mo. Nos pue<strong>de</strong> ayudar a<br />

profundizar esto:<br />

Leemos: Juan 3, 1-17<br />

Nico<strong>de</strong>mo, el fariseo, es doctor <strong>de</strong> la ley, y está bastante bien dispuesto para escuchar a Jesús; va a<br />

visitarlo, aunque lo hace <strong>de</strong> noche. Viendo lo que Jesús hacía, saca algunas conclusiones: reconoce a<br />

Jesús como maestro que viene <strong>de</strong> Dios, porque le acompañan los signos que sólo Dios pue<strong>de</strong> realizar.


31 Encuentros catequísticos<br />

Es hermosa la escena. Jesús acoge a Nico<strong>de</strong>mo. Podríamos imaginarlos a la luz <strong>de</strong> una lámpara,<br />

dialogando serenamente. Jesús escucha a este hombre, lo va acompañando sin imponerle nada. Con<br />

mucha <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za lo conduce hacia lo importante: <strong>de</strong>scubrir el misterio <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Dios, profundizar<br />

lo que significa creer que él no es tan sólo un maestro sino el Hijo <strong>de</strong>l hombre, el Salvador prometido...<br />

Y lo invita también a <strong>de</strong>scubrir que esa fe se recibe gratuitamente, como un don o un regalo, y cambia<br />

nuestras vidas.<br />

• «Te aseguro que el que no nace <strong>de</strong>l agua y <strong>de</strong>l Espíritu<br />

no pue<strong>de</strong> entrar en el Reino <strong>de</strong> Dios».<br />

Aquí Jesús no habla <strong>de</strong> volver a nacer biológicamente, sino <strong>de</strong> «nacer <strong>de</strong> nuevo», «renacer» <strong>de</strong><br />

agua y <strong>de</strong> Espíritu. Creer en Jesús es vivir un nuevo nacimiento. Ser bautizado es recibir la vida<br />

nueva en Cristo.<br />

Cuando hablamos <strong>de</strong> Jesús (en el encuentro 3) veíamos que, en el bautismo <strong>de</strong> Jesús, el cielo se<br />

rasga y el Espíritu <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> sobre Él. De manera semejante, en nuestro bautismo el mismo Espíritu<br />

<strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>scendió sobre nosotros para hacernos creaturas nuevas, para que tengamos vida y vida en<br />

abundancia (Juan 10, 10).<br />

Pero ningún nacimiento es algo individual: sin nuestros padres, no podríamos nacer. Algo<br />

semejante suce<strong>de</strong> con el bautismo: el Espíritu que nos hace renacer con Cristo a la vida nueva, nos<br />

hace renacer en el seno <strong>de</strong> la comunidad cristiana, en la Iglesia y en algún sentido por medio <strong>de</strong><br />

ella... Porque ¿cómo podríamos creer en Cristo y su buena noticia, si el pueblo <strong>de</strong> Dios no lo<br />

anunciara? ¿Quién llegaría al bautismo, si la comunidad cristiana no lo recibiera y acompañara hasta<br />

la fuente bautismal con su palabra, con su testimonio y con su oración?<br />

• «Es necesario que el Hijo <strong>de</strong>l hombre sea levantado en alto,<br />

para que todos los que creen en él tengan Vida eterna».<br />

Con afirmaciones cada vez más profundas, Jesús va conduciendo a Nico<strong>de</strong>mo —y a nosotros— a<br />

un conocimiento mayor <strong>de</strong> lo que significa creer en él. Un conocimiento que nos transmite «el que<br />

<strong>de</strong>scendió <strong>de</strong>l cielo», el Enviado <strong>de</strong> Dios, el que da testimonio <strong>de</strong>l saber profundo <strong>de</strong> Dios.<br />

Sobre todo se trata <strong>de</strong> captar a Cristo en toda la hondura <strong>de</strong> su misterio pascual: no sólo como<br />

profeta o sanador que recorre los caminos y las al<strong>de</strong>as, sino como el que venido <strong>de</strong> Dios y, a través<br />

<strong>de</strong> la entrega <strong>de</strong> su vida en la cruz, nuevamente es «levantado», elevado a la gloria <strong>de</strong>l Padre.<br />

En pocas palabras: quienes creen en Jesús, levantado en la cruz y en la gloria, tienen vida eterna.<br />

Recibimos la vida nueva creyendo en Jesús, crucificado y resucitado, dador <strong>de</strong> vida. El bautismo es<br />

sacramento <strong>de</strong> fe.<br />

• «Tanto Dios amó al mundo,<br />

que entregó a su Hijo único<br />

para que todo el que cree en él no muera,<br />

sino que tenga Vida eterna».<br />

Por parte <strong>de</strong> Dios, el texto nos dice claramente que todo es iniciativa <strong>de</strong> amor: «tanto amó Dios<br />

al mundo, que entregó a su Hijo único». Dios ha <strong>de</strong>mostrado históricamente su amor. Quiere la vida<br />

<strong>de</strong> todos y todas, y una vida que no tenga fin: por eso ha enviado al Hijo. Dios ama. Ama a todo ser<br />

humano, sin excepción. Ama al mundo. Esta es la perspectiva que lo explica todo: la Navidad y la<br />

Pascua, y toda la historia <strong>de</strong> antes y <strong>de</strong> <strong>de</strong>spués. Lo propio <strong>de</strong> Dios no es con<strong>de</strong>nar, sino salvar.


Encuentros catequísticos 32<br />

• «Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo,<br />

sino para que el mundo se salve por él.»<br />

Quienes recorrieron junto a Jesús todo su camino, lo vieron y escucharon: Jesús vivía como<br />

alguien que vino a salvar y a perdonar. Sus gestos y sus palabras son aliento para los <strong>de</strong>sanimados,<br />

reconciliación para los agobiados en su conciencia, curación para los enfermos, inclusión para los<br />

excluidos, libertad para las personas sujetas a un or<strong>de</strong>n social y un modo <strong>de</strong> vida inhumano... Acogió<br />

a los pecadores. Perdonó a la adúltera. La oveja <strong>de</strong>scarriada recibió las mejores atenciones <strong>de</strong>l Buen<br />

Pastor. Despertó la confianza <strong>de</strong> hombres y mujeres. Les salvó la vida.<br />

Algunos encuentros atrás <strong>de</strong>cíamos que la palabra «bautismo» viene <strong>de</strong> una expresión en griego<br />

que quiere <strong>de</strong>cir «sumergirse»; y nosotros en nuestro bautismo nos sumergimos en la muerte <strong>de</strong><br />

Cristo, para resucitar con él como una nueva creatura (así lo dice el apóstol Pablo, ver 2Corintios 5,<br />

17). Esto significa mucho. Entre otras cosas, quiere <strong>de</strong>cir que Jesús sigue siendo para nosotros todo<br />

lo que fue para la gente <strong>de</strong> su tiempo: estamos «sumergidos» (bautizados) en la vida <strong>de</strong> Aquel que<br />

nos salva la vida. Y significa también que compartimos su misma misión, que estamos sumergidos en<br />

ella: en su vida <strong>de</strong> servicio, <strong>de</strong> amor incondicional y <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>lidad que llega hasta la entrega <strong>de</strong> la<br />

propia vida.<br />

Por eso <strong>de</strong>cimos que el bautismo es el comienzo —y no el final— <strong>de</strong> nuestro camino como<br />

cristianas y cristianos: es un don que siempre tenemos que re<strong>de</strong>scubrir, una vida llamada a madurar,<br />

una tarea que se nos confía para vivir y dar vida a los <strong>de</strong>más. En otras palabras, el bautismo es<br />

inseparable <strong>de</strong>l seguimiento <strong>de</strong> Jesús: ser bautizados y bautizadas implica seguir a Jesús, viviendo y<br />

amando con él y como él.<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Abrimos el diálogo, compartiendo:<br />

• ¿Qué es lo que más me resuena <strong>de</strong> lo que hemos compartido?<br />

• Al comienzo <strong>de</strong>l encuentro nos preguntamos qué relación <strong>de</strong>scubríamos entre nuestro bautismo y<br />

nuestra vida cotidiana, nuestro hoy... Lo que ahora hemos compartido, ¿me ayuda a <strong>de</strong>scubrir<br />

algo nuevo en este sentido?<br />

• Si el bautismo es inseparable <strong>de</strong>l seguimiento <strong>de</strong> Jesús, ¿<strong>de</strong> qué manera estoy «viviendo y amando<br />

con él y como él»? ¿Qué otros pasos puedo dar?<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Es importante que cada persona tenga la<br />

Biblia en la mano, y se indica el pasaje bíblico que vamos a escuchar para que puedan buscarlo.<br />

De ser posible, nos reunimos en la iglesia, en torno a la fuente bautismal, junto al Cirio pascual<br />

encendido. Po<strong>de</strong>mos poner música instrumental <strong>de</strong> fondo.<br />

Una persona lee pausadamente esta lectura bíblica, proclamada también en la Vigilia Pascual:<br />

Romanos 6, 3-11.


33 Encuentros catequísticos<br />

Se propone un breve momento <strong>de</strong> silencio para releer personalmente el texto bíblico. Después un/a<br />

catequista invita a <strong>de</strong>cir en voz alta alguna frase <strong>de</strong>l texto que resuena especialmente en nuestro<br />

interior.<br />

Pasado un tiempo, se invita a meditar: ¿Qué me dicen estas palabras? ¿A qué me siento invitado,<br />

invitada por Dios?<br />

Finalmente, un/a catequista invita a compartir lo que cada una y cada uno ha <strong>de</strong>scubierto...<br />

Para finalizar, se invita a todos a acercarse a la fuente bautismal y hacer el signo <strong>de</strong> la cruz con agua<br />

sobre la frente <strong>de</strong> la persona que tienen al lado... Que este sencillo gesto exprese nuestro compromiso<br />

compartido <strong>de</strong> vivir nuestro bautismo y seguir los pasos <strong>de</strong> Jesús.<br />

Terminamos rezando el Padre nuestro, y cantando una canción festiva.


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Hagan esto en memoria mía<br />

El sacramento <strong>de</strong> la eucaristía<br />

Encuentro 8<br />

Compartir experiencias en torno a la eucaristía, que nos permitan <strong>de</strong>scubrir su sentido y vivirla más<br />

intensamente.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Preparamos el espacio <strong>de</strong>l encuentro para hacer un tiempo <strong>de</strong> reflexión silenciosa y meditativa. Es<br />

importante ambientar el lugar para que no haya elementos que nos distraigan. En el centro, sobre una<br />

mesa, poner un pan y una copa <strong>de</strong> vino (o jugo <strong>de</strong> uva, por si hay personas que no pue<strong>de</strong>n consumir<br />

alcohol).<br />

Antes <strong>de</strong> comenzar, explicar lo que vamos a hacer:<br />

Vamos a comenzar este encuentro <strong>de</strong> un modo un poco diferente... Hemos preparado todo para<br />

tener un momento tranquilo, <strong>de</strong> reflexión silenciosa, <strong>de</strong> meditación. No es nada extraño, no hay<br />

porqué inquietarse. Sencillamente vamos a escuchar algo <strong>de</strong> música suave, que nos ayu<strong>de</strong> a<br />

relajarnos. Y <strong>de</strong>spués les voy a ir proponiendo algunas preguntas, no para pensar, sino para<br />

recordar. Quizás nos ayu<strong>de</strong> cerrar los ojos, respirar pausadamente, relajar el cuerpo (especialmente<br />

el cuello y los hombros)...<br />

Para comenzar el tiempo <strong>de</strong> meditación, poner algo <strong>de</strong> música instrumental, muy suave, <strong>de</strong> fondo. Se<br />

pue<strong>de</strong> invitar a relajar el cuerpo, aquietarse, respirar serenamente...<br />

Después, <strong>de</strong>jando momentos <strong>de</strong> silencio en el medio, un/a catequista va proponiendo estas<br />

orientaciones:<br />

Te invito a recordar una comida compartida, que hayas vivido y haya quedado grabada en tu<br />

memoria... Pue<strong>de</strong> haber sido una fiesta o un encuentro en familia o entre amigos... No importa si<br />

eran muchos o pocos... Simplemente te invito a recordar una comida compartida que haya sido<br />

importante para vos... (pausa) ¿Quiénes estaban presentes? (pausa) Intentá recordar los <strong>de</strong>talles,<br />

<strong>de</strong> reconstruir en tu interior una imagen <strong>de</strong> ese momento: el lugar, el momento, el clima que se<br />

vivía... (pausa) ¿Qué los reunía, qué celebraban? (pausa) ¿Qué sentías en ese momento? (pausa)<br />

¿Hay alguna palabra, algún gesto, algún hecho <strong>de</strong> ese encuentro que te haya marcado? (pausa)<br />

Tranquilamente vamos abriendo los ojos... mirando a nuestro alre<strong>de</strong>dor... para terminar este<br />

momento.<br />

Dejar que la música suene algunos instantes más.<br />

Una vez terminado el ejercicio, invitar a compartir lo que cada una y cada uno recordó durante este<br />

tiempo.


35 Encuentros catequísticos<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

Entre las necesida<strong>de</strong>s más básicas <strong>de</strong> la humanidad se encuentra sin duda la <strong>de</strong> alimentarse. El hambre,<br />

provocado por la pobreza extrema y que nos pone irremediablemente ante la muerte, es una <strong>de</strong> la<br />

situaciones más dramáticas que conocemos.<br />

Pero los seres humanos no sólo tenemos necesidad <strong>de</strong> comer, sino <strong>de</strong> comer con dignidad. La<br />

comida es el sustento cotidiano, lo que nos permite vivir diariamente. Pero también la mesa compartida<br />

es lugar <strong>de</strong> encuentro, <strong>de</strong> amistad, <strong>de</strong> diálogo, <strong>de</strong> fiesta...<br />

No es extraño, entonces, que las comidas fueran tan importantes para Jesús. Compartiendo su mesa,<br />

Jesús anuncia y hace visible la buena noticia <strong>de</strong> Dios, que es amor y comunión. La mesa <strong>de</strong> Jesús está<br />

abierta a los pecadores, y allí experimentan el perdón y la reconciliación (ver, por ejemplo, Mateo 9, 9-<br />

13 y Lucas 7, 36-50). Jesús elige hospedarse en casa <strong>de</strong> personas que eran reconocidas como<br />

in<strong>de</strong>seables, <strong>de</strong>shonrosas; compartiendo la mesa con ellas, <strong>de</strong>ja ver que también sus vidas son valiosas<br />

para Dios, que con él «ha llegado la salvación» porque vino «a buscar y salvar lo que estaba perdido»<br />

(ver Lucas 19. 1-10). Y, como si fuera poco, Jesús prepara un banquete para alimentar a una multitud<br />

entera, la famosa multiplicación <strong>de</strong> los panes (ver, por ejemplo, Marcos 6, 30-44): es un signo <strong>de</strong> que el<br />

reino <strong>de</strong> Dios ha llegado, ese reino que los profetas habían predicho usando la imagen <strong>de</strong> un banquete<br />

abundante, <strong>de</strong> fiesta, en el que las muchedumbres quedarían saciadas.<br />

Pero la más conocida <strong>de</strong> todas las comidas <strong>de</strong> Jesús es, sin duda, la última cena que celebró con sus<br />

discípulos antes <strong>de</strong> la pasión.<br />

Leemos: 1Corintios 11, 23-27<br />

Leyendo estas palabras <strong>de</strong>l apóstol Pablo, po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>scubrir algunos aspectos <strong>de</strong> lo que la Iglesia<br />

celebra en la eucaristía:<br />

• «La noche en que fue entregado». La última cena <strong>de</strong> Jesús —no podía ser <strong>de</strong> otro modo— tiene<br />

un tono pascual. Fue celebrada «la noche en que fue entregado», y a través <strong>de</strong> los gestos y las<br />

palabras Jesús nos <strong>de</strong>ja entrever que él da la vida libremente, para que se cumpla el proyecto<br />

salvador <strong>de</strong> Dios. En cada eucaristía, la comunidad cristiana celebra la Pascua <strong>de</strong> su Señor, con<br />

todo lo que ella significa. Compartir esta mesa <strong>de</strong> Jesús es compartir su vida entregada y<br />

resucitada, es encontrar en él nuestra vida.<br />

• «Mi cuerpo entregado por uste<strong>de</strong>s... La nueva alianza que se sella con mi sangre». Jesús<br />

pronuncia estas palabras al ofrecer el pan y la copa a sus discípulos. No se trata simplemente <strong>de</strong><br />

un cuerpo y una sangre: es el «cuerpo entregado» y la «sangre <strong>de</strong> la alianza nueva». Mirando la<br />

cruz <strong>de</strong> Jesús compren<strong>de</strong>mos la gravedad <strong>de</strong> nuestro pecado (capaz <strong>de</strong> engendrar muerte) y<br />

también la profundidad <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios por la humanidad (Dios es capaz <strong>de</strong> hacerlo todo, para<br />

que tengamos vida). Contemplando su resurrección, <strong>de</strong>scubrimos que, en Jesús, el amor fue más<br />

fuerte que el pecado y la vida más fuerte que la muerte. Celebrando la eucaristía, las comunida<strong>de</strong>s<br />

cristianas entramos en comunión con Jesús que, con su muerte y resurrección, nos libera <strong>de</strong>l<br />

pecado, nos introduce en la alianza <strong>de</strong> amor y fi<strong>de</strong>lidad que nos une a Dios, y nos reconcilia para<br />

vivir también nosotros en comunión mutua.


Encuentros catequísticos 36<br />

• «Esto es mi cuerpo... mi sangre...». La fe <strong>de</strong> la Iglesia proclama que, en la celebración <strong>de</strong> la<br />

eucaristía, el pan y el vino llegan a ser realmente el cuerpo y la sangre <strong>de</strong> Cristo. No se trata <strong>de</strong><br />

un rito mágico, sino <strong>de</strong> un «misterio <strong>de</strong> fe». Aunque no comprendamos bien qué suce<strong>de</strong> y cómo<br />

suce<strong>de</strong>, lo cierto es que la palabra <strong>de</strong> Jesús es verda<strong>de</strong>ra y fiel, y su mismo Espíritu actúa —hoy<br />

como ayer— en nuestra celebración. Por eso, la eucaristía no es tampoco un simple recuerdo <strong>de</strong>l<br />

pasado: es una realidad hoy, entre nosotros. Cada eucaristía es encuentro con el Señor resucitado,<br />

que nos da su misma vida, alienta nuestra esperanza y nos fortalece para vivir —con él y como<br />

él— entregando nuestra vida en fi<strong>de</strong>lidad al proyecto <strong>de</strong> Dios... «hasta que él vuelva».<br />

Aquella última cena antes <strong>de</strong> la pasión no fue, entonces, la última comida que Jesús compartió con<br />

sus discípulos y discípulas. La Biblia nos narra que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la resurrección, Jesús se manifestó a sus<br />

discípulos y ellos lo reconocieron «al partir el pan», el mismo gesto <strong>de</strong> la última cena (Lucas 24, 35). En<br />

varias ocasiones, Cristo resucitado volvió a comer junto a los suyos (ver, por ejemplo, Lucas 24, 41-43<br />

y Juan 21, 1-14). Y, a lo largo <strong>de</strong> la historia, cada vez que las comunida<strong>de</strong>s cristianas nos reunimos en<br />

torno a la mesa <strong>de</strong> la eucaristía sigue sucediendo lo mismo: aunque nuestros ojos no lo vean, nuestros<br />

corazones reconocen al Señor resucitado, que comparte con nosotros su cuerpo, su sangre, su vida.<br />

La riqueza inagotable <strong>de</strong> esta celebración se expresa mediante los distintos nombres que se le da.<br />

Cada uno <strong>de</strong> estos nombres evoca alguno <strong>de</strong> sus aspectos. Se le llama:<br />

• Eucaristía porque es nuestra acción <strong>de</strong> gracias a Dios, en respuesta a tantas gracias que él nos<br />

conce<strong>de</strong> (la palabra «eucaristía» proviene <strong>de</strong>l griego y significa precisamente «acción <strong>de</strong> gracias»)<br />

• Banquete <strong>de</strong>l Señor porque se trata <strong>de</strong> la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera<br />

<strong>de</strong> su pasión, y <strong>de</strong>l anticipo <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> fiesta en el reino <strong>de</strong> Dios (<strong>de</strong> la que tantas veces habló<br />

Jesús) o el banquete <strong>de</strong> bodas <strong>de</strong>l Cor<strong>de</strong>ro (como la <strong>de</strong>scribe el libro <strong>de</strong>l Apocalipsis)<br />

• Fracción <strong>de</strong>l pan porque este gesto, propio <strong>de</strong>l banquete judío y utilizado por Jesús en la última<br />

cena, es el mismo gesto por el que sus discípulos lo reconocerán <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su resurrección, y con<br />

esta expresión los primeros cristianos <strong>de</strong>signaron sus asambleas. Este nombre expresa —como<br />

nos recuerda el apóstol Pablo— que todas y todos los que comemos <strong>de</strong> este único pan, partido,<br />

que es Cristo, entramos en comunión con él y forman un solo cuerpo en él.<br />

• Se la llama también asamblea eucarística porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea <strong>de</strong> los<br />

fieles, expresión visible <strong>de</strong> la Iglesia; memorial <strong>de</strong> la pasión y <strong>de</strong> la resurrección <strong>de</strong>l Señor; santo<br />

Sacrificio, porque hace presente el único sacrificio <strong>de</strong> Cristo Salvador e incluye la ofrenda <strong>de</strong> la<br />

Iglesia; comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo para formar un solo cuerpo,<br />

unidos por él; y santa Misa, porque la celebración nos conduce a la misión y termina siempre con<br />

el envío a realizar en la vida cotidiana lo que hemos celebrado con fe.<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Dialogamos a partir <strong>de</strong> estas preguntas o algunas <strong>de</strong> ellas:<br />

• ¿Qué <strong>de</strong>scubrís <strong>de</strong> novedoso en lo que hemos escuchado y compartido?<br />

• Cuando participaste <strong>de</strong> la Misa, ¿cómo la viviste?<br />

De todo lo que hemos dicho, ¿qué has podido experimentar y qué no?<br />

• ¿Qué cosas te ayudan y cuáles te hacen más difícil vivir la eucaristía como encuentro con Jesús<br />

resucitado? ¿Y como encuentro <strong>de</strong> comunión fraterna?<br />

• Des<strong>de</strong> los primeros tiempos, la Iglesia ha sido constante en celebrar la eucaristía cada domingo, el<br />

día <strong>de</strong> la resurrección. Y nos llama a no <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> participar <strong>de</strong> la Misa ese día (a menos, claro está,


37 Encuentros catequísticos<br />

por motivos serios). ¿Por qué creés que le da tanta importancia a la celebración <strong>de</strong> la Misa? ¿Qué<br />

pue<strong>de</strong> aportarle a tu vida?<br />

La Misa tiene gestos y oraciones que <strong>de</strong>bemos apren<strong>de</strong>r para participar mejor <strong>de</strong> ella. Será un<br />

compromiso asistir juntos con los catequistas para lentamente ir aprendiendo a participar, sin miedo a<br />

preguntando lo que no entiendas y poniendo atención a cada gesto y palabra. Te encontrarás con un<br />

manantial fresco <strong>de</strong> enseñanzas y alimento.<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta y una vela encendida. A su lado ponemos el pan y la copa que han estado presentes <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el comienzo.<br />

Volvemos a poner música instrumental, muy suave, <strong>de</strong> fondo.<br />

Leemos muy pausadamente 1Corintios 10, 16-17.<br />

Un catequista dice esta oración:<br />

Señor Jesús,<br />

que alimentaste a una multitud con cinco panes,<br />

que compartiste tu mesa con pecadores y excluidos,<br />

que en la última cena nos entregaste tu cuerpo, tu sangre, tu vida,<br />

y que quisiste que te reconociéramos al partir el pan:<br />

te damos gracias por nuestro encuentro<br />

y te pedimos que nos bendigas<br />

ahora que vamos a compartir este pan y esta copa.<br />

Que este sencillo gesto nos ayu<strong>de</strong> a re<strong>de</strong>scubrir la eucaristía<br />

para que podamos vivir cada vez más profundamente<br />

el don <strong>de</strong> amor, <strong>de</strong> comunión y <strong>de</strong> vida nueva<br />

que nos ofreces en la mesa <strong>de</strong> tu altar.<br />

Tú, nuestro salvador crucificado y resucitado,<br />

que vives por los siglos <strong>de</strong> los siglos. Amén.<br />

Mientras compartimos el pan y la copa, seguimos escuchando música <strong>de</strong> fondo. (Es importante evitar<br />

todo lo que pueda hacer aparecer este gesto como una «pequeña Misa»; el pan se comparte<br />

sencillamente, pasándolo <strong>de</strong> mano en mano y sin <strong>de</strong>cir nada; y lo mismo se hace con la copa).<br />

Para finalizar, cantamos Jesús Eucarstía (el himno <strong>de</strong>l X Congreso Eucarístico Nacional, letra y música<br />

<strong>de</strong> J. Zini, A. Rossi y Pocho Roch) o algún otro canto <strong>de</strong> comunión habitualmente usado en la<br />

comunidad.


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Con el aliento <strong>de</strong>l Espíritu<br />

El sacramento <strong>de</strong> la confirmación<br />

Encuentro 9<br />

Presentar el sacramento <strong>de</strong> la confirmación, en el conjunto <strong>de</strong> los sacramentos <strong>de</strong> la iniciación cristiana.<br />

Ayudar a <strong>de</strong>scubrir el don <strong>de</strong>l Espíritu como fuerza y aliento que nos permite comprometernos con el<br />

evangelio en comunidad.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Comenzamos el encuentro invitando a tomarse un tiempo personal para respon<strong>de</strong>r estas preguntas:<br />

• Recordá un momento <strong>de</strong> tu vida en el que hayas sentido <strong>de</strong>saliento, <strong>de</strong>sánimo, falta <strong>de</strong> fuerzas...<br />

• En los momentos en los que estás <strong>de</strong>salentado/a, ¿qué o quién te <strong>de</strong>vuelve el aliento?<br />

Después <strong>de</strong> un tiempo <strong>de</strong> reflexión individual, se comparte en el grupo lo que cada uno/a ha escrito.<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

Los seres humanos necesitamos aliento para vivir. No sólo el aire que respiramos. También otro<br />

aliento: esa fuerza que nos reanima, nos <strong>de</strong>vuelve la energía, nos ayuda a seguir a<strong>de</strong>lante <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

momentos difíciles o simplemente en los cansancios cotidianos.<br />

Una persona que cree en Cristo no es ajena a esta experiencia. También las cristianas y los cristianos<br />

necesitamos ese aliento para vivir.<br />

Los evangelios cuentan que el primer don <strong>de</strong>l Resucitado a la comunidad creyente fue precisamente<br />

darles su mismo aliento: su Espíritu. De hecho, la palabra «espíritu» significa originalmente soplo,<br />

aliento vital. El evangelio <strong>de</strong> Juan narra que Jesús resucitado se hizo presente entre sus discípulos y<br />

sopló sobre ellos diciéndoles: «Reciban el Espíritu Santo» (Juan 20, 22). El libro <strong>de</strong> los Hechos <strong>de</strong> los<br />

Apóstoles lo narra <strong>de</strong> otra manera, con más imágenes simbólicas que nos pue<strong>de</strong>n ayudar a compren<strong>de</strong>r<br />

mejor esa fuerza, ese aliento <strong>de</strong>l Espíritu en la vida cristiana.<br />

Leemos: Hechos 2, 1-11<br />

Este relato <strong>de</strong> Pentecostés (el «día cincuenta» a partir <strong>de</strong> la Pascua) contiene varias pistas muy<br />

sugestivas, que la Iglesia ha leído para compren<strong>de</strong>r mejor el sacramento <strong>de</strong> la confirmación.<br />

• «Estaban todos reunidos en el mismo lugar». Son los discípulos y las discípulas (porque también<br />

había mujeres: ver Hechos 1, 12-14), que habían compartido todo el camino <strong>de</strong> Jesús: habían<br />

escuchado su palabra, habían visto sus gestos, los había seducido la buena noticia <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Dios...<br />

Habían estado al pie <strong>de</strong> la cruz, y lo habían visto resucitado. Ahora esperan. Esperan que, según la


39 Encuentros catequísticos<br />

promesa <strong>de</strong>l propio Jesús, venga <strong>de</strong> Dios la fuerza que los hará a ellos y ellas continuadores <strong>de</strong> su<br />

misma misión.<br />

• «Vino <strong>de</strong>l cielo ... como una fuerte ráfaga <strong>de</strong> viento». «Vieron aparecer unas lenguas como <strong>de</strong><br />

fuego». En el bautismo <strong>de</strong> Jesús, la imagen <strong>de</strong> la paloma simbolizó la venida <strong>de</strong>l Espíritu. Ahora, los<br />

discípulos reciben el mismo Espíritu. Las imágenes <strong>de</strong>l viento huracanado y el fuego ardiendo sirven<br />

para simbolizar la fuerza <strong>de</strong>l Espíritu. Un viento que sacu<strong>de</strong>, resuena, llena el lugar, moviliza,<br />

permite respirar aires nuevos... Semejante al viento es el Espíritu. Un fuego que ar<strong>de</strong>, quema,<br />

<strong>de</strong>vuelve vitalidad (como cuando en las frías noches <strong>de</strong> invierno nos acercamos a una fogata y<br />

sentimos que el cuerpo recobra la vida)... Semejante al fuego es el Espíritu.<br />

• «Todos quedaron llenos <strong>de</strong>l Espíritu Santo». Así como Jesús estuvo lleno <strong>de</strong>l Espíritu para realizar<br />

su misión (Lucas 4, 16-21), así ahora la comunidad cristiana está llena <strong>de</strong>l mismo Espíritu para<br />

continuar la misma misión.<br />

Notemos que es una experiencia comunitaria: «todos quedaron llenos <strong>de</strong>l Espíritu Santo». No<br />

algunos, no unos pocos. En la comunidad cristiana no hay «iluminados» ni «elegidos», no hay<br />

cristianos <strong>de</strong> primera y <strong>de</strong> segunda categoría. Todos recibimos el mismo Espíritu para vivir la misma<br />

misión.<br />

• «Y comenzaron a hablar...». Ahora sí, con la fuerza y el aliento <strong>de</strong>l Espíritu, los discípulos y las<br />

discípulas pue<strong>de</strong>n salir y compartir con los <strong>de</strong>más lo que ellos mismos han visto y oído. Se les suelta<br />

la lengua para comenzar a anunciar la buena noticia <strong>de</strong>l reino.<br />

El relato <strong>de</strong> Hechos dice que hablaban en la lengua <strong>de</strong> la gente que estaba oyendo. No importa<br />

tanto el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> hablar lenguas extrañas. Importa que el Espíritu le permite a la comunidad<br />

creyente compartir el evangelio <strong>de</strong> un modo que sea cercano y comprensible, apasionante y<br />

atrayente para la gente con la que comparte diariamente la vida. La gente que escucha a aquella<br />

primera comunidad lo dice con toda claridad: «Todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las<br />

maravillas <strong>de</strong> Dios».<br />

Lo que vivieron los primeros creyentes sigue siendo una realidad hoy. El Espíritu que alienta, da<br />

fuerzas y envía en misión sigue estando presente en las comunida<strong>de</strong>s cristianas a lo largo <strong>de</strong> la historia.<br />

Y la Iglesia lo celebra en los sacramentos <strong>de</strong> la iniciación cristiana, especialmente en la Confirmación.<br />

El Bautismo nos hace renacer y nos une a Cristo. La Confirmación nos llena con el don <strong>de</strong>l Espíritu. Y<br />

la Eucaristía mantiene viva esa comunión con Jesús, su vida y su misión.<br />

El sacramento <strong>de</strong> la Confirmación, entonces, es la celebración en la que Dios nos confirma la gracia<br />

que recibimos en el bautismo... y en la que nosotros confirmamos nuestro «sí» al llamado <strong>de</strong> Dios,<br />

nuestra disponibilidad para vivir y anunciar la buena noticia.<br />

Así cada cristiana y cada cristiano vive algo semejante a aquel primer Pentecostés. Por el bautismo ya<br />

participa <strong>de</strong> la misión <strong>de</strong> Jesús y <strong>de</strong> la Iglesia. En el día <strong>de</strong> su Confirmación se le encomienda ser, con la<br />

fuerza <strong>de</strong>l Espíritu, un testigo más comprometido y alegre <strong>de</strong>l evangelio, y un miembro cada vez más<br />

activo y maduro <strong>de</strong> su comunidad.<br />

El signo central <strong>de</strong> la Confirmación es la imposición <strong>de</strong> manos y la unción con el Crisma (mezcla <strong>de</strong><br />

aceites y perfumes, especialmente consagrada). Al ser ungido, el bautizado escucha estas palabras:<br />

«Recibe por esta señal el don <strong>de</strong>l Espíritu Santo». De allí nuestro nombre <strong>de</strong> cristianas y cristianas:<br />

somos discípulas y discípulos <strong>de</strong>l Cristo, el Ungido por el Espíritu.


Encuentros catequísticos 40<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Abrimos el diálogo, compartiendo:<br />

En pocas semanas más vamos a ser confirmados/as. Tal vez algunos miembros <strong>de</strong>l grupo ya<br />

celebraron la Confirmación y ese día renovarán su compromiso.<br />

• ¿De qué manera lo que hemos reflexionado y compartido ilumina lo que vamos a celebrar?<br />

• El sacramento <strong>de</strong> la Confirmación nos llama a vivir con un mayor compromiso y una mayor<br />

participación. Concretamente, ¿cómo po<strong>de</strong>mos vivirlo?<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta, una vela encendida y un pequeño recipiente con aceite perfumado o esencias aromáticas<br />

(pero no el Crisma).<br />

Comenzamos cantando una canción al Espíritu Santo. La canción Viento y fuego, <strong>de</strong> J. Zini, es<br />

particularmente apropiada.<br />

Un/a catequista invita a rezar, proponiendo esta pregunta:<br />

¿Qué le pedirías hoy al Espíritu Santo para vivir tu vocación <strong>de</strong> cristiana/o? ¿Aliento para qué...?<br />

¿Fuerza para qué...? ¿Luz para qué...?<br />

Se hace una pausa <strong>de</strong> silencio y se invita a compartir las oraciones. Después <strong>de</strong> cada súplica se pue<strong>de</strong><br />

repetir el estribillo <strong>de</strong> la canción inicial.<br />

Concluimos rezando juntos la oración <strong>de</strong> Jesús. Un/a catequista pue<strong>de</strong> introducirla diciendo:<br />

El amor <strong>de</strong> Dios ha sido <strong>de</strong>rramado en nuestros corazones<br />

por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.<br />

Alentados por ese Espíritu, digamos con confianza a Dios:<br />

Padre nuestro...<br />

Po<strong>de</strong>mos hacer un canto final.


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Pueblo <strong>de</strong> Dios<br />

La Iglesia<br />

Encuentro 10<br />

Generar un espacio <strong>de</strong> diálogo, <strong>de</strong> reflexión y <strong>de</strong> oración que nos permita reconocer a la Iglesia como<br />

pueblo <strong>de</strong> Dios, y <strong>de</strong>scubrir el modo en que Dios nos invita a vivir nuestra pertenencia a ese pueblo.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Comenzamos el encuentro dialogando a partir <strong>de</strong> preguntas como estas:<br />

• ¿Qué experiencia tengo <strong>de</strong> Iglesia?<br />

• ¿Qué me atrae y qué dificulta mi participación?<br />

• ¿Qué me gustaría encontrar en una comunidad cristiana?<br />

En este encuentro queremos hablar <strong>de</strong> la Iglesia. Es importante que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo, tengamos<br />

presente que hablamos <strong>de</strong> la Iglesia, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> todo el pueblo <strong>de</strong> Dios, no sólo <strong>de</strong> algunos miembros<br />

(los obispos, los ministros or<strong>de</strong>nados, etc.).<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

Cada una y cada uno <strong>de</strong> nosotros tenemos alguna experiencia <strong>de</strong> la Iglesia, que probablemente haya<br />

cambiado a lo largo <strong>de</strong> los años. Tenemos una forma <strong>de</strong> verla y compren<strong>de</strong>rla a partir <strong>de</strong> lo que hemos<br />

vivido y también <strong>de</strong> lo que quisiéramos encontrar en ella.<br />

Hace cincuenta años, el Concilio Vaticano <strong>II</strong> movilizó a toda la Iglesia con esta pregunta: «Iglesia,<br />

¿quién eres? ¿Qué dices <strong>de</strong> ti misma?». También nosotros quisiéramos hacernos esta pregunta y<br />

profundizar en la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Dios.<br />

La reflexión <strong>de</strong> los Obispos reunidos en el Concilio, a la escucha <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong><br />

su pueblo, va a ayudarnos en este camino. Un primer paso que el Concilio nos invita a dar es este:<br />

<strong>de</strong>scubrir que la Iglesia no es una institución nacida <strong>de</strong> nuestros propósitos (buenos o no tan buenos),<br />

sino un pueblo que nace por iniciativa <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> su <strong>de</strong>seo amoroso y su proyecto <strong>de</strong> salvación.<br />

La palabra «Iglesia» viene, como muchas palabras <strong>de</strong>l cristianismo, <strong>de</strong>l griego (el idioma en que está<br />

escrito el Nuevo Testamento). Quiere <strong>de</strong>cir: «convocación», y se refiere al pueblo llamado a reunirse en<br />

asamblea. Ya las primeras comunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> personas que creyeron en Jesús se llamaron a sí mismas con<br />

ese nombre. Y no es casual. Al <strong>de</strong>cir: «Somos Iglesia, convocación», las comunida<strong>de</strong>s cristianas están<br />

reconociendo que su i<strong>de</strong>ntidad y su vida tienen origen en una llamada: la llamada <strong>de</strong> Dios, que convoca<br />

y reúne a su pueblo.<br />

Dios es Comunión y crea comunión. Haciéndonos «a su imagen», nos creó capaces <strong>de</strong> vivir en<br />

comunión. Cuando Dios lo libera al pueblo <strong>de</strong> Israel <strong>de</strong> la esclavitud y hace una alianza con él, está<br />

haciendo nacer el pueblo <strong>de</strong> Dios. Enviándonos a Jesús, hace que ese pueblo se ensanche cada vez más<br />

y llegue a ser tan amplio como su amor por el mundo.


Encuentros catequísticos 42<br />

Ya hemos visto cómo Jesús reúne en torno a él gente <strong>de</strong> lo más diversa. Don<strong>de</strong> sea que va, Jesús va<br />

creando «comunidad»: incluyendo a las personas incluidas, reconciliando a las que están divididas,<br />

acercando a Dios a quienes se habían alejado anunciándoles el perdón, recibiendo a todas y todos.<br />

Jesús reúne. Y, reuniendo, va realizando la llamada <strong>de</strong> Dios: que toda la humanidad viva en comunión.<br />

Después <strong>de</strong> la pascua, el Espíritu <strong>de</strong> Dios, así como había <strong>de</strong>scendido sobre Jesús en su bautismo,<br />

<strong>de</strong>scendió también sobre la primera comunidad <strong>de</strong> creyentes. Y la Iglesia se manifestó al mundo.<br />

La Iglesia nace convocada por Dios, por la fuerza <strong>de</strong>l Espíritu que reúne y anima a quienes creen en<br />

Jesús. Vamos a leer el relato tal como lo narra el libro <strong>de</strong> los Hechos <strong>de</strong> los Apóstoles. En un encuentro<br />

anterior, escuchamos el testimonio que dio el apóstol Pedro el día <strong>de</strong> Pentecostés, anunciando que<br />

Jesús, el Crucificado, había sido resucitado por Dios. Escuchemos lo que sucedió inmediatamente<br />

<strong>de</strong>spués.<br />

Leemos: Hechos 2, 37-47<br />

El relato <strong>de</strong> Hechos <strong>de</strong> los Apóstoles nos permite <strong>de</strong>scubrir varios rasgos fundamentales <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad<br />

<strong>de</strong> la Iglesia:<br />

• «Los que recibieron la palabra <strong>de</strong> Pedro se hicieron bautizar...». La Iglesia —ya lo dijimos— nace <strong>de</strong><br />

la llamada <strong>de</strong> Dios, recibida con fe. La fe es respuesta al anuncio <strong>de</strong> la buena noticia <strong>de</strong> Jesús.<br />

Despierta la conversión <strong>de</strong>l corazón. El bautismo es el sacramento <strong>de</strong> fe, que nos incorpora al<br />

pueblo <strong>de</strong> Dios.<br />

Por eso no nos cansamos <strong>de</strong> repetir: Iglesia somos todas las bautizadas y todos los bautizados.<br />

Hay una gran diversidad <strong>de</strong> dones y <strong>de</strong> servicios, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los más escondidos hasta los más visibles.<br />

Pero todas y todos compartimos una misma dignidad: hijas e hijos <strong>de</strong> Dios, unidos en Cristo,<br />

animados por su Espíritu.<br />

• «Y ese día se unieron a ellos...». Creer en Jesús implica vivir la fe en comunidad. No se pue<strong>de</strong> creer<br />

en Dios, Amor y Comunión, y vivir en el aislamiento. Un viejo refrán logra expresarlo bien: «Un<br />

cristiano solo no es cristiano». Con todas sus luces y sombras, con todas sus fortalezas y <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s,<br />

la comunidad cristiana es el lugar don<strong>de</strong> se recibe, se vive, madura y se nutre la fe.<br />

• «Todos se reunían asiduamente...». La permanencia en la comunidad no es algo ocasional o<br />

circunstancial. Requiere adhesión, perseverancia y una integración activa al grupo <strong>de</strong> los creyentes.<br />

• «...para escuchar la enseñanza <strong>de</strong> los Apóstoles...». La Iglesia vive en referencia constante al<br />

evangelio <strong>de</strong> Jesús, trasmitido <strong>de</strong> generación en generación, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tiempo <strong>de</strong> los Apóstoles hasta<br />

nuestros días. Por eso la Iglesia está siempre «en estado <strong>de</strong> conversión». Una y otra vez, la<br />

comunidad cristiana tiene que recurrir a la escuela (la escucha) <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong> Dios para no per<strong>de</strong>r<br />

el rumbo y re<strong>de</strong>scubrir su i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> pueblo llamado, convocado, por Dios.<br />

Sólo si escucha atentamente la palabra <strong>de</strong> Dios, la Iglesia <strong>de</strong> hoy pue<strong>de</strong> seguir realizando<br />

«prodigios y signos» como en tiempos <strong>de</strong> los Apóstoles. No se trata tanto <strong>de</strong> milagros<br />

extraordinarios, sino más bien <strong>de</strong> la fi<strong>de</strong>lidad a la práctica liberadora <strong>de</strong> Jesús. La misma misión <strong>de</strong><br />

Cristo es ahora la misión <strong>de</strong> la comunidad cristiana. Llamado y misión son inseparables. Ya sea<br />

anunciando el evangelio o asumiendo responsabilida<strong>de</strong>s al servicio <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más y <strong>de</strong> la creación, la<br />

Iglesia vive su i<strong>de</strong>ntidad en la misión.


43 Encuentros catequísticos<br />

• «...para participar en la vida común...». No hay comunidad si la vida no se comparte. Hay<br />

comunidad cristiana allí don<strong>de</strong> hay relaciones interpersonales profundas y sinceras. Por supuesto,<br />

compartir la vida en comunidad no es sencillo: apren<strong>de</strong>r a escucharse y compren<strong>de</strong>rse, a amarse y<br />

perdonarse, son tareas cotidianas... Pero una promesa <strong>de</strong> Jesús es mucho más fuerte que las<br />

dificulta<strong>de</strong>s: «Don<strong>de</strong> hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio <strong>de</strong> ellos»<br />

(Mateo 18, 20).<br />

Para la primera comunidad cristiana, esa «vida común» era algo bien concreto: «se mantenían<br />

unidos y ponían lo suyo en común», dice el relato <strong>de</strong> Hechos. Siguiendo a Jesús, la comunidad<br />

cristiana está llamada a hacerse cercana a las personas más pobres y a compartir con generosidad lo<br />

que ha recibido <strong>de</strong> la generosidad <strong>de</strong> Dios. Los primeros creyentes lo comprendieron bien y lo<br />

vivieron con fi<strong>de</strong>lidad, tanto que «ninguno pa<strong>de</strong>cía necesidad» porque «nadie consi<strong>de</strong>raba sus bienes<br />

como propios, sino que todo era común entre ellos» (Hechos 4, 32.34).<br />

• «...para participar en la fracción <strong>de</strong>l pan...», es <strong>de</strong>cir, en la eucaristía. La comunidad cristiana<br />

encuentra allí su alimento, su fuerza y la misma fuente <strong>de</strong> su vida. Todavía ahora, casi dos mil años<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los Apóstoles, nos reunimos cada domingo (el día <strong>de</strong> la resurrección) en torno a la mesa<br />

<strong>de</strong> la comunión. Y así celebramos la vida nueva que Dios nos ofrece y somos fortalecidos para vivir<br />

el evangelio hoy.<br />

• «...para participar en las oraciones». A imagen <strong>de</strong> aquella primera comunidad, la Iglesia es una<br />

comunidad que reza. Por supuesto, cada creyente está llamado a rezar en la intimidad <strong>de</strong> su casa y su<br />

vida cotidiana. Pero la oración comunitaria y la celebración son irreemplazables. Especialmente<br />

cuando se trata <strong>de</strong> los siete sacramentos:<br />

el bautismo, la confirmación y la eucaristía (<strong>de</strong> los que ya hemos hablado),<br />

la reconciliación o penitencia (que nos <strong>de</strong>vuelve a la inocencia <strong>de</strong>l bautismo, por el perdón <strong>de</strong> los<br />

pecados),<br />

la unción <strong>de</strong> los enfermos (que nos fortalece con la gracia <strong>de</strong>l Espíritu en los momentos <strong>de</strong><br />

enfermedad o <strong>de</strong>bilidad),<br />

el matrimonio (que sella la alianza <strong>de</strong> amor entre dos personas, a imagen <strong>de</strong>l amor entre Cristo y<br />

su Iglesia), y<br />

el or<strong>de</strong>n sagrado (por el que algunos bautizados son consagrados para el servicio pastoral:<br />

obispos, presbíteros y diáconos).<br />

La imagen <strong>de</strong> esta primera comunidad cristiana, retratada en los Hechos <strong>de</strong> los Apóstoles,<br />

permanece a lo largo <strong>de</strong> los siglos como imagen <strong>de</strong> lo que la Iglesia está llamada a ser y vivir en todo<br />

tiempo y en todo lugar. También aquí y ahora.<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

Abrimos el diálogo, compartiendo:<br />

• ¿Qué <strong>de</strong>scubro en lo que hemos escuchado y reflexionado?<br />

• ¿Qué cosas resuenan en mi interior? ¿A qué me siento invitada/o?<br />

• A la luz <strong>de</strong> lo compartido, ¿cómo es la Iglesia que nos gustaría ser? Podríamos escribir (o dibujar)<br />

nuestra respuesta en algunos afiches.<br />

• ¿Qué pasos concretos po<strong>de</strong>mos dar para que esto sea posible?


Encuentros catequísticos 44<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Finalizamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta y una vela encendida. En el centro, junto a la Biblia, ponemos una imagen <strong>de</strong> Jesús.<br />

Ponemos también los afiches trabajados en el encuentro.<br />

Un/a catequista invita a observar atentamente, en silencio, lo que hemos escrito o dibujado: es la<br />

imagen <strong>de</strong> la Iglesia que queremos llegar a ser.<br />

Después <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong> silencio, alguien lee pausadamente: Hechos 2, 41-42.<br />

Con la oración <strong>de</strong> Jesús, el Padre nuestro, pedimos a Dios que nos ayu<strong>de</strong> a ser una Iglesia fiel a su<br />

llamada.<br />

Terminamos con una canción apropiada. Un canto especialmente a<strong>de</strong>cuado es Signo <strong>de</strong> esperanza, <strong>de</strong> J.<br />

Zini y A. Álvarez (¡cantarlo completo, que vale la pena!).


Propósito <strong>de</strong>l encuentro<br />

Comprometidos en la historia<br />

Comunidad cristiana y sociedad<br />

Encuentro 11<br />

Invitar a <strong>de</strong>scubrir que Dios nos llama a ser mensajeros <strong>de</strong> su reino teniendo un compromiso activo en<br />

la historia, especialmente en favor <strong>de</strong> los más pobres y <strong>de</strong>sprotegidos.<br />

1. Partimos <strong>de</strong> nuestra vida<br />

Comenzamos el encuentro invitando a las y los miembros <strong>de</strong>l grupo a hacer memoria <strong>de</strong> las últimas<br />

semanas:<br />

• ¿Qué hemos vivido, qué personas hemos encontrado en nuestro camino?<br />

• ¿Podrías i<strong>de</strong>ntificar situaciones don<strong>de</strong> te encontraste con personas que estuvieran atravesando<br />

momentos difíciles (enfermedad, dolor, pobreza, soledad, etc)?<br />

• ¿Cuál fue tu reacción o tu respuesta en estos encuentros?<br />

2. Escuchamos la palabra <strong>de</strong> Dios<br />

Ningún ser humano es una isla. Estamos hechos para vivir con otros. No siempre es fácil, no siempre<br />

sabemos bien cómo... pero lo cierto es que estamos hechos para convivir.<br />

Esa verdad tan evi<strong>de</strong>nte, tan simple y cotidiana, no es negada por la fe. Al contrario, la fe cristiana<br />

nos pone en el corazón <strong>de</strong> la historia. Lejos <strong>de</strong> apartarnos <strong>de</strong> la sociedad, con sus fortalezas y<br />

contradicciones, el mensaje <strong>de</strong>l evangelio nos llama a estar presentes en la realidad <strong>de</strong> nuestro tiempo.<br />

Así como Dios, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo, se fue manifestando en la historia <strong>de</strong> su pueblo y, sobre todo, «se<br />

hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan 1, 14), también hoy es el mundo y la historia el lugar don<strong>de</strong><br />

encontramos a Dios y da fruto la fe.<br />

Por eso, para las comunida<strong>de</strong>s cristianas, la fe es una vivencia «encarnada», comprometida con la<br />

realidad. Se diferencia, entonces, <strong>de</strong> otras concepciones <strong>de</strong> la fe que se distancian <strong>de</strong> la convivencia<br />

humana, lo barrial, lo social, lo político, lo cultural, como si todas estas realida<strong>de</strong>s fueran lugar <strong>de</strong><br />

pecado o <strong>de</strong> perdición. Creemos en un Dios presente en la historia porque ama al mundo (Juan 3, 16).<br />

Les proponemos leer una parábola <strong>de</strong> Jesús. Nos ayudará a <strong>de</strong>scubrir lo que Dios espera <strong>de</strong> cada ser<br />

humano, pero especialmente <strong>de</strong> quienes creen en él.<br />

Leemos: Mateo 25, 31-46


Encuentros catequísticos 46<br />

No hacen falta <strong>de</strong>masiados comentarios a este texto <strong>de</strong>l evangelio. Para profundizar su actualidad y<br />

la llamada que nos dirige a nosotros hoy, los invitamos a escuchar estas palabras <strong>de</strong> los obispos <strong>de</strong>l<br />

mundo entero reunidos en el Concilio Vaticano <strong>II</strong> (1962-1965):<br />

Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> nuestro tiempo, sobre<br />

todo <strong>de</strong> los pobres y <strong>de</strong> cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias <strong>de</strong><br />

los discípulos <strong>de</strong> Cristo. Nada hay verda<strong>de</strong>ramente humano que no encuentre eco en su corazón.<br />

La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el<br />

Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino <strong>de</strong>l Padre y han recibido la buena nueva <strong>de</strong> la<br />

salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria <strong>de</strong>l<br />

género humano y <strong>de</strong> su historia.<br />

3. Profundizamos la invitación <strong>de</strong> Dios<br />

(Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n. 1)<br />

Abrimos el diálogo, conversando a partir <strong>de</strong> preguntas como estas:<br />

• ¿Qué es lo que más me resuena <strong>de</strong> los textos compartidos?<br />

• ¿Cuáles son los gozos y las esperanzas <strong>de</strong> las personas que viven en el barrio? ¿Cuáles son las<br />

tristezas y las angustias <strong>de</strong> las personas que viven en el barrio? (Las respuestas a estas preguntas<br />

podrían ser recogidas en un afiche.)<br />

• Dios toma en serio nuestras acciones. Por eso: ¿cómo po<strong>de</strong>mos respon<strong>de</strong>r concretamente a la<br />

invitación que nos hace Jesús en el evangelio?<br />

4. Celebramos lo vivido<br />

Terminamos el encuentro con un breve momento <strong>de</strong> oración. Se prepara un espacio con un mantel, la<br />

Biblia abierta, una vela encendida y los afiches utilizados en el momento anterior.<br />

Comenzamos con un canto apropiado, por ejemplo: Signo <strong>de</strong> esperanza, <strong>de</strong> J. Zini y A. Álvarez, o<br />

Declaración <strong>de</strong> domicilio, <strong>de</strong> E. Meana.<br />

Se lee pausadamente Mateo 25, 34-36.40.<br />

Un/a catequista invita a rezar, con esta letanía:<br />

A las palabras: Señor <strong>de</strong> la historia, respon<strong>de</strong>mos juntos: escucha nuestra oración.<br />

Creador <strong>de</strong> todo, tú nos has confiado el mundo:<br />

Por todo progreso, gracias.<br />

Por todo daño hecho a la creación, perdón.<br />

Señor <strong>de</strong> la historia,<br />

– escucha nuestra oración.


47 Encuentros catequísticos<br />

Tú estás presente en los más pequeños:<br />

Por todo gesto <strong>de</strong> servicio y solidaridad, gracias.<br />

Por toda indiferencia y cerrazón, perdón.<br />

Señor <strong>de</strong> la historia,<br />

– escucha nuestra oración.<br />

Tú nos haces miembros y responsables <strong>de</strong> una misma sociedad:<br />

Por todo paso <strong>de</strong> justicia, inclusión y vida digna, gracias.<br />

Por toda complicidad con lo inhumano, lo injusto y lo violento, perdón.<br />

Señor <strong>de</strong> la historia,<br />

– escucha nuestra oración.<br />

Tú nos das compañeras y compañeros <strong>de</strong> camino:<br />

Por la ayuda dada y recibida, gracias.<br />

Por las heridas y celos, perdón.<br />

Señor <strong>de</strong> la historia,<br />

– escucha nuestra oración.<br />

Tú nos has dado familia y amigos:<br />

Por todo testimonio <strong>de</strong> afecto, gracias.<br />

Por toda falta <strong>de</strong> amor, perdón.<br />

Señor <strong>de</strong> la historia,<br />

– escucha nuestra oración.<br />

Tú nos conce<strong>de</strong>s encontrar personas <strong>de</strong>sconocidas:<br />

Por cada amistad que nace, gracias.<br />

Por cada vez que pasamos <strong>de</strong> largo, perdón.<br />

Señor <strong>de</strong> la historia,<br />

– escucha nuestra oración.<br />

(Se pue<strong>de</strong>n agregar acciones <strong>de</strong> gracias por cada gozo y esperanza que se mencionan en el<br />

afiche, y súplicas por cada tristeza y angustia.)<br />

Terminamos rezando juntos el Padre nuestro y cantando una canción apropiada.


Para seguir andando...<br />

Encuentro 12<br />

Proponemos que el último encuentro sea un espacio <strong>de</strong> compartir fraterno, preparado por cada<br />

comunidad.<br />

Podría consistir en una comida en el que se pone en común la experiencia <strong>de</strong>l camino recorrido juntos,<br />

las expectativas frente al camino que queda por <strong>de</strong>lante. Tal vez, algunas personas <strong>de</strong> la comunidad<br />

podrían estar presentes para compartir qué servicios y activida<strong>de</strong>s se realizan, e invitar a los miembros<br />

<strong>de</strong>l grupo a sumarse. O también podría ser un buen momento para dialogar con el grupo cómo seguir<br />

andando...<br />

Es importante que no falte un tiempo <strong>de</strong> oración en común: acción <strong>de</strong> gracias por lo vivido,<br />

preparación para la celebración <strong>de</strong> Pentecostés y las confirmaciones, y súplica confiada ante el camino<br />

que Dios abre <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros.<br />

<strong>Subsidio</strong> elaborado en colaboración por distintos equipos <strong>de</strong> la Vicaría <strong>de</strong> Evangelización <strong>de</strong> la <strong>Diócesis</strong> <strong>de</strong> <strong>Quilmes</strong><br />

Ilustración <strong>de</strong> portada: Jesús resucitado (<strong>de</strong>talle <strong>de</strong>l ábsi<strong>de</strong>, Iglesia <strong>de</strong>l Sagrado Corazón <strong>de</strong> Jesús, Ortì, Italia, 2008) por los artistas <strong>de</strong>l Centro di Studi e<br />

Ricerche Ezio Aletti, Pontificio Istituto Orientale, Roma.

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