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PORTADA JUNIO 2009 - Passio Christi

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MARÍA, MADRE DE LA SANTA ESPERANZA<br />

LA ESPERANZA CRISTIANA<br />

La esperanza cristiana es una de las tres<br />

virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad,<br />

con cuyos dones, el Creador establece<br />

una comunión personal con los hombres<br />

que le aceptan en sus vidas.<br />

Las tres actúan necesariamente unidas y<br />

nos dan razón de cuanto nos dicen sobre<br />

ellas, en sus cartas, los Apóstoles Pedro y Pablo:<br />

“La fe es garantía de cuanto esperamos”,<br />

Hebr 11,1; y que es Cristo quien por su Resurrección:<br />

“Nos ha engendrado a una esperanza<br />

viva”, 1 Petr 1,3. y “nos da la esperanza<br />

de estar con El, en su gloria”. Col 1,27.<br />

Jesús es quien nos pide que creamos en<br />

Dios y pongamos en El nuestra esperanza:<br />

“Creed en Dios y confiad en Mí; en la casa<br />

de mi Padre, hay muchas moradas y Yo voy<br />

a prepararos sitio, y, una vez que me haya<br />

ido y os haya preparado sitio, volveré y os<br />

llevaré conmigo, para que donde Yo voy a<br />

estar, estéis también vosotros”, Jn. 14, 1-3.<br />

Incluso el Apóstol San Pablo llega a decirnos<br />

que, poseyendo la virtud de la esperanza,<br />

es como si ya estuviéramos salvados:<br />

“Ya estamos salvados, aunque sea solo en<br />

esperanza”, Rom 8, 24.<br />

La esperanza nunca falla, porque es un<br />

don del Espíritu Santo que habita en nosotros:<br />

“Es una esperanza que no engaña, por-<br />

Revista Pasionario/208<br />

que al darnos al Espíritu Santo, Dios ha derramado<br />

su amor en nuestros corazones”,<br />

Rom 5.5.<br />

Es un ancla de salvación que nos lleva a<br />

penetrar hasta donde se encuentra el salvador:<br />

“Nos asimos a la esperanza propuesta<br />

que damos por segura y es ancla<br />

sólida en nuestra vida, y penetra hasta<br />

más allá del velo a donde por nosotros, entró<br />

Jesús”. 6,18-19.<br />

MARÍA, MADRE DE LA ESPERANZA<br />

Así mira la Iglesia a María y así quiere<br />

que la llamemos los cristianos, como se lo<br />

decimos siempre que rezamos la Salve:<br />

“Vida, dulzura y Esperanza nuestra”.<br />

Jesús, su Hijo, siendo Dios, se confió enteramente<br />

a su amor y a sus cuidados, y<br />

puso en su corazón y en sus manos toda la<br />

solicitud y ternura que El mismo quiso encontrar<br />

en Ella y cuanto quería que pudiera<br />

prodigarnos después a cuentos habíamos<br />

de creer en El, hasta el fin de los siglos.<br />

Por eso, quiso tenerla a su lado junto a la<br />

Cruz y antes de morir nos la dió por Madre,<br />

y María nos aceptó como a hijos y nos abrió<br />

su corazón y sus manos, para querernos y<br />

cuidarnos como a su propio Hijo Jesús.<br />

Ella es por tanto, la Madre de la Santa<br />

Esperanza en quien podemos fiarnos del<br />

todo y en todo.<br />

Su misión es darnos a Jesús, como se le<br />

ofreció a los pastores y a los Reyes Magos,<br />

llenándoles de alegría inmensa, y llevarnos<br />

a Jesús, haciéndonos sentir el mensaje<br />

que les dio a los sirvientes en las Bodas<br />

de Caná, cuando les faltó el vino: Id y haced<br />

lo que mi Hijo os mande”, Jn 2,5.<br />

María es pues, la estrella luminosa que<br />

Jesús ha puesto en nuestro camino, para<br />

que veamos con claridad la meta, y es quien<br />

nos enseña a amar de corazón a Cristo en<br />

quien encontramos la salvación.<br />

Ella es modelo de fidelidad a Dios, deseando<br />

que se cumpla siempre y en todo “su palabra”,<br />

Lc 1,38, y Ella nos está diciendo<br />

que solamente siendo fieles a Dios, podremos<br />

ver cumplida nuestra esperanza.<br />

María es la mujer fuerte que supo esperar<br />

siempre “guardando los recuerdos en su<br />

corazón”, Lc 2,51, ante las pruebas más incomprensibles<br />

a las que se ve sometido su<br />

hijo, y supo estar en pie y con serenidad impresionante,<br />

junto a Cruz, contemplando

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