PORTADA JUNIO 2009 - Passio Christi

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LA GLORIA DE DIOS EN EL ROSTRO DEL CRUCIFICADO LA NOVEDAD DE DIOS EXPRESADA EN EL ROSTRO DEL MESÍAS CRUCIFICADO Y RESUCITADO El título de Mesías (Cristo, en griego) ocupa un lugar especial entre todos los restantes títulos aplicados a Jesús. Ha llegado a convertirse casi en centro de unión o cristalización para todas las visiones de Jesús del Nuevo Testamento. Al proclamarle se señala su identidad “proveniente de Dios”. Todos los otros títulos quedan subordinados a éste. Ya en el judaísmo, anterior al Nuevo Testamento, se tendía a condensar en este título todas las concepciones y esperanzas de la salvación de Dios para su pueblo y para la humanidad. En la época de Jesús había entre los judíos ideas muy diversas, y a veces radicalmente diferentes, sobre el Mediador del fin de los tiempos. No existía entonces una concepción única y unitaria del Mesías. Sin embargo, la más predominante es la que podríamos denominar Mesías “político”. El Nuevo Testamento ha dado especial importancia a los conceptos y títulos cristológicos judíos que no estaban vinculados a la figura de un Mesías Político. A pesar de ello, los primeros cristianos terminaron empleando de manera general el título de Mesías al referirse a Jesús señalando la paradoja de un “Mesías Crucificado al que Dios ha resucitado”. La enseña de Pablo será: “Predicamos a un Mesías crucificado” (cf. 1ª Cort.1,23). La palabra griega “Cristo” (Ungido) no es más que la traducción de la palabra hebrea Mesías (el Ungido). Muy pronto, los cristianos adquirieron el hábito de asociar el título Cristo al nombre de Jesús. Jesucristo significa, según eso, Jesús-Mesías. Pero ya en las cartas de san Pablo, los escritos cristianos más antiguos que han llegado hasta nosotros, el término Cristo tiende a convertirse en nombre propio. Leyendo el Nuevo Testamento, deberíamos siempre recordar que, conforme a la intención de sus autores, Jesucristo significa normalmente “Jesús el Mesías”. Es necesario recorrer los diversos significados del título para descubrir qué rasgos del mesianismo judío, más allá del político, han sido percibidos por los primeros cristianos para darle una importancia teológica tan grande. A grandes rasgos la tradición mesiánica judía recoge estos aspectos: Ha recibido una misión que realiza en el tiempo, inaugura con su presencia y su actuación el final de los tiempos; su misión es de carácter pacífico y propositivo, Revista Pasionario/184 vinculado a la actitud del pueblo, va unido a la casa de David. ¿SE CONSIDERÓ JESÚS A SÍ MISMO EL MESÍAS? Tres escenas evangélicas nos ayudan a situar la actitud de Jesús ante la figura del Mesías y la peculiaridad de su misión. – Mc 14,61. El Sumo Sacerdote interroga a Jesús: ¿Eres tú el Mesías, el hijo del Bendito? La respuesta de Jesús, leyendo en paralelo las versiones de los tres evangelios, plantea un problema. La concordancia nos inclina a pensar que Jesús respondió: “Eres tú quien lo ha dicho; pero yo te digo…”, siguiendo la declaración sobre el Hijo del hombre. Los evangelistas, de modo diverso, han conservado el recuerdo de que Jesús contestó evasivamente a la pregunta del Sumo Sacerdote: Se negó a responder de manera afirmativa o negativa y añadió todavía una declaración relacionada no con el Mesías, sino
con el Hijo del hombre. Jesús sabe que las ideas mesiánicas judías son esencialmente políticas, y nada más lejos de él que entender de esa manera su misión. Para prevenir de antemano todo malentendido, Jesús evita escrupulosamente el empleo del título Mesías. Pero, a pesar de eso, tiene que mostrar que está encargado de ejecutar el plan divino de la salvación para su pueblo y para la humanidad, y que tiene conciencia de ello; por eso añade en seguida la declaración sobre el Hijo de hombre. El rechazo del título Mesías no significa de ninguna manera que Jesús renuncie a su pretensión salvífica. Lo que ha rechazado es solamente la función política del Mesías-Rey. – Mc 15,2. Jesús está siendo juzgado por Pilato que le pregunta: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús responde: “Tú lo has dicho”. Puede pensarse que la respuesta es evasiva. El diálogo referente al Reino “que no es de este mundo” podría llevarnos a entender el texto en esa línea. – Mc 8,27ss es el texto de la confesión de Cesarea de Filipo. Pedro afirma: “Tu eres el Mesías (el Cristo)”. En el texto del Marcos se añade que Jesús “les mandó severamente que no hablaran a nadie acerca de él”. Entonces, él comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del hombre sufriera mucho, que fuera rechazado por los ancianos y los sumos sacerdotes y los escribas, que le mataran y que resucitara después de tres días” (Mc 8,30-31). Debemos reconocer que ante la declaración mesiánica de Pedro, Jesús no afirma ni niega sino que guarda silencio y habla, como en otros pasajes, del Hijo del hombre que debe sufrir mucho. Y cuando Pedro quiere desviarle de este sufrimiento, le echa en cara la tremenda acusación: ¡Apártate de mí Satanás! Esta respuesta significa que Jesús ha interpretado la visión mesiánica de Pedro (y su misma confesión anterior) como una tentación mesiánica. Es la misma tentación que los sinópticos recogerán en el relato llamado de las tentaciones. Sea como fuere, lo importante es que, conforme a los sinópticos, Jesús ha visto a Satanás detrás de la concepción mesiánica corriente del judaísmo contemporáneo. La prohibición de proclamar su mesianismo proviene en realidad del mismo Jesús y se explica de manera natural: Jesús temió que una proclamación de ese tipo pudiera conducir a una forma falsa de entender su misión –precisamente aquella que el ha reconocido y combatido como tentación satánica–. De aquí nace la reserva que ha mantenido hasta el momento final en relación con el título Mesías. Los tres textos que hemos señalado muestran cual fue la actitud de Jesús frente al título de Mesías. No lo rechaza pero manifiesta una gran reserva respecto de él. Además, cuando la palabra Cristo aparece en los evangelios, no es casi nunca Jesús quien se la aplica a sí mismo, son siempre otros los que lo hacen, llamándole Cristo. Podemos concluir que Jesús observó siempre la más extrema reticencia en relación al título Mesías, y que incluso consideró como tentación satánica las ideas específicas que se vinculaban con este título. Incluso en ciertos momentos fundamentales, introdujo el título Hijo del Hombre en lugar del de Mesías. Jesús también opuso la idea de Siervo de Yahvé a la de Mesías político. Por eso resulta una ironía que él haya sido crucificado por los romanos precisamente como Mesías político. Nos preguntamos: ¿no había en el Mesianismo judío nada que Jesús hubiera podido aplicarse a sí mismo? Jesús sólo se ha opuesto de un modo radical a la comprensión judía del título, centrada en el mesianismo político; en lo que se refiere al título en cuanto tal, hemos visto que Jesús mues- Revista Pasionario/185
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