PORTADA JUNIO 2009 - Passio Christi

Vivimos en una sociedad donde la
compra-venta están a la orden del día.
Todo parece estar inmerso en el mundo
mercantil y por lo tanto, todo hay
que pagarlo con moneda de
curso legal. Sin darnos cuenta,
el mundo capitalista ha
ido extendiendo su sistema
financiero e imponiendo
su ley para que
todos los que nos movemos
en las sociedades de
consumo debamos pagar
el tributo al nuevo Dios
que, desde hace siglos, es
levantado como el becerro de
oro en medio de un pueblo que
sigue vagando por el desierto en
busca de una tierra prometida donde
nadie sea esclavo de nadie.
Ante esta situación surgen alternativas
a la hora de establecer relaciones
económicas y sociales con las que intercambiar
los beneficios aportados y recibidos
por haber desempeñado una labor.
Los bancos del tiempo son un sistema
donde se comparten servicios realizados
a cambio de tiempo. Aquella persona
que tiene unas cualidades y capacidades
las pone a disposición de otras
que pueden intercambiar su tiempo y
disponibilidad. Las tareas a realizar
son múltiples, desde la atención a niños,
personas mayores, enfermos. También
labores domésticas, como hacer la
compra, cocinar, coser. Otras, de tipo diverso,
como dar clases de informática,
asesoramiento financiero, idiomas, o
formación en música, pintura...
Nacen en Italia a principio de los 80.
El año 1992, el sindicato de pensionistas
de Parma fue de los primeros en poner
en práctica este tipo de proyecto
para resolver problemas de la vida cotidiana.
En 1995 la experiencia se hizo
extensible a otras ciudades. Algunos de
los lugares donde posteriormente se desarrollaron
fueron en Canadá, Estados
Unidos, Nueva Zelanda, Australia y
Revista Pasionario/210
BANCOS DEL TIEMPO
Reino Unido.
Todo este sistema, además de crear
una red de ayuda, fomenta las relaciones
sociales y la igualdad entre distintos
sectores poblacionales.
La solidaridad mutua se desarrolla
de forma espontánea,
y se fomentan actitudes
positivas entre las
personas, aprendiendo a
dar y recibir.
Otra de las ventajas
que todo este entramado
genera es la confianza y
conocimiento de gente, que
con un mismo fin, pretenden
romper los cauces habituales
del mercado para demostrar que no
todo es puro negocio. Colaborar con
otros y caminar juntos por vías alternativas
de mercado, ayuda a que se dibujen
esbozos del Reino de Dios que se va
haciendo presente de forma palpable.
De esta forma, la familia humana se revitaliza
y desarrolla valores de cooperación
y solidaridad.
Una vía alternativa es la gratuidad,
donde nada se espera, donde
se ofrece de forma generosa lo que
uno es y tiene. No hay hojas ni registros
donde apuntar las horas realizadas
ni las horas que a uno le han retribuido.
En los corazones generosos no hay
máquinas registradoras, sólo espacios
diáfanos donde se van escribiendo los
nombres, rostros, vivencias y sentimientos
de los que han dejado sedimento
a su paso por nuestra vida.
Sentados en los bancos del tiempo
podemos ver pasar a tantas personas
que llevan en sus bolsillos la moneda
de las horas. Otros, descosen sus ropas
para caminar felices sin más fortuna
que la gratuidad que se va derramando
en cada gesto de donación.
✒ Juan Carlos Prieto T.
jukaprieto@hotmail.com