12.05.2013 Views

Descargar - Biblioteca Virtual Universal

Descargar - Biblioteca Virtual Universal

Descargar - Biblioteca Virtual Universal

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

La escena es un lugar de trescientos vecinos, entre Alcarria y Mancha. El protagonista es<br />

un labrador de la medianía, de genio apacible y zonzo, y obeso, a fuerza de comer mucho y<br />

pensar poco. Sus cinco compañeros de Ayuntamiento son: un mayorazguillo simplote, que<br />

tiene un par de mulas flacas y bastantes tierras eriales; un cultivador rentero, viudo y con<br />

dos hijastras; otro labrador de primavera que gran parte del año se ocupa en la arriería; un<br />

tintorero codicioso, escogido para procurador del común, y un sacristán maestro de escuela<br />

y fiel de fechos en una pieza, pendolista de mal gusto, practicón confuso, pero ducho en los<br />

enredos de cuentas, libretes y manejo de propios. Acostumbrados los concejales a fiarse en<br />

el alcalde, y no pudiendo este fiarse de sí mismo, preciso es un resorte privado que mueva<br />

la máquina municipal. El secretario es el alma de la corporación, los pies y las manos de su<br />

presidente, como si dijéramos la camarilla que se oculta tras los ministros responsables.<br />

Bueno será conocer bien, a este favorito, para comprender los actos de su dirigido.<br />

Don Deogracias Langarica es un vecino natural del pueblo, oriundo de Vizcaya, cuyo<br />

padre picapedrero se estableció aquí con el ama de un clérigo. Este cuidó de la educación<br />

del hijo de su padre que llegó a reunir los tres cargos: eclesiástico, literario y municipal, que<br />

le rinden al año doscientos ducados y manos puercas. Soltero de por vida, a fuer de<br />

escarmentado, no tiene más familia que una criada anciana, tan gruñidora como sucia. La<br />

casa es un zaquizamí con cuatro taburetes de pino y una mesa vieja de nogal, sobre la cual<br />

se halla todo el archivo de la Villa, que se conocerá por el índice: «un montón de papeles<br />

confusos, llenos de manchas del candil; otro brazado de pedazos de pergamino, medios<br />

pliegos rotos, salpicados de gotas de flor baja, y varios papeles, oficios, tiras y retazos<br />

dispersados, jaspeados de moscas y de chinches». Unas veces en la estancia angustiosa y<br />

otras en el corral al sol, se ocupa en escribir las cosas del Ayuntamiento, interpolando los<br />

renglones para las planas de los chicos, y las cuentas de la fábrica, a más de invertir algunos<br />

ratos en el libro de caja del obligado de la carne y en las listas de lo que fía el abacero. Este<br />

es el asesor, el oráculo, el todo de nuestro alcalde de monterilla; el que sabe hacer que su<br />

merced salga siempre alcanzando a los fondos de Villa y de propios; el que entiende cómo<br />

se confeccionan dos subastas de los puestos públicos, una secreta y verdadera para cobrar, y<br />

otra aparente más baja para las oficinas y menos repartir; el que liberta al juez de los<br />

sablazos que quiere darle un cabo de escuadra porque no le suministra un bagaje mayor<br />

para cada dos soldados, y el que en los sorteos de quintas acierta a combinar las cédulas de<br />

modo que siempre saca números altos el hijo del cacique su protector.<br />

¡Qué mucho que el buen alcalde no acierte a respirar sin el soplo de tan afamado<br />

entonador! Si viene una orden de la capital, ha de leérsela y explicársela a su modo el<br />

secretario; si pide justicia una mozuela, atropellada en el campo por un zagal incontinente,<br />

responde que tiene que consultarlo con su secretario; si el guarda del monte trae un dañador<br />

penado, lo envía al fiel para que lo absuelva o condene; si han de correrse novillos en la<br />

fiesta del patrón, es preciso saber que lo aprueba don Deogracias, y si se trata de cualquier<br />

costumbre, debe oírse in voce al secretario para que instruya el asunto con antecedentes. No<br />

hay día en que su merced no vaya un par de veces a casa del fiel de fechos, y en que no le<br />

envíe al alguacil más de otras tantas; se guardaría de llamarle como de azotar a un Cristo,<br />

que la supremacía inteligente sabe aquí, como en otras partes, hacerse necesaria y<br />

respetable.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!