Julián Henríquez Caubín. Madrid (ejemplo) - Luarna
Julián Henríquez Caubín. Madrid (ejemplo) - Luarna
Julián Henríquez Caubín. Madrid (ejemplo) - Luarna
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
movía con rara agilidad, en la cual se adivinaba cierto nerviosismo.<br />
Yo lo conocía lo suficiente bien como para comprender<br />
que algo le hormigueaba en el interior de su gordo corpachón.<br />
Pero no se decidía a darle salida. Y filosóficamente le llevaba<br />
adelante el diálogo que entablábamos, que en cuanto parecía<br />
rozar la causa de su desazón interior, cortaba con un brusco<br />
movimiento de su cuerpo y se dirigía con sus menudos pasitos<br />
a la puerta, desapareciendo en su despacho.<br />
“Este bueno de Don Lucio - decíame para mis adentros<br />
- quiere que le pregunte yo… Pero no le daré ese gusto. De<br />
todos modos, no se quedará dentro lo que tiene. Lo soltará…<br />
vaya que sí lo soltará.”<br />
Tenía Don Lucio una pasión desaforada por los temas<br />
políticos. Le gustaba bullir y figurar. Su debilidad era codearse<br />
con los hombres públicos. Y con aires de mucha importancia<br />
contaba a todo el mundo sus conversaciones con ellos en<br />
las peñas de los cafés. Su conformación física y su matrimonio<br />
con una lavandera prolífica que le había dado más de una docena<br />
de hijos -en todos los cuales, se decía, habíase reproducido<br />
el “mitin de lentejas” por favorable concesión de la madre<br />
naturaleza hacia los derechos del padre- era un lastre agobiador<br />
para sus aspiraciones. Su carrera política había culminado<br />
en una Dirección General que logró garrapateando trabajosamente.<br />
Sin embargo, no pudo subir más. Por ello, quizá, se<br />
produjo en él un sentimiento de despecho contra la República<br />
que no le había dado nada más - aunque nada menos, pensaban<br />
otros que no le tenían por merecedor de tanto dado su<br />
capacidad - que una Dirección General, habiendo más arriba<br />
cargos de Subsecretarios, de Ministros, o quién sabe qué pensaría<br />
para sí Don Lucio para satisfacerse. Y tal vez ese senti-