Julián Henríquez Caubín. Madrid (ejemplo) - Luarna
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Me eché a reír.<br />
—Pero Don Lucio ¿qué le ocurre hoy? Está usted muy<br />
misterioso. No quiere usted que conserve mi colección de “El<br />
Socialista” ni me deja que vaya a oxigenarme tan siquiera a la<br />
carretera de El Pardo. Eso no le hace daño a mi mujer. Es un<br />
paseíto corto… ¿qué le ocurre a usted, Don Lucio?<br />
—A mí, nada - contestó sonriendo con un dejo de socarronería-<br />
pero a ustedes, puede ocurrirles algo…<br />
Súbitamente recordé, aunque no puede explicarme<br />
porqué, la precisión con que Don Lucio me había anunciado<br />
el atentado contra Don Francisco Largo Caballero, el líder más<br />
popular entonces entre las masas de trabajadores españoles y<br />
Secretario general de la Unión General de Trabajadores -UGT-<br />
. Con una semana de antelación me había dicho todo tal como<br />
ocurrió: las horas en que Largo Caballero entraba y salía en su<br />
casa, las idas y venidas acostumbradas por él, todos los detalles<br />
en fin, que revelaban que Largo Caballero estaba siendo<br />
objeto de una atención constante por parte de quienes podían<br />
tener interés en seguirle. Incluso llegó a decirme Don Lucio<br />
que el atentado se cometería probablemente por la mañana,<br />
aprovechando la primera salida habitual de Don Francisco de<br />
su domicilio a la Casa del Pueblo. No me indicó ni el día ni el<br />
lugar exacto. Pero el atentado se produjo, aunque afortunadamente<br />
el Sr. Largo Caballero resultó ileso.<br />
Por tanto, tenía motivos para alarmarme. Me bajé de la<br />
mesa, en cuyo tablero me había recostado, y me senté en el<br />
sillón frente al del Secretario del Consejo.<br />
<br />
—¡Bueno! -exclamé- pues ya puede usted contar con<br />
que de aquí no me voy sin que me diga lo que ocurre. ¡Ya me<br />
ha picado la curiosidad!