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tuamente a la caza de lo cool, son adolescentes profesionales y a tiempo<br />

completo, pero a diferencia de los verdaderos, nada los aparta de<br />

su búsqueda del último grito: ni deberes, ni pubertad, ni exámenes de<br />

ingreso a la universidad, ni períodos de vacaciones.<br />

CÓMO SUPERARLO<br />

Como veremos más tarde, la voracidad desmedida que las empresas<br />

despliegan en la búsqueda de lo cool dio nacimiento a la militancia<br />

contra las marcas: por medio de los ataques contra los anuncios, la piratería<br />

informática y las fiestas callejeras espontáneas e ilegales, los jóvenes<br />

de todo el mundo reclaman agresivamente los espacios al mundo<br />

de la empresa y los despojan de marcas, al estilo guerrillero. Pero la<br />

eficacia de la caza de lo cool también favoreció la militancia contra las<br />

empresas de otra manera: sin darse cuenta, puso de manifiesto la inutilidad<br />

de casi todas las otras formas de resistencia política, excepto la<br />

resistencia antiempresa, combatiendo una moda tras otra.<br />

Cuando comenzó el frenesí de la cultura juvenil a principios de la<br />

década de 1990, muchos de nosotros, que éramos jóvenes entonces,<br />

nos descubrimos víctimas de una voraz máquina de marketing que se<br />

apoderaba de nuestra identidad y de nuestros estilos e ideas y los convertía<br />

en un alimento prefabricado. No se salvó nada, ni el punk, ni el<br />

hop, ni el fetish, ni el techno y ni siquiera, como lo explicaré en el Capítulo<br />

5, el feminismo ni el multiculturalismo de las universidades. Pocos<br />

de nosotros nos preguntábamos —al menos en los términos adecuados—<br />

por qué estos entornos e ideas demostraban ser tan comercializables,<br />

tan poco amenazadores y tan rentables. Muchos teníamos la<br />

seguridad de que hacíamos cosas subversivas y rebeldes, pero... ¿qué<br />

era aquello?<br />

Cuando lo pienso, descubro que el problema básico era la suposición<br />

casi indiscutida de que sólo porque un entorno o un estilo son<br />

diferentes (esto es, nuevos y aún no generalizados), por fuerza existen<br />

en oposición a lo general, y que no se limitan sencillamente a<br />

mantenerse pacíficamente en sus proximidades. Muchos de nosotros<br />

creíamos que lo «alternativo» —la música difícil de escuchar, los estilos<br />

difíciles de contemplar— también era anticomercial y hasta socialista.<br />

En Hype!, un documental sobre cómo el descubrimiento del<br />

«sonido de Seattle» transformó un entorno espontáneo y «duro» en<br />

una fábrica internacional de contenidos de la cultura juvenil, Eddie

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