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Sentada en cuclillas en el suelo de cemento de aquel pequeño dor<br />

mitorio común, me puse a pensar en mis vecinos: el profesor de yoga<br />

Ashtanga del segundo piso, los animadores comerciales del cuarto, el<br />

distribuidor de velas para aromaterapia del octavo. Parece que las jóvenes<br />

trabajadoras de la zona son una comunidad especial, y que se relacionan<br />

entre sí, como sucede tantas veces, de acuerdo con la red de<br />

fábricas, franquicias, ositos de peluche y nombres de marcas que envuelve<br />

el planeta. Otro logo común a todas nosotras era Esprit, una<br />

marca que también tenía una fábrica en la zona. Muy joven, yo había<br />

trabajado en una tienda que vendía ropa de la marca Esprit.<br />

Y por supuesto, McDonald's: se acababa de abrir uno de ellos cerca<br />

de Kaho que había desilusionado mucho a las obreras de la región,<br />

porque esta supuesta comida basura era inalcanzable para sus bolsillos.<br />

Por lo general los informes sobre la red mundial de logos y de productos<br />

se presentan envueltos en la retórica triunfal del marketing de<br />

la aldea global, un sitio increíble donde los salvajes de las selvas más remotas<br />

manejan ordenadores, donde las abuelitas sicilianas hacen negocios<br />

por medio de la electrónica y los «adolescentes globales» comparten<br />

«una cultura global», para repetir la frase de la página de Internet<br />

de Levi Strauss. 2 Desde Coca-Cola hasta McDonald's y Motorola, todas<br />

las empresas organizan su estrategia de marketing según esta visión<br />

posnacional; pero la campaña que con más acierto capta la promesa<br />

igualitaria del planeta unido por las marcas es «Soluciones para<br />

un Pequeño Planeta» de IBM.<br />

El interés que han despertado estas versiones eufóricas de la globalización<br />

no ha tardado en desvanecerse, y las grietas y las fisuras<br />

ocultas tras su brillante fachada han quedado al descubierto. Durante<br />

los últimos cuatro años, los occidentales hemos comenzado a ver otro<br />

tipo de aldea global, donde la desigualdad económica se ensancha y<br />

las oportunidades culturales se estrechan.<br />

Es en la aldea donde algunas multinacionales, lejos de nivelar el<br />

juego global con empleos y tecnología para todo el mundo, están carcomiendo<br />

los países más pobres y atrasados del mundo para acumular<br />

beneficios inimaginables. Es la aldea donde vive Bill Gates y amasa<br />

una fortuna de 55.000 millones de dólares mientras la tercera parte de<br />

sus empleados están clasificados como temporales, y donde la competencia<br />

queda incorporada al monolito de Microsoft o se hunde en la<br />

obsolescencia por obra de la última hazaña de creación de software.<br />

2. Página de Internet de Levi Strauss, 1996.

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