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Regateando Barbara Hughes. The Yachting & Boating Monthly, Dic. 1907 Trad: A.B.R. En la vida hay pocas ocasiones de divertimiento perfecto. Sin embargo, en las regatas de vela he encontrado muchas de esas ocasiones. Es curioso que pueda gustar algo cuya mayor parte es ansiedad febril y suspenso prolongado. Un paseo a vela es placentero, pero no tiene el entusiasmo que se siente en una regata donde el barco debe estar exactamente equilibrado, sus velas portando, el timón a cargo de una persona especializada y la tripulación maniobrando con excelencia sin pronunciar una palabra. Mientras se tengan iguales posibilidades, eso es todo lo necesario. Y debe recordarse que muchas veces hay tanto o mayor mérito en la lucha por un segundo o tercer puesto, que por el primero. Esto significa que quien mejor disfruta de las regatas, no necesariamente será aquel que ostente la hilera más larga de trofeos, porque el honor es más valioso que los premios. La mejor prueba del buen deportista es el aprecio de sus competidores, mucho más importante que la cantidad y el valor de sus premios. Por otra parte, poca gente conoce el arte de ganar con gentileza. Se habla mucho de “saber soportar una derrota con una sonrisa” pero realmente hay más en saber ganar. Después de ganar, lo sabio es comportarse con sencillez antes que actuar con soberbia. “Aquellas almas raras que opinan, compiten y viven a valores tan bajos que nunca se solidarizan con sus rivales ni les muestran afecto, sino que ostentan su pretenciosa superioridad” hacen que los demás tomen sus derrotas con fastidio. Odiar al rival durante una competencia es, creo, un pecado imperdonable que denigra el mérito de cualquier triunfo. Cuando las partes juegan con honorabilidad y gentileza, las victorias se festejan con eterna cordialidad. Sin embargo, he llegado a la conclusión que no siempre, el comportamiento en la práctica de un deporte sirve para conocer el carácter real de una persona. Alguien amistoso y humilde puede transformarse en una fiera ni bien surja la menor cuestión de rivalidad en un deporte, mientras que otra gente muestra su mejor imagen en los juegos. Afortunadamente, tal vez, las regatas de vela son un deporte en el que las personalidades interfieren menos que en cualquier otro, y en ellas es mejor transformarse lo antes posible en una máquina sin emociones, que navegue automáticamente para advertir y aprovechar al máximo las pocas ventajas que puedan presentar el viento y el agua. 12 El Yacht julio 2008 En las regatas hay mucho de dar y recibir, pero el “cómo” de ese mucho es la gran diferencia entre el buen deportista y aquel que compite sólo para ganar. Aquellos que conocen el juego saben mejor que yo, que la fuerza del viento y las olas es un tónico que suele distraer la atención y el sentido de la competencia. Esto se siente solo en momentos de verdadera tempestad, cuando en vez de precaución, nos invade un espíritu infantil de imprudencia, haciendo que nuestra frágil barca tiemble y se encorve bajo el esfuerzo que le exigimos hacer. Navegar hacia barlovento tal vez sea el rumbo más entretenido de la vela. Pero navegar en popa también tiene lo suyo; al correr un temporal, las cosas se ponen un poco bravas hasta que se logra la velocidad intermedia entre irse por ojo y encapillar una ola. Pero cuando se ha logrado el ajuste perfecto de las velas con la fuerza del viento, el velero vuela literalmente empujado por la brisa y las olas. He visto una flotilla de monotipos en una empopada fuerte, que parecían una pequeña familia de mariposas aleteando en otoño. Que yo recuerde, el peor incidente me ocurrió años atrás en Yarmouth durante una empopada hacia la marca del Este. Como una inmensa pared negra, un chubasco nos sorprendió desde atrás. Primero se oscureció todo, luego el viento nos levantó del agua y después las olas nos sumergían. El fragor del viento, de las velas, del oleaje y de la lluvia torrencial contra la mayor, hacían imposible oír ninguna orden. Nuestro capitán dejó el timón y corrió al mástil. El pico de la cangreja cayó sobre la vela pero no se podía arriar por algún problema con la driza. La falta de un timonel, la mayor doblada en dos y su escota filada, hicieron que la botavara empezara a barrer la cubierta de banda a banda. El hombre retrocedió a su puesto, justo a tiempo porque con su corpulencia hundía nuestra proa. Nunca olvidaré el siseo del agua, muy rápida y lejos debajo de nuestra proa, mientras yo pensaba si podríamos escapar del desastre. Nuestro problema era aquella vela que por suerte, se pudo arriar a pesar del viento franco tan fuerte. Mientras la aferrábamos descubrimos que nos rodeaba la flota entera, maniobrando en desorden igual que nosotros, con gran peligro de colisión. Era muy difícil ver debido a la lluvia, la espuma de los rociones y la oscuridad; timonear en un rumbo estable era imposible. Cuando aclaró, nuestra bandada estaba apretujada con apenas una eslora entre los barcos, que con gran alarma se separaron en un instante. Nosotros teníamos una avería en el tope del mástil y el capitán se había quemado una mano al soltar la driza de la mayor. Habiendo navegado en 130 regatas a bordo de aquel 10 Metros, no tengo más que elogios para él, especialmente por sus cualidades marinas. Estos veleros saltan de cresta en cresta como peces voladores en una nube de espuma, pero nunca se clavan como otras Clases más pesadas y no hacen una gota de agua. Por ser más livianos, estos barcos son más seguros en aguas protegidas. Con su equipamiento ligero tienen menor peligro de desarbolar. Nadie puede pretender que un velero de regatas para el Solent vaya a rodear el Cabo de Hornos ni que dure hasta el Día del Juicio Final. En realidad, cuando son construidos por astilleros serios, estos barcos duran varios años como el mío, construido en 1901 y todavía competitivo con su casco tan rígido como entonces. Correr regatas es muy diferente a crucerear. Cualquiera que haya competido en el Solent sabe que un velero de
Clase 10 Metros, 1907. regatas no es adecuado para crucerear. No se puede penalizar la velocidad con previsiones inexistentes; lo único insoslayable debe ser la seguridad. Confort y decoración no sirven más que para el eventual precio de reventa, muy alejado del verdadero espíritu deportivo y de la velocidad. Dentro de unos años nos reiremos de la nueva Fórmula de Handicap que ahora nos obliga a navegar cargados con cientos de armarios y cajoncitos, con una FE DE ERRATAS En nuestra edición anterior N° 166 publicada en Mayo pasado, se han deslizado dos errores. En la página 3, último renglón del 2° párrafo, donde dice: "… Corbeta Gurruchaga…", debe decir: "… Corbeta Guerrico…". cocina y con otros agregados en nuestros ágiles 10 Metros. Me maravilla que no hayan obligado a los 23 Metros para que lleven a bordo un piano y una piscina. ¿Porqué el yachting de vela como deporte tiene que sacrificar la velocidad por el confort? Parecería que esta nueva reglamentación, más conveniente para que las ancianas tomen su té, nos causará más daños que beneficios. Sería preferible dejar que los barcos de regata sean barcos de regata y que todo lo ajeno a la competición se preocupe por sus propios problemas. En la página 11, figura inferior izquierda, sobre la vela mayor, donde dice: "SM", debe decir: "SG". Y bajo la botavara, donde dice: "SG", debe decir "SM". Las siglas mostradas en dicha figura significan lo siguiente: SG : Superficie de la Genoa - CVM: Centro Velico de la Mayor CVG : Centro Velico de la Genoa - SM : Superficie de la Mayor El Yacht julio 2008 13
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