GRUPO DE PROFESORES Y ALUMNOS DEL INSTITUTO DE CANARIAS EN EL HOTEL QUISISANA. SANTA CRUZ DE TENERIFE
DON ADOLFO Leo, con grata y serena emoción en el número <strong>de</strong> este periódico <strong>de</strong>l 17 <strong>de</strong>l pasado diciembre, que el Instituto <strong>Canarias</strong> <strong>Cabrera</strong> <strong>Pinto</strong> rindió homenaje a quien fue su director en los años que van <strong>de</strong> 1901 a 1925, justo el primer cuarto <strong>de</strong> este siglo, y estoy segura <strong>de</strong> que todos los alumnos que aún pateamos por este mundo hemos recordado, como una estampa nostálgica <strong>de</strong> nuestra niñez y adolescencia, la pulcra y noble figura <strong>de</strong> aquel nuestro viejo profesor, nacido en 1855 en su amada isla <strong>de</strong> La Palma y muerto en Sevilla en 1926. Don Adolfo y su esposa vivían en La Laguna, en una casa <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> la Carrera, espaciosa y amplia vivienda, que hace esquina a la calle Núñez <strong>de</strong> la Peña y ocupa su lateral en la misma hasta la esquina <strong>de</strong> Bencomo. Más tar<strong>de</strong> fue domicilio <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> Don Leocadio Machado y aún está como siempre he visto. De esta casa salía Don Adolfo, vestido <strong>de</strong> negro, con sombrero y bastón, muchas veces acompañado por su blanco perro, el Nilo, que caminaba junto a él en un tiempo don<strong>de</strong> la amenaza <strong>de</strong>l automóvil no existía y las calles <strong>de</strong> La Laguna eran amplios corredores para nuestra chiquillería <strong>de</strong> criaturas modositas, algunas, <strong>de</strong> nuestra espigada adolescencia; intrépida juventud y rubia espiga <strong>de</strong> la madurez, más tar<strong>de</strong>. Mi quinta <strong>de</strong>l bachillerato lo comenzó en octubre <strong>de</strong> 1921 a mayo <strong>de</strong> 1922 y lo terminamos en el curso <strong>de</strong> 1926 a 1927, en cuyo mes <strong>de</strong> mayo éramos bachilleres por el plan Romanones, <strong>de</strong> 1903, que constaba <strong>de</strong> seis años y sin duda, no obstante sus <strong>de</strong>ficiencias, era un plan menos malo que los venidos más tar<strong>de</strong>. Creo que fue mi promoción <strong>de</strong> las últimas <strong>de</strong>l plan <strong>de</strong> 1903 y no recuerdo si hubo compañeros que se acogieran al femenino plan Callejo, implantado por la dictadura <strong>de</strong> Don Miguel Primo <strong>de</strong> Rivera, en que se dieron casos <strong>de</strong> adaptación, en virtud <strong>de</strong> la cual se conmutaba la Agricultura por el Francés, pero cosas peores se vieron luego y se verán aún. Nosotros cursamos los cuatro primeros años <strong>de</strong>l grado en el magisterio <strong>de</strong> Don Adolfo, que tuvo siempre a su cargo los cuatro cursos iniciales: Geografía General y <strong>de</strong> Europa, en el primero; Geografía Especial <strong>de</strong> España, en el segundo; Historia <strong>de</strong> España, en el tercero, e Historia Universal, en el cuarto; en ese cuarto curso, Don Adolfo se jubiló, porque entonces era preceptivo hacerlo a los setenta años; fuimos, pues, la última generación que el viejo profesor terminó <strong>de</strong> enseñar por completo; él recomendaba por textos los <strong>de</strong> Don Manuel Zabala y Urdániz [1852-1927], pero nos leía en clase unos apuntes insertos en una libretita con tapas negras y contaba anécdotas más o menos pedagógicas María Rosa Alonso 19
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