Descargar (1 de 2) - IES Canarias Cabrera Pinto
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Me contó en cierta ocasión maestro Luis Marrero (<strong>de</strong><br />
esto hace ya más <strong>de</strong> medio siglo) que, como por entonces<br />
no tenía nada que per<strong>de</strong>r, se había plantado una mañana<br />
ante aquel gobernador <strong>de</strong> infausta memoria en las islas<br />
apellidado Orbaneja, para afearle, no sin irreprimible crispación,<br />
que le hubiera arrancado a su ciudad, La Laguna,<br />
el viejo Instituto <strong>de</strong> <strong>Canarias</strong>. A punto estaba <strong>de</strong> empezar la<br />
década <strong>de</strong> los cuarenta <strong>de</strong>l pasado siglo XX.<br />
No sé qué efecto pudo haber tenido en el ánimo <strong>de</strong> aquel<br />
dictadorzuelo <strong>de</strong> baja estofa el atrevimiento <strong>de</strong>l viejo sacristán,<br />
la osadía <strong>de</strong> quien se arriesgó a escupirle a la cara que<br />
había cometido un atropello con su pueblo, acostumbrado<br />
como estaba Orbaneja a que temblaran y se <strong>de</strong>scompusieran<br />
en su presencia, todavía sin siquiera oír su atrabiliaria<br />
voz or<strong>de</strong>nancista, quienes, comparativamente con el humil<strong>de</strong><br />
sobrepelliz, podían tenerse por po<strong>de</strong>rosos.<br />
Lo cierto es que, poco tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquel episodio<br />
que, obviamente, no tuvo el mínimo eco, las puertas <strong>de</strong>l<br />
Instituto <strong>de</strong> la lagunera calle <strong>de</strong> San Agustín se abrieron<br />
otra vez y sus aulas volvieron a verse invadidas por una riada<br />
<strong>de</strong> chicas, primero, y pronto también <strong>de</strong> muchachos –proce<strong>de</strong>ntes<br />
muchos <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>l mítico colegio Iriarte– que llenaron<br />
<strong>de</strong> nuevo con su juvenil guirigay el hermoso ámbito<br />
sólo turbado hasta aquellos momentos por el trino <strong>de</strong> los<br />
canarios asilvestrados y el falsete chillón <strong>de</strong> las cacatúas <strong>de</strong><br />
don José Herrera.<br />
Las camelias continuaban floreciendo allí, y continúan,<br />
todo un símbolo, en los breves arriates. Al estanque central<br />
caían hilillos <strong>de</strong> agua, como siguen cayendo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el surtidor<br />
<strong>de</strong> piedra, cerca <strong>de</strong> la primitiva estación meteorológica<br />
y su más elevado referente, la veleta que coronaba el pináculo<br />
<strong>de</strong> la torre conventual. Cada primavera el naranjo se<br />
vestía, y no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> hacerlo, <strong>de</strong> azahares, con su perfume<br />
intenso, al poco transformados en multitud <strong>de</strong> botones <strong>de</strong><br />
un amarillo tierno creciendo hasta convertirse en dorada<br />
constelación <strong>de</strong> redondos frutos.<br />
En ese espacio incomparable transcurrió nuestra adolescencia,<br />
la adolescencia y la juventud <strong>de</strong> cientos y cientos<br />
<strong>de</strong> muchachos <strong>de</strong> las islas. Tiempo para el rumor pausado<br />
<strong>de</strong> la alberca, para el canto <strong>de</strong> las aves en la arboleda, ingenuos<br />
amores primerizos, miradas furtivas y a veces cómplices,<br />
el bisbiseo apresurado, nervioso, <strong>de</strong> los repasos en vísperas<br />
<strong>de</strong> exámenes, rigores profesorales que la dictadura<br />
acentuaba, la muerte, <strong>de</strong> tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong>, rondando en cercanía<br />
estremecedora... Las galerías, consteladas <strong>de</strong> antiguos<br />
grabados y reproducciones escultóricas <strong>de</strong>l mundo grecorromano.<br />
Las columnas <strong>de</strong>l claustro superior, con la sobria<br />
elegancia <strong>de</strong> la singularidad <strong>de</strong> cada capitel. Cualquiera, por<br />
poco sensible que fuese, no podía menos que <strong>de</strong>jarse seducir<br />
por tanta belleza.<br />
Cuando había transcurrido no mucho tiempo <strong>de</strong> la reanudación<br />
<strong>de</strong> la actividad escolar en el viejo Instituto que<br />
Eliseo Izquierdo<br />
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