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LA TESIS DEL "CRISTIAJNLSMO-^T^ENO" Y LAS REVISTAS ...

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L. MORTEAU E Y. LE PENQUER<br />

es un arma insurreccional (...), tiene sus raices en las primeras palabras<br />

del «Sermón de la Montaña-»: «Bienaventurados los pobres de<br />

espíritu(...). El Señor no ama la cultura, no ama a los sabios, no<br />

ama a los filósofos, no ama a los constructores, no ama a los poderosos,<br />

por conocimiento, por la riqueza o por las armas. El Señor<br />

reorganizará las cosas haciendo de los últimos los primeros. Hará<br />

esto decididamente exterminando a los primeros".<br />

Con el apoyo de esta tesis general, el director de G.R.E.C.E.,<br />

A. de Benoist, propone la descripción siguiente de las primeras comunidades<br />

cristianas, con una reanudación inicial del texto bien<br />

conocido de Celso, ese enemigo del cristianismo naciente. Texto<br />

según él cual no habrían sido nada más que una "chusma de gentes<br />

incultas y de mujeres crédulas reclutadas entre la escoria del pueblo''.<br />

"En su conjunto —afirma A. de Benoist— el mundo greco-latino<br />

quedó en primer lugar cerrado a la predicación. El elogio de la debilidad,<br />

de la pobreza, de la «locura» le pareció insensato. Los primeros<br />

centros de propaganda cristiana se instalan pues en Antioqma,<br />

en Ef eso, en Tesalómca y en Corintio, En esas grandes ciudades cosmopolitas<br />

y mundiales donde los esclavos, los artesanos, los inmigrantes<br />

franqueaban los comerciantes, donde todo era para vender o<br />

para comprar, donde los predicadores y los iluminados, en número<br />

cada vez mayor, rivalizaban para seducir las multitudes inquietas y<br />

abigarradas, los primeros apóstoles encontraron un terreno preparado"<br />

(...).<br />

"Para los primeros cristianos —prosigue A. de Benoist— el<br />

mundo, etapa provisional» es un valle de lágrimas, lugar de dificultades<br />

y de tensiones insoportables (...). El mundo pertenece al<br />

Mal (...), los cristianos se encontraban, pues, como extranjeros cultivando<br />

su extranjeridad, indiferentes o, más a menudo, hostiles".<br />

"Todo en ellos era objeto de odio. Las columnatas de los templos<br />

y las galerías cubiertas, los jardines donde corrían las fuentes, los<br />

altares domésticos donde ardía una llama sagrada, las ricas residencias,<br />

los uniformes de las legiones, las villas, los navios, las carreteras,<br />

los trabajos, las conquistas, las ideas: por todas partes el cristiano<br />

veía la marca de la Bestia".<br />

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