LIBRO. Mujeres haciendo la historia - Alpaca Producciones

En ese momento, mi padre fue destinado a Libia, a Trípoli... entraron los ingleses y nos
echaron de ahí y tuvimos que volver a Italia en plena época de guerra. Entonces pasé
toda la guerra en Italia, un poco en Génova, un poco nos mudamos a la Toscana para
evitar bombardeos muy fuertes que había en Génova y cuando después hubo esa vuelta
política que los alemanes estaban del otro lado de los Aliados, entonces volvimos a
Génova.
Yo no puedo decir que he pasado ni privaciones ni he visto cosas terribles, pero sí, uno
vive las situaciones día a día, por lo que se escucha, por lo que le cuentan... cosas que
uno tiene que tener cuidado, inclusive el manejo de sí mismo en la ciudad, o en el
mismo pueblo. Eso siempre es algo que queda, no es algo que se olvida fácilmente. De
manera que no es una experiencia muy agradable porque además es algo que hacen los
adultos. Yo era muy chiquita y no tenía nada que ver y es algo que sufrí por vicisitudes
de la vida, no porque yo decidí irme a ser voluntaria en algún lado... ¿no?
Así que era difícil, por ejemplo la parte de la comida, si bien yo nunca he pasado
hambre. Sin embargo no había muchos alimentos, era una cosa un poco más de
privación, en el sentido que no había en el mercado los productos que se necesitaban
comer. Bueno había escasez de todo, la verdad. La gente que tenía más dinero y a bolsa
negra se conseguían cosas pero... O algunos tenían animales en el jardín, comían cosas
de los propios animales. Ya en el campo era más fácil, porque ya había más gente que
tenía sembrados, tenían animales más fácilmente, entonces ya eran distintas las cosas.
Pero en la ciudad sí había falta de alimentos y era un poco complicado.
La familia estuvo siempre junta, junta en el sentido afectivo, porque mi papá trabajaba
en Milano y nosotros estábamos en Génova o en Toscana, así que cuando podíamos nos
veíamos. Pero era poco el tiempo, porque, claro, los viajes eran complicados porque
durante la guerra había bombardeos de líneas férreas, eran peligrosos también los
caminos. Entonces nos veíamos poquito, pero escribía mi mamá, teníamos noticias. Si
algún amigo de mi papá venía, daba noticias de él.
Me parece que puede haber habido una influencia (de la guerra) a nivel inconsciente en
el sentido de querer ayudar a la gente. Porque bueno, el trabajo de psicóloga no es
solamente en el consultorio, yo trabajo también para la colectividad así que ayudo a
gente muy pobre. Creo que ha habido una influencia a nivel inconsciente, pero en esa
línea.
Una cosa rarísima: Argentina
Mi primer chocolate lo comí acá cuando me regalaron uno de esos de Suchard. ¡Yo no
lo podía creer! ¡Todo para mí! No lo tenía que repartir con mi hermano. Nos regalaron
uno a cada uno.
Yo vine a los 11 y después para mi cumpleaños, me regalaron una caja de caramelos.
¿Se acuerdan los caramelos Mu-Mu? ¿Los de dulce de leche? Me regalaron una caja
con dos estratos. ¡Me duraron como 3 años esos! Los guardaba en un cajón para que
nadie me los tocara.
Pero de todas maneras para los chicos no es fácil, a mí no me gustaba mucho venir para
acá, no me gustaba estar acá. Ya no me gustaba de entrada. Y además el nombre, me
parecía una cosa rarísima: Argentina, no lo entendía si quiera. El viaje ya estaba
decidido, así que nada me venía bien. Yo había tenido que dejar a mi abuela, mis tías,
mi todo. Los lugares conocidos, los amigos también. Yo iba al colegio, de manera que
tenía toda una vida organizada y no me gustaba dejar todo eso. Me acuerdo, fue un viaje
largo, vinimos en barco. No estuvimos mal a bordo del barco, no, por suerte teníamos
un camarote para nosotros, así que no estuvimos en esos viajes pobres, de la gente que
venía hacinada, pero fue largo. Fue largo y además yo no quería venir. Yo no quería ni
un poco y cuanto más durara, peor. Así que no quería venir y tampoco cuando estaba
acá quería quedarme.