1 LA EPOPEYA DE GILGAMESH En los albores de la civilización ...

eflejan el inconsciente, entonces ¿albergaba deseos de matar al doble, de matarse a sí
mismo?
Las lamentaciones de Gilgamesh en la tablilla VIII recuerdan a la leyenda nórdica
de la muerte de Balder, en la cual se pide a todas las cosas creadas que lloren para que sea
perdonado; es una larga enumeración que incluye al Bosque de los Cedros, a los ancianos
de la amurallada Uruk, a todos los animales y criaturas salvajes de la estepa, a los ríos Ula y
Éufrates.
Enkidu en su agonía de doce días (el doble de sus noches de placer) reprocha a su
amigo, tal como Cristo en la cruz lo hará con su padre: “¿por qué ahora mi amigo me
abandona? [...] tú y yo, juntos, triunfamos...¿por qué me abandonas?” 15 Y luego muere, su
cuerpo reposa al lado de su amigo quien lo vela durante seis días y siete noches, hasta que
los gusanos aparecen triunfantes por las fosas nasales del cadáver, tal como en su sueño
Enkidu es conducido:
A la casa donde se entra sin esperanza de salida
Por los caminos que son sólo de ida y nunca de vuelta
Me conduce hasta la morada cuyos habitantes carecen de luz
Donde el polvo es su vianda y la arcilla su manjar. (193)
Enkidu lamenta morir en su lecho y no en combate, mismas reflexiones tal vez
atormentaban a Alejandro Magno. Me pregunto ¿cuál fue la causa de su muerte: heridas
anteriores, veneno, malaria, una enfermedad venérea o simplemente el otro duelista? No lo
sabemos, no ha llegado a nosotros. Como síntoma premonitorio Enkidu tiene la sensación
de haber sido apoderado por una presencia extraña que presagia su final (lo que nos remite
a una de las variantes del tema del doble; el vampirismo).
De nada han servido sus hazañas: habían matado al Toro Celeste y a Humbaba, pero
ahora el verdadero enemigo estaba ante él: la muerte. El sueño de la muerte se había
apoderado de Enkidu y éste no lo escuchaba. El llanto de plañidera de Gilgamesh recuerda
al de Aquiles por Patroclo, al de Alejandro por Hefestión.
Entonces cubrió a su amigo como si se tratara de una novia
Y su voz resonó como un rugido pavoroso,
15 También tomado de la versión de Jorge Silva Castillo, p. 125.
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