1 LA EPOPEYA DE GILGAMESH En los albores de la civilización ...

Pero de pronto, al mirar a Utnapíshtim, el Lejano, se lleva una sorpresa. ¡Gilgamesh
es igual a Utnapíshtim! Ha encontrado a otro doble suyo a la orilla de la muerte “Cuando te
miro, Utnapíshtim, tus rasgos no son extraños; incluso eres como yo. Tu no eres extraño:
¡eres como yo!” (233) es como si hubiera cruzado los océanos para encontrarse ante un
espejo.
Utnapíshtim entonces le cuenta el secreto de los dioses y elabora el largo relato del
diluvio, ancestro casi gemelo del de los hebreos, cuando la luz se tornó en oscuridad y
“como un jarro se quebró la tierra”, los dioses estaban echados como perros, hechos nudo,
amedrentados y chillaba ishtar como una parturienta. Tras seis días y siete noches cesó la
tempestad, pero la especie humana había tornado al barro. Cuando Utnapíshtim depositó su
ofrenda de junco perfumado, incienso y mirto, ante el buen aroma los dioses se apiñaron
como moscas.
Utnapíshtim somete a una dura prueba a Gilgamesh, debe permanecer en vigilia
durante seis días y siete noches (en el mito el tiempo es intemporal, y entre los sumerios
está relacionado con el sistema sexagesimal, doce días dura la agonía de Enkidu, seis días y
siete noches son las que Enkidu goza a su ramera, los mismos que debe soportar Gilgamesh
sin dormir, los mismos que tarda en presentarse el diluvio luego del aviso a Utnapísthim,
los mismos que dura el diluvio) pero, apenas se retira, el héroe se duerme, ha fracasado
como en su tiempo los apóstoles con Jesús. Era como si un demonio hubiera tomado
posesión de él, como si yaciera en el mismo lecho de la muerte, donde ponía sus pies allí
estaba la muerte, ahora él padece la sensación de vampirismo.
Considero aquí prudente comparar el último capítulo de El castillo de Kafka con la
epopeya; por ejemplo esa posadera o tabernera que se encuentra justo antes del puente que
conduce al otro mundo como en muchas leyendas medievales; pasaje valorado por Sebald
en un ensayo de su Pútrida Patria: K., es un caminante, Gilgamesh un extranjero, un
peregrino, Sebald dice que en el psicoanálisis viaje y peregrinaje como símbolos de muerte;
la presencia dominante de Eros-Thánatos tanto en Kafka como en la leyenda; la atmósfera
onírica de El Castillo recuerda a los constantes sueños del héroe sumerio; K., está a punto
de descubrir el secreto del castillo, ¡pero se muere de sueño!, tal como Gilgamesh ante la
prueba suprema que le pide Utnapísthim; la Posadera de los Señores habla con K., acerca
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