001-288 Corazon herido.indd - La romántica booket
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Dos doncellas esperaron a que la joven duquesa, ya en<br />
la antecámara nupcial, guardara en un cofre que su madre<br />
había dispuesto especialmente para ello, las trece<br />
monedas de oro que Sadyran, su flamante marido, le<br />
había dado como arras durante la emotiva y brillante<br />
ceremonia religiosa que había oficiado el obispo de la<br />
región, junto a dos sacerdotes —uno de ellos el párroco<br />
local que había bautizado a la joven—, y en la que había<br />
cantado un coro de voces verdaderamente angelicales.<br />
Luego, la ayudaron a quitarse el precioso vestido de<br />
boda y los zapatos, forrados de la misma seda natural<br />
del traje. Adéle, que habitualmente prefería no contar<br />
con las doncellas en esos menesteres, aquella noche<br />
aceptó su ayuda porque quitarse ella sola el vestido de<br />
boda, con tantos corchetes y botones, le hubiera resultado<br />
imposible; además, la embargaba la emoción y el<br />
nerviosismo por lo que se aproximaba.<br />
De modo que se revolvía impaciente, dificultando la<br />
tarea de las criadas:<br />
—Vaya, si ya lo digo yo, que estos vestidos tan complicados<br />
no hay quien se los ponga ni quien se los quite.<br />
Con lo cómoda que voy con mi falda de montar y mis<br />
botas o con un sencillo vestido de verano. —Hablaba<br />
atropelladamente.<br />
Alice, la experta doncella que habitualmente atendía<br />
a la duquesa y que la dama había asignado al servicio<br />
de su hija en aquel día tan especial, trataba de calmarla:<br />
—Un poquito de paciencia, querida, que ya estamos.<br />
Un minuto más y estaréis lista...