001-288 Corazon herido.indd - La romántica booket
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—No te creo, tú debes de ser muy mentirosa. Pero, por si<br />
estuvieras diciendo la verdad, como soy un hombre valiente,<br />
me arriesgaré.<br />
No dejaron de bailar en toda la noche. Y cada vez que<br />
los pasos de baile los acercaban, los ojos verdes de Adéle<br />
y los oscuros de Sadyran se encontraban y buceaban en<br />
sus respectivas almas, confirmando ambos que estaban<br />
hechos el uno para el otro y que el destino los había unido<br />
contra todo pronóstico. Un guapo y maduro tesorero<br />
de la remota Brisqul y una hermosa heredera de la casa<br />
ducal más prestigiosa de Francia habían sucumbido al<br />
amor.<br />
34<br />
-<br />
Adéle despertó tarde a la mañana siguiente del trágico<br />
suceso ocurrido durante su noche de bodas y mirando<br />
hacia la ventana comprobó que caía una fina llovizna<br />
que empañaba los cristales y dejaba entrar en la habitación<br />
una tenue luz grisácea.<br />
No sintió ninguna sorpresa y sí algún fastidio, mientras<br />
pensaba:<br />
—¡Uf! Hoy no podré salir a cabalgar. —Y se dispuso<br />
a abandonar el lecho y bajar a tomar el desayuno en<br />
la cocina, lo que había estado haciendo desde los doce<br />
años, pese al disgusto que causaba en su madre: «Una<br />
señorita ha de desayunar en su dormitorio o en el comedor<br />
con su familia, y no con los criados», le reprochaba<br />
continuamente.<br />
Pero ella, libre de convencionalismos, no le hacía<br />
mucho caso. Solía reírse y darle un beso en la nariz, sin<br />
renunciar a hacer su santa voluntad. Y lo mismo pensó<br />
hacer aquel día.