Recursos Tema 6. CD Historia del Arte 2º - Algaida

1) PRESENTACIÓN
El mayor interés de los contenidos conceptuales de esta unidad, desde un punto de vista pedagógico,
radica en su carácter de puente entre el mundo clásico de la Antigüedad y la plena Edad Media.
Es una excelente ocasión para analizar fenómenos de cambio y permanencia, y difusión e intercambio
cultural, tanto en lo que respecta a las formas artísticas como a los conceptos culturales que subyacen
en ellas, y a los elementos contextuales en los que, de forma menos explícita, se enmarca su
interpretación, y aparecen, como evidentes connotaciones del lenguaje artístico.
Por una parte, el mundo clásico va experimentando un proceso de orientalización en lo que respecta a
las ideas, las mentalidades, las formas de la organización política (absolutismo y vinculación del poder
político y el poder religioso), las costumbres religiosas y las formas de expresión artística. Proceso
que empieza a fraguarse en la crisis del siglo III, se potencia en el siglo IV —aún conservando muchos
rasgos del clasicismo— y culmina con el Imperio Bizantino, en cuya cultura hallamos una síntesis de
elementos procedentes del mundo grecorromano y del cristianismo oriental, pero que, en lo referente
al arte, los valores clásicos apenas si se pueden rastrear en algunos elementos de la iconografía.
La arquitectura, de clara raigambre romana hasta finales del siglo V, se va enriqueciendo con las
aportaciones orientales de la Persia Sasánida (recuérdese, dentro de esta cultura, el uso masivo del
ladrillo con técnicas más variadas y flexibles, de la cúpula sobre pechinas y de la desmaterialización
del muro mediante la decoración), hasta culminar en la construcción de Santa Sofía, verdadero hito de
la arquitectura mundial, y en el variado abanico de soluciones que se articulan en el cubrimiento de
espacios con cúpulas. De este mundo de experiencias y de aciertos surgen soluciones que serán
aplicadas también en Occidente hasta la aparición de la arquitectura gótica, sin olvidar la proyección
hacia el arte islámico, tanto en formas como en valores espaciales.
En las artes figurativas asistimos a un fenómeno de transformación más radical, debido sin duda a los
complicados escrúpulos que provoca la imagen en una religión nacida en el entorno del judaísmo, y
que tiene en el Antiguo Testamento uno de sus pilares teológicos.
El orientalismo se hace más evidente desde el principio, así en las formas como en los conceptos que
las sustentan, y aunque en las catacumbas romanas aún se mantienen formas, e incluso temas
iconográficos propios del legado clásico, antes de finales del siglo V se habrán impuesto las fórmulas
icónicas orientales de representación de Cristo, y el mundo bizantino, con sus conflictos sobre las
imágenes, se abrirá plenamente al mundo oriental, mediante una renuncia plena a los valores sensuales
del naturalismo clásico y la asunción de un lenguaje anticlásico, por lo desequilibrado, de fuerte
expresividad espiritual.
Ése será, a su vez, el legado de la cultura bizantina a las artes de la imagen occidentales, cuyos efectos
pueden rastrearse hasta las puertas del Renacimiento.
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