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acera de enfrente aguardaba una pareja esperando, como<br />
yo, para cruzar. No debían de tener ni veinticinco años y<br />
eran verdaderamente guapos los dos. Él la rodeaba por el<br />
hombro con su brazo izquierdo y ella lo abrazaba con el<br />
brazo derecho por detrás de su cintura y el izquierdo por<br />
delante, en una postura realmente incómoda para caminar<br />
salvo que estés pensando en hacerlo de lado. No sólo eran<br />
guapos, también iban muy bien vestidos, quiero decir que<br />
su ropa era estilosa y bonita, no que él fuera con el<br />
esmoquin de James Bond y ella como una especie de<br />
Jackie Kennedy juvenil, para nada. Pero con todo, lo peor<br />
era que él se reía espontanea y ostensiblemente de algo<br />
que había dicho ella y que todo el rato parecían estar<br />
queriéndose mucho y ser muy conscientes de ello. A buen<br />
seguro que en cuanto llegasen a casa harían el amor, este<br />
tipo de parejas nunca folla, sólo hace el amor, durante<br />
horas. Y después se quedarían dormidos muy abrazados el<br />
uno al otro y por la mañana él le llevaría un desayuno<br />
continental a la cama a ella y en todo ese tiempo ninguno<br />
de los dos dejaría de oler a otra cosa que no fuese a Kenzo<br />
o Hugo Boss o Carolina Herrera.<br />
Por si fuera poco, al cruzarnos en la mediana, se detuvieron<br />
un instante para darse un dulce y fugaz beso en los<br />
labios. No pude evitar quedarme mirándoles descaradamente<br />
con la única intención de que se percatasen de lo<br />
enojoso e inapropiado que resultaba ir exhibiendo su felicidad<br />
de forma tan obscena por el mundo. Y más en Nochebuena.<br />
Fue en ese momento cuando se me ocurrió la<br />
brillante idea de crear Patrullas Vecinales Navideñas, inte-<br />
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