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Vocabulario Espírita - Luz Espiritual

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denominadas cielos, es donde han sido colocadas las<br />

moradas de los justos; de ahí las expresiones de «quinto<br />

y sexto cielos» para designar los diversos grados de<br />

beatitud. Pero, desde entonces, la Ciencia ha dirigido su<br />

mirada investigadora hacia las profundidades etéreas y<br />

nos muestra el espacio universal sin límites, poblado de<br />

un número infinito de globos, entre los cuales se<br />

encuentra el nuestro, al cual ningún lugar de distinción<br />

le ha sido asignado y sin que exista para él arriba o<br />

abajo. Al observar el sabio – allí donde le habían<br />

indicado el Cielo – el espacio infinito y los<br />

innumerables mundos por todas partes, y al no<br />

encontrar el Infierno en las entrañas de la Tierra sino las<br />

capas geológicas en que está inscrita su formación en<br />

caracteres irrefutables, comenzó a dudar del Cielo y del<br />

Infierno, y de ahí a la duda absoluta no había más que<br />

un paso. La Doctrina enseñada por los Espíritus<br />

superiores está de acuerdo con la Ciencia. Nada<br />

contiene que repugne a la razón o que esté en<br />

contradicción con los conocimientos exactos. Esa<br />

Doctrina nos muestra la morada de los Buenos, no más<br />

en un lugar cerrado o en las supuestas esferas con que la<br />

ignorancia había rodeado a nuestro globo, sino en todas<br />

partes donde haya Espíritus buenos: en el espacio para<br />

los que están errantes, y en los mundos más perfectos<br />

para los que están encarnados. He aquí el Paraíso<br />

Terrestre y los Campos Elíseos, cuya primera idea<br />

proviene del conocimiento intuitivo que había sido dado<br />

al hombre sobre ese estado de cosas, y que su<br />

ignorancia y sus prejuicios han reducido a mezquinas<br />

proporciones. Ella nos muestra a los malos encontrando<br />

el castigo de sus faltas en su propia imperfección, en sus<br />

sufrimientos morales, en la inevitable presencia de sus<br />

víctimas, castigos más terribles que las torturas físicas<br />

incompatibles con la doctrina de la inmaterialidad del<br />

alma; los muestra expiando sus errores mediante las<br />

tribulaciones de nuevas existencias corporales, que<br />

cumplen en mundos imperfectos y no en un lugar de<br />

eternos suplicios de donde la esperanza haya sido<br />

desterrada para siempre. He aquí el Infierno. ¡Cuántos<br />

hombres nos han dicho: Si nos hubieran enseñado esto<br />

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