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fe “EN LOS CONFINES DEL MUNDO AMARILLO n SI los yanquis no hubieran exterm inado a los indios y si el D estino no nos h u b iera arrebatado a aquel gran pronio. tor de exploraciones audaces, G eorge M arie H a a rd t hubiera podido ofrecernos u n a croi- siére ro tíg e al lado d e la negra y la am arilla, form ando as( los tres colores de su bandera. N o debem os olvidar que fué éste u n gran b elg a; belga nantes» que francés, y que por su sinceridad, su confianza inalterable en el éxito de i. Q uiso el D estino q ue llegara algunos in stan tes antes del aparejam iento de u n paquebote, ex alem án , el (cGencral M elsinger». Y !a m ayor p arte de los films de la icCroisiére Jaune» se salvaron. P a ra contaros todo cuanto quisiera, necesitaría cinco mil líneas por lo menos. Pero algo quiero deciros y em pezaré dirigiéndoos u n a p re g u n ta ; ¿Conocéis el O riente? ¿E l Isla m ? ¿ L a C h in a?... No m e refiero a los s id is q ue consagran su vida de creyentes a las... «prubelles» parisinas ; ni d e los chinos que les cuidan los pies. El verdadero m usulm án, d de las tiendas, el de las ciudades persas, que se acuerda todavía de !a religión de Zoroastro... El' verdadero .chiino, no aquel que encontram os, y a en Singaporc, o en B angkok, o en Ccylán y Saigón, que es y a europeizado, degenerado... No. Vosotros no lo conocéis; tampoco lo conozco yo, ni lo conoció Alberto Londres, q ue decía a sí: icEn las ciudades chinas yo m e sen tab a en el suelo y contem plaba el curso de la vida como lo h aría en otro planeta...» . El chino, industrioso, ligero, callado, de quien M onfreid dijo que tila .sonrisa e s un m uro detrás del cual observa pvir la ras- ^'adiira de sus ojos», el chino do quien el residente de Cam bodgc hablaba a s í :
gendarm es, soldados y fundünarios, que ten ía n la m isión de no d ejar ni u n m om ento en libertad la caravana liasta llegar a O u- roumchl. No escribir nada, no to m ar ni u n cliohé. Rüdai- siem pre, y esto e ra m ucho ya. En O uroum clii, las aldeanas K hisgiustas que habían llcjíado ai recinto del estudio p ara cantar, fueron arrestadas y puestas a ■la \'enta. T uvim os que huir de allí rápida- ■mentc. H u ir a pesar de la llegada dei crudísim o invierno chino, este invierno despiadado que llega a alcanzar tem peraturas de v'uarenta bajo cero, clim a seco, en q ue el cieio perm anece lum inoso y puro. No es solam ente la e stac ió n ; tam bién los hom bres parecen poner obstáculos a los exploradores. .\ m edida que ru ed an nuestros vehículos, nos internam os en el país de la an aiq u ía, en regiones dom inadas por jefes ambiciosos que se h a n rodeado de bandidos V viven casi independientes. Kn K auteliow , m ientras q ue ,‘\n d rée Sau- vage y el operador G eorge Specht trab a a- b;m en los films, los soldados ap u n tan a os cineastas. El m om ento es crítico. Millares {le gente se acercan alrededor de la escena, pero el chofer de u n cam ión, u n ruso, tiene una idea genial, y acordándose de la im portancia q ue u na tarjeta de visita llega a tener en C hina, coge ia suya y la echa al suelo sonriendo. R ealm ente logró su propósito. El efecto fué inm ediato y m aravilloso. A ventura m ás m olesta fué la ocurrida después cuando uno d e los jefes, iletrado, claro, hizo desfilar delante de nosotros tres o cuatro mil hom bres. Al extender la m irada apercibió el aparato fotográfico de Andrée Sauvage, y como era u no de esos hom bres que no dom inan su s im pulsos, no distinguiendo entre u n a cám ara y u n a virgen, trató de a rran c ar el ap arato de las m an o s de S auvage. E ste se defendió silenciosam ente, pero con tesón, y el general, decepcionado ante lal resistencia, quiso apoderarse después del m icrófono o del am plificador. Si Sirei no hubiese tom ado precauciones al presentarse el film, los auditores hubieran percibido unos crujidos q ue seguram ente hubieran interpretado como interjecciones chinas. El país presenta u n aspecto ate rrad o r; ruinas, epidem ias, un cu aren ta por ciento d e m ortalidad infantil... Avanzam os diez y siete'h o ras diarias y las otras siete debemos e star en vela. Los m otores no pueden b ajar .1 m enos de setenta grados, y aun así cuesta m ucho ponerlos en m archa, E l río Am arillo e stá en gran p arte helado. Su hielo puede soportar cargas. Finalm ente, llegamos a u n lu g ar donde están instalados unos m isioneros. Allí hicim os alto para proporcionarnos unos días de descanso. Belgas, Ojos afracHvo§ »opu|ai*fí|ín del V erbo Divino, Schcntistus, alem anes, etcétera, diversas clases de m isioneros con- iviven en aquella colonia. Acogida afectuosa y dulce, como suele serlo siem pre entre esos héroes d e la soledad y los peligros q ue he conocido tan d e cerca en m is lejanos viajes. Acogida preciosa tam bién, porque en las sacristías están escondidas la bencina y las piezas de recam bio. D espués de este reposo bienhechor, bajo el techo de estos hom bres abnegados, el m ejo r día m ártires, tuvim os q ue atrav esar un país m ás agitado. U n país q ue m erecería el nom bre francés de iicontrée que personne ne •veuxjj. A pesar d e esto, ¡q u é r queza, qué fertilidad, pero q ué b a n d id o s! Doscientos d e ellos, em boscados en u n a revuelta dcl río I. .'\marillo, tiran contra los autom óviles, .A fortunadam ente, n u estra am etralladora e.s u na am iga segura. Me hubiera gustado hablaros aquí de la belleza de la M ongolia, sui>erior a los sufrim ientos y a los sobre.saltos ; después hablaros de todas las desgracias de Sauvage en las (damaseriasi), junto al Ü uda vivienle, esperando poder fotografiarle, esperanza defrau d ad a p o r u na m otivada negativa. Fotografiando los lam as, creen ellos que les sa c aría el alm a. ¿E ntonces, qué? Sólu m e queda tiem po p a ra anunoiaro,';: ¡P ek ín , la victoria I Yo ya Jie tvrm inadii la cinta, y sin poder contaras la cu arta p arte de lu que tenía, firmo por obligación. E. ni! K. í í L R 1 N O CONTESTA íí PO EM A Y EPOPEYA DE LA AVIACIÓN F . 1 NO c o n te s ta " . U n film d e Erich ^ I Pom m er, N i m ás ni m enos, P ero de ese E rich P o m m er de «Asfalton, de «R apsodia h úngara». «I. F . i no contesta», nos h a vuelto a las épocas del buen cine. De ese cinem a q ue no necesita de «chansoniers» p a ía ado rn ar la pantalla, «1. F. i no contes. ta», m ágica epopeya de la aviación m oderna. Erich P o m m er h a vuelto. ¿N o os parece eso b a stan te? ¿ N o es dem asiado en estos tiem pos, donde sólo vuelve la opereta y el vals? Erich P o m m er se h a vuelto loco. C uando acabé d e ver uL F . : no contesta», m e parecía que h ab ía soñado. ¿P ero , sería posible? M ás tarde, reconcentrado, pensé que todavía el cinem a tenía un futuro. Y a están los aviones trazando arabescos m últiples en el azul del cielo. Sereno y quieto com o u na eternidad. Y en el espectador—su otro yo en p lata de la pantalla— se adivina e sa ambición de e m u lar a Icaro. D e ser Elli- ssen—m agistral creación de C harles Boyer— . D e sentir la dulce emoción de aterrizar en esa isla flotante núm ero i en m edio de todos los m ares. P ero tam bién en medio de todas las pasio. nes, de todas las bajezas, cil'. F . 1»— esrfuerzo colectivo— h a triunfado. E llise n -^ sfu e rzo individual—h a fracasado. Ei se h a perdido en el infinito laberinto de pequeñas nubes. V h a fracasado en su esperanza—N ora— , ru b ia como u na estrelia. Luego, el espía, la lucha— Erich Pom m er _________________________ loo por loo— . c(I. F. 1» no responde. __________j , ^ ^ ^ Y Ellisen se h a re- C O S M E T I C O m ontado con alas de plata en el azul del cielo, Al lado de N ora, su esperan za rubia. V an al medio del Atlánti- S I n au frag a en la am - d e l o s 0 ) 0 $ ' Barbusse tiene h e r m o s o s un magnífico cuen. lo. Se llam a «¡ Más VENTA EN P E S fU M E B U S allá!». H ay un gran paralelismo entre la llegada de Ellisen a la ni, F. 51 no lo halla en »u ni y el cucnto df. localtd d, «nvle, «n Barbusse. selloi o giro po lal. p eíel.i 4'SO y lo rem lllri p o r cortco Nadie contesta. T an sólo el f i á g i l ruido— en tan ta inm ensidad— de una canoa que se aleja. J. O L I V E R lilla— la esperan C o rie t, S69 za rubia—m ira los dlji-pro.?, la gran B A RC ELO N A rm palizadíi, flaca de obreros, y a tra vés de ellos, la rea. '•idad fantástica. T odo m uerto, con esa e.\presión de l'eliri- dad de la asfi.\ia. I.uego todo comienza. Ellisen h a fracasado nuevam ente. .'\ntcs llegó con sus alas de plata. Le trajo su esperanza rubia. .\b ajo se extendía el m ar h a sta perders(; de vista, azul y pintado de una sola pincelad a por el. sol. V él veía detrás de cada nube un nuevo am anecer. Pero luego— como en el cuento de B ar. busse— todo vuelve a com enzar, «l. F. m triunfa. Ellisen retorna a la aventura. Ahora, sobre las olas de vidrio de u n a costa cualquiera, h ará fracasar a las aves que como él extendieron sus alas de p lata en un afán de triunfo inconseguido. Ellisen ya no se rem o n tará sobre el azul dol cielo. Sus ala s las dejó con aquel abanico caído— como u n a plum a—al lado de Daniélo Parola, Su esperanza, rubia com o u n a estrella. J, O. DK UmiíTA I Ayuntamiento de Madrid P E R F IL D E C A R Y G R A N T o que puso a C'ary (ira n t en cam ino ae ser un gran actor fué su afición J a la electricidad. C ontaba doce üños cuando ideó un aparato p ara producir nuevos efectos de luz en la ilum inación del escenario. A poco se escapó de la casa paterna para irse con la com pañía do acróbatas de Bob Pender, Ij j salió m al la intentona, porque lo pescaron y tuvo que volver, quieras o no, al lado de los suyos, .-\ los quince años de edad volvió a repetir la hazaña, y esta vez su padre delefininó dejarlo. D uran te u n año anduvo de pueblo en pueblo de In g late rra ; pasó después a Nueva Y ork, donde trabajó en el grandioso IIi|^idrom o. D e regreso a In g laterra empleó do> años en cultivar su herm osa voz de barítono. Rcginaid H am m erstein llevóle a Nueva Yoric d e nuevo para presentarlo en «.Amanecer de oro». T ras de haber interpretado varias obras, ingresó en el verano de uj3i en la St. Loiii? R epertoire C om pany, que lo presentó en doce operetas, Al term in ar la tem porada hizo una excursión en autom óvil a Holiywoüd. Allí le uresentaron a varios directivos de la P araniount, quienes le invitaron a visitar el m ismo, donde después de una película de prue. ba que resultó plenam ente satisfactoria, U> contrataron para uno de los papeles en nivela es la nochei). Establecida su reputación dr at'ior .cinematográfico, ha figurado de,'=de entonces fn diversas producciones, entre o tra s: u T u 'a p ara siempre», nE ntre la espada y la pared», (il-a ^’enus rubia», n.Sábodo de juerga». iiiMadam-f- B utterñy»,
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