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REPORTAJES<br />

EQUIVAL - REVISTA ECUESTRE DE LA COMUNIDAD VALENCIANA<br />

El instrumento del que nos servimos –nos relacionamos- en nuestra práctica deportiva,<br />

el caballo, también piensa, aunque de una manera totalmente distinta a la<br />

nuestra y por dos razones fundamentales: la primera porque, como animal, no puede<br />

razonar (carece de lóbulo prefrontal, cerebro pensante) , luego ni tiene sentido<br />

moral ni del tiempo. Segundo, el caballo es la masa transportadora y nosotros somos<br />

la masa transportada. Esto es fácil de entender si reflexionamos o recordamos<br />

situaciones parecidas, como llevar a un niño a hombros o en brazos, por gusto y<br />

también por necesidad. Y la forma de relacionarnos –la comunicación-, como decía<br />

antes, es a través del equilibrio y el tacto. Pero no es el equilibrio de cada día, como<br />

cuando caminamos o corremos en que depende de nuestros pies el apoyarnos en<br />

el suelo y la información que recibimos del mismo es a través de las plantas; sino el<br />

equilibrio a caballo, en el que el “suelo” sobre el que nos apoyamos es móvil, y en<br />

lugar de hacerlo sobre los pies, lo hacemos sobre el culo –lo correcto será sobre los<br />

isquiones- y la información que recibíamos de la planta de los pies ahora la recibimos<br />

a través del culo –o asiento, como se dice vulgarmente-. Lo que mas nos afecta<br />

es la inseguridad por falta de práctica….. y por ser una masa transportada. De ahí,<br />

la necesidad –perentoria- de control.<br />

¿Quién no ha pasado miedo cuando nos han llevado a hombros? ¿Quién no ha<br />

pasado miedo yendo de copiloto en un coche o de paquete en una moto?, y no digamos<br />

¿quién no ha pasado miedo en el avión? El motivo de todos los miedos es,<br />

siempre, el mismo: nos llevan –somos masa transportada-, y no somos nosotros los<br />

conductores –controladores- del vehículo. El problema a caballo, es exactamente<br />

el mismo. Las dos soluciones extremas, porque no necesitan educación –son puramente<br />

instintivas-, son el abandono (porque, o cuando, no hay peligro) por un lado,<br />

y la utilización de la fuerza por otro. En medio está la solución buena, la educada y<br />

que, como dice el CONDE D’AURE:<br />

“Conocer al caballo para montar mejor, y montar para conocerle mejor”<br />

Pero SAN AGUSTIN, que no era caballista pero sí gran conocedor de la naturaleza<br />

humana, al hablar de su relación divina –y que podemos trasladar a nuestra relación<br />

con el caballo-, decía:<br />

Conocerte, conocerme<br />

Que, para nosotros, supondría:<br />

Conocer al caballo, pero también conocernos a nosotros mismos.<br />

Lamentablemente, de la famosa frase del templo de Apolo, en Delfos, sólo se recuerda<br />

la primera parte y que, toda ella, nos sirve como caballistas, desde el debutante<br />

hasta el experto:<br />

Conócete a ti mismo. Nada en exceso.<br />

Seguiremos hablando del caballo y del caballista. Paz

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