Las señales inequívocas - Juventud Rebelde
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Controversia<br />
En saludo al Día del campesino,<br />
proponemos un «clásico» tomado del libro<br />
Mermelada Jape, en proceso de edición.<br />
por JAPE<br />
QUIEN no conoce a Luis, el mayor de los Álvarez,<br />
no conoce a nadie en Vacamocha. Se lo<br />
digo yo, que he vivido más años que cualquiera<br />
en este lugar.<br />
No había guateque en el pueblo, y en 30 kilómetros<br />
a la redonda, donde no estuviera con su<br />
laúd en bandolera. El Arriero enamora'o, así se<br />
hacía llamar. Según él «un nombre artístico para<br />
atraer a las guajiras».<br />
Dicho sea de paso, no solo era alarde, sino<br />
la puritica verdad: hembra que Luisito le echara<br />
el ojo, podía contarse de antemano como una<br />
más en la inmensa lista de conquistas que tenía<br />
el cantor. En la música, su especialidad era la<br />
controversia. Décima tras décima entretejía su<br />
poesía llena de metáforas y fantasía —caray, si<br />
casi saco una cuarteta.<br />
¡Qué clase de muchacho!; aunque para ser<br />
sincero, no fue esto que antes dije lo que hizo<br />
ganar al Arriero tan reconocida fama. Fue por lo<br />
de la controversia con Euclides, en la finca del<br />
viejo Vasque...<br />
Aquella tarde se casaba Dolores, la más chiquita<br />
de las hembras del viejo, y como es natural<br />
se formó tremendo guateque. De más está<br />
decir quién fue el primero en aparecer con el<br />
laúd dispuesto. Después, como por casualidad<br />
llegó Euclides, que se hacía llamar el Sinsonte<br />
de Vereda. Digo como por casualidad, porque<br />
Euclides hacía poco se había mudado para<br />
Vacamocha y no acostumbraba a fiestar mucho.<br />
Quizá por su reciente matrimonio o por la poca<br />
confianza que tenía con los guajiros del pueblo.<br />
No obstante, allí estaba, acompañado de su<br />
joven esposa y su espléndida guitarra. Aahh...<br />
casi lo olvidaba..., el Sinsonte de Vereda también<br />
tenía fama de buen cantor.<br />
La tarde estaba bella como la novia, y en cuanto<br />
terminó la ceremonia nupcial, comenzó el convite.<br />
La buena comida y la abundante bebida trajeron<br />
por sí solas el grito del afortunado novio.<br />
—¡¿Quién pone la música en esta fiesta!?<br />
No había terminado la pregunta y ya el Arriero<br />
estaba en el «limpio» reservado para los trovadores.<br />
Cantó un par de tonadas y retó a la<br />
concurrencia:<br />
— ¿Nadie quiere «controversiar»?<br />
Nadie salió. No más se escuchó una voz<br />
que dijo:<br />
— Euclides, tira un cantaíto ahí con el compay.<br />
Al principio se resistió un poco, pero alentado<br />
por otros y por el propio Luisito, el Sinsonte<br />
de Vereda salió al ruedo guitarra en mano.<br />
La controversia se desarrollaba con un gran<br />
nivel de improvisación. En cada turno consumido<br />
por los cantores se hacía mayor la disputa,<br />
que, aunque bastante pareja, daba cierta ventaja<br />
al Sinsonte.<br />
En la medida en que avanzaba el amistoso<br />
encuentro era más evidente la superioridad de<br />
Euclides. El Arriero se veía apocado y sus mejillas<br />
se hacían cada vez más rojas. Cuando<br />
parecía que iba a explotar, tras una magnífica<br />
rima de su contrincante, el mayor de los Álvarez<br />
interpretó cuatro versos que dejaron a todos<br />
sorprendidos:<br />
En las mañanas Euclides,<br />
cuando vas a trabajar<br />
yo me acuesto en tu cama<br />
a dormir con tu mujer...<br />
De pronto hubo un silencio escalofriante, luego<br />
hubo risas que se convirtieron en choteo:<br />
—¡Eso no pega! —gritaron desde el público—,<br />
y el propio Euclides dijo a su colega...<br />
—¡Compay, eso no tiene rima!<br />
El Arriero enamora'o sonrió, volvió a tomar su<br />
laúd, introdujo una tonada y se dejó escuchar...<br />
Tienes razón al decir<br />
que no hay rima en lo que canto<br />
y que te llena de espanto<br />
oír esa necedad;<br />
y es que, colega, mi canto<br />
no rima, pero es verdad...<br />
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