La voluntad se ejercita - Juventud Rebelde
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juventud rebelde LECTURA 11<br />
DOMINGO 23 DE NOVIEMBRE DE 2008<br />
por CIRO BIANCHI ROSS<br />
ciro@jrebelde.cip.cu<br />
SE dice que cuando, en octubre de 1774, el rey Carlos III de España<br />
fue informado de que <strong>se</strong> había dado por concluida la construcción<br />
de la fortaleza de <strong>La</strong> Cabaña, a la entrada de la bahía<br />
habanera, pidió un catalejo porque, a<strong>se</strong>veró el monarca, obra tan<br />
grande y tan costosa, y tan demorada en el tiempo, tenía por fuerza<br />
que ver<strong>se</strong> desde el balcón de su palacio de Madrid.<br />
<strong>La</strong> anécdota, cierta o no, sirve de ba<strong>se</strong> al doctor en Ciencias<br />
Gustavo Placer Cervera para reflexionar, en una nota aparecida en<br />
el número más reciente de la revista Sol y Son, sobre cuánto costaron<br />
a España los castillos de <strong>La</strong> Habana.<br />
<strong>La</strong> cifra exacta no <strong>se</strong> conocerá nunca, anticipa Placer Cervera,<br />
investigador de Historia Naval y Militar del Instituto de Historia<br />
de Cuba. Precisa: «<strong>La</strong> información de que <strong>se</strong> dispone es<br />
incompleta y ambigua. Y no puede olvidar<strong>se</strong> que está <strong>se</strong>sgada<br />
por la corrupción y el estilo burocrático de la época. Aunque<br />
estos factores conducen a la incertidumbre, los historiadores<br />
<strong>se</strong> han empeñado en conocer la verdad o al menos, aproximar<strong>se</strong><br />
a ella».<br />
Alude el historiador en su nota al llamado «situado», que era<br />
el dinero que, por real orden, enviaba todos los años a la Isla el<br />
virrey de México a fin de financiar la construcción de fortificaciones.<br />
Es sobre la ba<strong>se</strong> del cómputo del «situado» que <strong>se</strong> ha<br />
podido conocer el costo aproximado de algunas de aquellas obras.<br />
Así, las murallas habaneras consumieron, entre 1674 y<br />
1761, entre un millón y medio y dos millones de pesos fuertes<br />
del «situado», en tanto que <strong>se</strong> calcula que la reconstrucción del<br />
castillo del Morro —muy dañado por el ataque inglés de<br />
1762— y la construcción de San Carlos de la Cabaña, el hornabeque<br />
de San Diego, próximo a ella, y de los castillos de Atarés<br />
y del Príncipe, obras que <strong>se</strong> acometieron entre 1763 y<br />
1789, tuvieron en conjunto un costo superior a los <strong>se</strong>is millones<br />
de pesos fuertes, de los cuales <strong>La</strong> Cabaña <strong>se</strong> tragó la<br />
mayor parte: tres millones y medio de pesos.<br />
Un dato llamativo ofrece el doctor Placer en su página. Desde<br />
1763 hasta 1800, el «situado» enviado por México a Cuba, alcanzó<br />
el monto fabuloso de 130 millones de pesos fuertes.<br />
Apunta el historiador al respecto: «Esta cifra supera con creces<br />
las remisiones a cualquier otra po<strong>se</strong>sión española, e incluso<br />
a la propia España que durante esos años recibió de México<br />
casi cien millones de pesos fuertes, es decir, treinta menos que<br />
Cuba».<br />
Entonces tenía razón Carlos III al insinuar que <strong>La</strong> Cabaña<br />
debía ver<strong>se</strong> desde Madrid. Y tienen razón igualmente los españoles<br />
cuando, ante una pérdida, por cuantiosa que <strong>se</strong>a, exclaman:<br />
¡Más <strong>se</strong> perdió en Cuba!<br />
HOTELES DE ANIVERSARIO<br />
Tres emblemáticos hoteles de <strong>La</strong> Habana celebran este año<br />
aniversarios cerrados. El hotel Sevilla cumplió cien años de fundado,<br />
el hotel Victoria festejó sus ochenta años y el hotel Presidente<br />
conmemorará pronto su apertura, hace también ocho<br />
décadas. Pronto el hotel Plaza (3 de enero) llegará a su centenario.<br />
Pero de eso hablaremos oportunamente.<br />
El Sevilla fue el primer gran hotel de lujo con que contó la capital.<br />
Por varias etapas transitó desde su fundación. Sus propietarios<br />
originales, españoles, lo vendieron en 1924 a una compañía<br />
norteamericana que también administraba el Hipódromo y el<br />
Casino Nacional y <strong>se</strong> empeñó en hacer de <strong>La</strong> Habana el Montecarlo<br />
de América. En 1939 quedó en manos de Amleto Battisti,<br />
uruguayo de origen italiano, cabeza de una de las cuatro familias<br />
del imperio mafioso de <strong>La</strong> Habana, que lo convirtió en uno de los<br />
Papelitos<br />
paraísos habaneros de los juegos de azar. Don Amleto, que controlaba<br />
el tráfico de heroína hacia los EE.UU., abandonó su hotel<br />
el mismo día del triunfo de la Revolución para refugiar<strong>se</strong> en la<br />
embajada uruguaya. Como equipaje llevaba varias maletas grandes<br />
cargadas de dinero.<br />
Es un hotel muy vinculado a la cultura. Allí <strong>se</strong> alojaron Jo<strong>se</strong>phine<br />
Baker, Imperio Argentina y Libertad <strong>La</strong>marque. Lola Flores,<br />
Tongolele, Tin Tan y Pérez Prado. Hugo del Carril y Jorge Negrete.<br />
El pintor David Alfaro Siqueiros, que pagó su estancia con un<br />
mural que ya no existe, y el astro del ajedrez José Raúl Capablanca…<br />
En el Sevilla transcurre parte de la trama de Nuestro<br />
hombre en <strong>La</strong> Habana, una de las novelas más conocidas de Graham<br />
Greene, que fue también huésped de la instalación, como lo<br />
fueron Georges Simenon, el creador del inspector Maigret, y Ernest<br />
Hemingway, que comenzó a escribir en una de sus habitaciones<br />
Por quién doblan las campanas. En e<strong>se</strong> hotel <strong>se</strong> alojaron<br />
asimismo Caruso y Rubén Darío. Y Mary Pickford. Por eso el coctel<br />
emblema de la casa lleva el nombre de «<strong>La</strong> novia de América»<br />
(con este apelativo también <strong>se</strong> distinguió, posteriormente, a Libertad<br />
<strong>La</strong>marque).<br />
El hotel Victoria fue en sus orígenes una casa de huéspedes.<br />
Discreto, elegante, íntimo y acogedor, es el más antiguo establecimiento<br />
hotelero del Vedado. Un hombre tan exquisito, arisco<br />
y difícil como el español Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel<br />
de Literatura, lo escogió para su estancia habanera entre 1936<br />
y 1939, y allí acopió Lezama Lima entonces el material para su<br />
célebre Coloquio con el poeta de Platero y yo. Otra Premio<br />
Nobel, la chilena Gabriela Mistral, fue también su huésped. El<br />
gran compositor ruso Sergei Prokofiev <strong>se</strong> alojó en el Victoria y<br />
su terraza fue escenario de la ardua entrevista que sostuviera<br />
con Federico García Lorca, impresionado con la música trepidante,<br />
de ritmos incisivos y vivas aristas del autor de Visiones<br />
fugitivas, a quien solo en <strong>La</strong> Habana pudo escuchar en vivo.<br />
Los propietarios del Presidente pidieron, en 1928, a Gerardo<br />
Machado que inaugurara el hotel. No cortó el dictador entonces<br />
la cinta tradicional, sino que abrió la puerta principal de la instalación<br />
con una llave de oro. Era en esa fecha, con sus diez<br />
plantas, uno de los edificios más altos de <strong>La</strong> Habana. Hace<br />
muchos años que dejó de <strong>se</strong>rlo, pero los colores bermellón y<br />
beige de su fachada lo hacen perfectamente identificable en la<br />
trama de la ciudad.<br />
El Presidente es <strong>se</strong>de de los festivales internacionales de<br />
ballet de <strong>La</strong> Habana. Allí pasó su estancia en la Isla el gran ensayista<br />
argentino Ezequiel Martínez Estrada, que escribió en e<strong>se</strong><br />
hotel los textos que juntó luego en su libro En Cuba y al <strong>se</strong>rvicio<br />
de la Revolución. El portugués José Saramago, Premio Nobel de<br />
literatura, <strong>se</strong> hospedó en el hotel Presidente en 1992.<br />
LOS GALLOS MENDIETA<br />
Con motivo de la crónica A punta de espuela, del pasado 26<br />
de octubre, una lectora residente en el exterior me hizo llegar<br />
una curiosa y emotiva página que transcribo a continuación.<br />
Dice:<br />
Aunque es ingénito en el gallo pelear hasta la muerte, los criadores<br />
<strong>se</strong> dan a la tarea ardua de tratar de con<strong>se</strong>guir una cría única,<br />
superior a las demás, de donde sacar el peleador invencible.<br />
Son muchas las cualidades que requiere e<strong>se</strong> ideal: valentía sin<br />
límites, fortaleza, resistencia, tamaño, belleza… E<strong>se</strong> arquetipo no<br />
ha sido con<strong>se</strong>guido aún. Lo cierto es que cuando <strong>se</strong> logra una de<br />
esas virtudes, o varias, junto a ellas aparecen los defectos, que<br />
de por sí opacan la brillantez de lo alcanzado. Ahí tenemos como<br />
ejemplo el caso de los «mendieta», considerados, sin exageración,<br />
los gallos más finos del mundo.<br />
El coronel del Ejército Libertador y ex presidente de la República<br />
Carlos Mendieta y Montefur (también conocido como «El hombre<br />
del traje blanco» por su afición a e<strong>se</strong> color) <strong>se</strong> propuso lograr<br />
el gallo modelo. Su propensión a lo albo lo llevó a concentrar su<br />
búsqueda en los animales de esa cualidad. Encontró lo que ansiaba.<br />
Cada uno de sus gallos y gallinas tenía esa tonalidad o, cuando<br />
más, eran canelos. Consiguió Mendieta el prototipo del valor y<br />
de la belleza; pero sus gallos ganaban y perdían como cualquier<br />
otro. ¿Por qué, si la fiereza es la gracia más preciada en los gallos<br />
y «los mendieta» precisamente rebasaban esa cualidad? <strong>La</strong> respuesta<br />
es bien <strong>se</strong>ncilla: el cruce y recruce entre ejemplares de la<br />
misma familia alcanzó —por un lado— la valentía y el color de<strong>se</strong>ados,<br />
pero a un costo elevado: degeneraron en tamaño y en resistencia.<br />
Ellos son, en proporción de su peso, más pequeños que sus<br />
adversarios; y si de rebatida <strong>se</strong> trata (punto en que los dos tiran<br />
al mismo tiempo) por regla general caen abajo con todas las de<br />
perder. Si la pelea <strong>se</strong> alarga y las heridas y la pérdida de sangre<br />
son muchas, por muy bien cuidado y alimentado que esté el<br />
«mendieta», su organismo dará muestras de innegable flaqueza,<br />
que lo pondrá en desventaja por mucho esfuerzo que realice y por<br />
mucho ardimiento que muestre.<br />
A lo anterior, sin embargo, tenemos que oponer las realidades<br />
objetivas: la calidad superior de la que son portadores. Puede<br />
catalogar<strong>se</strong> de venturoso el criador que haya con<strong>se</strong>guido una<br />
gallina o pollona de esas; y decimos hembra porque, que <strong>se</strong>pamos,<br />
ningún animal macho salió de la gallería de Mendieta con<br />
destino a otra. En eso, el coronel fue verdaderamente estricto.<br />
Mantenía los jaulones cerrados con candados y la llave de cada<br />
uno la guardaba en lugar <strong>se</strong>guro.<br />
Recordemos la jornada del 25 de diciembre de 1950. Gran<br />
Fiesta del Pollo en la valla Habana, de Vía Blanca y Diez de Octubre.<br />
En la jaula No. 1, canelo de Mendieta. En la No. 2, indio de<br />
Bringuier.<br />
Levantan los huacales. El canelito —sí, en diminutivo, eso es<br />
lo que siempre parecen ellos frente a sus rivales— parte veloz en<br />
busca de su enemigo. Aquel cierra su pico sobre la blanca pluma<br />
y a<strong>se</strong>sta brutal picada que lanza al «mendieta» casi contra la<br />
tabla. No ha caído aún en el a<strong>se</strong>rrín y malherido, pero todavía más<br />
impetuoso va en busca de su contrario. Vuelve el Goliat a propinarle<br />
fantástico golpe al David, que lo arroja, tinto en sangre, a<br />
casi dos varas de distancia. Allí <strong>se</strong> sacude y reemprende su acometida.<br />
¡Nada! El «bringuier», gallo <strong>se</strong>reno, bueno, especial desde<br />
el pico hasta la punta del rabo, no pierde su posición y cada vez<br />
que el pequeño rival <strong>se</strong> le encima lo flagela inclemente con sus<br />
patas y sus espuelas.<br />
El canelito es un amasijo de punzantes heridas y plumas<br />
ensangrentadas. Sin embargo, todo parece indicar que cada<br />
puñalada que recibe le hace acrecentar su coraje. Ahí viene como<br />
una exhalación. El indio estira su pico, mas esta vez no acierta.<br />
¡Ha errado el tiro! El canelo <strong>se</strong> le «abraza» clavando férreamente<br />
sus mandíbulas sobre la vestimenta negra y tira y tira y vuelve a<br />
tirar sin soltar la odiada pluma. Es algo increíble cómo este pequeño,<br />
que casi le cabe entre las patas a su oponente, sangrando<br />
por una y mil desgarraduras, no da cuartel… ¡ni lo pide! ¡Nadie<br />
juega, nadie apuesta, todos son ojos ante esta magnificencia de<br />
valentía inconcebible! ¡Ahí está infligiendo una picada terrible, única,<br />
y el indio <strong>se</strong> retuerce en violentas convulsiones con la nuca<br />
destrozada! ¡Está muerto!<br />
Carlos Mendieta y Montefur, coronel del Ejército Libertador, ex<br />
presidente de la República, el caballero de voz y ademanes pausados,<br />
el pensante médico, perdido todo el recato y moderación<br />
que su personalidad e historial exigen, <strong>se</strong> sube a un taburete, agita<br />
los brazos con los puños extendidos y estruja en uno de ellos,<br />
como si fuera un trapo, su valioso sombrero jipijapa.<br />
Rojo como un tomate, vocifera a voz en cuello la misma fra<strong>se</strong><br />
de triunfo que tantas veces gritó en los campos de batalla luego<br />
de haber salido vencedor de un combate por la libertad de la<br />
patria: «¡Viva Cuba Libre! ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva Cuba Libre!».