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La solución cómoda<br />
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producimos niños dóciles <strong>en</strong> cautiverio. Es muy fácil decir que se necesita<br />
<strong>un</strong>a aldea para criar a <strong>un</strong> niño, pero <strong>en</strong> la práctica nos comportamos como si<br />
bastara <strong>un</strong>a pastilla.<br />
A esta supresión de la infancia por medio del Ritalín, Breggin la llama “el<br />
chaleco de fuerza químico”. Pero hay miles de otras maneras por las cuales el<br />
niño es presa de nuestro afán de comodidad y dominio. Lo más chocante son<br />
los atropellos y el maltrato que sufr<strong>en</strong> los niños, no por parte de extraños o de<br />
delincu<strong>en</strong>tes declarados, sino a mano de sus propios padres y <strong>tu</strong>tores, personas<br />
“normales” que pierd<strong>en</strong> el control y revi<strong>en</strong>tan cuando las cosas no sal<strong>en</strong> como<br />
quier<strong>en</strong>.<br />
Igualm<strong>en</strong>te aterrador es el número de mujeres que se somet<strong>en</strong> a abortos<br />
provocados porque el embarazo estorba otros planes que ti<strong>en</strong><strong>en</strong>. Según <strong>un</strong><br />
artículo publicado por el British Medical Journal <strong>en</strong> 1996, <strong>en</strong> alg<strong>un</strong>as partes de<br />
Europa (y sin duda también <strong>en</strong> los Estados Unidos de América) las cosas han<br />
llegado a tal p<strong>un</strong>to que alg<strong>un</strong>as mujeres decid<strong>en</strong> abortar únicam<strong>en</strong>te porque la<br />
fecha del parto podría interferir con las vacaciones ya previstas.<br />
Esta acti<strong>tu</strong>d no es del todo sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te. Como señala Foerster <strong>en</strong> su clásico<br />
Basics of Education, (F<strong>un</strong>dam<strong>en</strong>tos de la educación), la “civilización” contemporánea<br />
ha suavizado nuestra exist<strong>en</strong>cia a tal p<strong>un</strong>to que pocas personas están<br />
a la al<strong>tu</strong>ra de las demandas que les plantea la vida —ni que hablar de dolor,<br />
sufrimi<strong>en</strong>to, trabajo duro, sacrificio. “Sucumb<strong>en</strong> inermes a sus golpes… No<br />
sab<strong>en</strong> cómo manejar la frustración; <strong>en</strong> lugar de usarla para <strong>un</strong> fin constructivo,<br />
la percib<strong>en</strong> como algo que los oprime y exaspera.” Y añade que esos mismos<br />
contratiempos, que a nuestros abuelos y bisabuelos sirvieron para v<strong>en</strong>cer los<br />
reveses de la vida, hoy bastan para mandar al desarraigado hombre moderno al<br />
hospital psiquiátrico. O, como ya vimos, a la cárcel o la clínica de abortos.<br />
Hemos visto el estado lam<strong>en</strong>table de nuestra cul<strong>tu</strong>ra, y no ha de asombrarnos<br />
que, <strong>en</strong> el siglo veinti<strong>un</strong>o, t<strong>en</strong>er <strong>hijo</strong>s y educarlos costará <strong>un</strong> trem<strong>en</strong>do<br />
esfuerzo. Pero no nos asustemos. Mi<strong>en</strong>tras sigamos esquivando nuestras obligaciones<br />
y responsabilidades, derrochamos los mom<strong>en</strong>tos más importantes <strong>en</strong><br />
<strong>En</strong> Peligro