Aldaba_33_agosto_2013
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“era necesario corregir esas faltas y que los marchantes<br />
hagan por sí las posturas en las subastas”. Contó con el<br />
apoyo del concejal Sr. Martínez Espejo. El Alcalde, por<br />
su parte, prometió informarse totalmente del asunto e<br />
imponer, si fuese preciso, los correctivos correspondientes.<br />
Lo mismo ocurriría al año siguiente, cuando ante otra<br />
reclamación el Ayuntamiento acordó que “la Comisión de<br />
Abastos informase con todo rigor sobre “los servicios de<br />
los matarifes y del Propio Matadero público”.<br />
En cuanto al personal, tenemos varios casos que<br />
nos informan sobre su situación, sus circunstancias,<br />
avatares, etc., incurriendo a veces casi en el nepotismo,<br />
como vemos que ocurrió en 1912 cuando Manuel Pulido<br />
Hermoso exponía que “por su avanzada edad no puede<br />
seguir ejerciendo el cargo de tablajero en la Carnicería<br />
Fachada de la antigua Cárcel y Cabildo, actual Ayuntamiento.<br />
pública”. Igualmente solicitaba poder traspasar su cargo<br />
a su hijo Bernardo Pulido Cruz, al igual que el tajón que<br />
regenta. Su doble solicitud fue complacida 3 .<br />
Las carnicerías<br />
De largo el ramo más numeroso dentro de los<br />
comercios; en el Mercado de Abastos eran numerosas las<br />
que estaban allí establecidas. Conocemos muchos casos<br />
de las que se solicitaron (que ahora veremos) y de otras<br />
que se traspasaron (las veremos en un apartado posterior).<br />
El ver las peticiones y concesiones nos permite conocer<br />
con mayor claridad la disposición espacial de los distintos<br />
puestos y los lugares donde se asentaban.<br />
En mayo de 1890 vemos como se presentó una<br />
solicitud por parte de Antonio Dutor y Antonio<br />
Moreno para que se les concediesen dos tajones<br />
(comercios) de venta de carne en la Carnicería pública<br />
o, si no era posible, fuera de ella. Su solicitud<br />
fue denegada “por no haber sitio en la Carnicería<br />
pública y fuera de ella por pasadas experiencias,<br />
en las que la falta de control hizo que se vendiese<br />
carne con viruela, lo que hizo que se extendiese<br />
más la epidemia”. Un mes más tarde Ignacio García<br />
Huesa solicitaba autorización “para poner en la<br />
plaza de abastos un puesto para la venta de carne<br />
y de aves”. Para lo primero se le denegó pero sí se<br />
le autorizó para la venta de aves y sus productos.<br />
Un par de meses después Antonio Molina Ruiz<br />
pedía permiso “para poner una caseta igual a las<br />
puestas frente a la Casa Capitular en el puesto en<br />
el que tenía su puesto de tocino en la Plaza”. Se le<br />
concedió la licencia. Poco después Rafael Torres<br />
Ortega solicitaba “el tajón de matarife vacío en la<br />
Carnicería pública”. Su petición fue “congelada”, es<br />
decir, se dejó en suspenso. Relacionado con las aves<br />
fue el negocio que solicitó que se autorizase Alberto<br />
Guzmán “para poner una caseta de madera para la<br />
venta de huevos”, petición que fue aprobada 4 .<br />
En 1893 Juan Degas Navas solicitaba<br />
permiso “para poner un tajón de ganado lanar,<br />
cabrío y vacuno en la Plaza o en la Tranquera”.<br />
La Corporación accedió a su solicitud, pero la<br />
supeditó a dos condiciones, “que cumpla las exigencias<br />
de Abastos y Sanidad y que se maten sus<br />
reses en el Matadero público”. Años más tarde<br />
Antonio Muñoz, propietario de un puesto de<br />
venta “de matanza de cerdo en fresco y salado<br />
en la Plaza pública”, pedía que se le trasladase a<br />
otra ubicación ‘‘más saludable, donde están los<br />
otros puestos del gremio”. Otro, José Olid Luque,<br />
en 1909, solicitaba el permiso pero esta vez para<br />
establecerse en una caseta de madera por bajo de<br />
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