Aldaba_33_agosto_2013
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en cal y mortero, con zócalo de “chino proyectado” (figuras 13 y 14)- se han expandido cual mancha de aceite contaminante<br />
hasta hacernos dudar acerca de si nos encontramos en un pueblo de la campiña giennense o, por el contrario, en<br />
uno de la Alpujarra granadina.<br />
En este tipo de espacios o inmuebles, merecedores de singular tutela y protección, nos encontramos con situaciones<br />
absolutamente increíbles, cuya sola evidencia debería poner en marcha, de oficio, la maquinaria de la Administración<br />
competente –municipal, autonómica o estatal- en materia de cultura. Y sin embargo lo sorprendente, y obviamente<br />
decepcionante a la vez, es que no sólo no es así sino que, incluso, en determinadas ocasiones, es ella la que contribuye<br />
al daño. Así podemos observarlo en la singular zona del antiquísimo barrio de la Almedina, donde, por ejemplo, destaca<br />
un torreón minado por intervenciones indecentes (figura 15) o lienzos de muralla coronados de inaceptables terminaciones<br />
(figura 16) o con restos de sorprendentes materiales ¡de cocina! (figura 17). La mera incursión de una mente<br />
sensible o inquieta, de un político o de un técnico –que ha de asesorar a éste- por la calle Almedina le haría reconocer<br />
de inmediato la posibilidad de ofrecer un nuevo recorrido turístico –a añadir a los ya consolidados- que circundara este<br />
singularísimo enclave de la antigua fortaleza allí situada. No descubrimos nada si decimos que el turismo se ha revelado<br />
en estos tiempos de crisis como una estable fuente de ingresos. ¿Por qué no aprovechar nosotros esta corriente en lugar<br />
de seguir avanzando en esta deriva hacia la nada iniciada ya hace demasiado tiempo? En la actualidad, por el contrario,<br />
este recorrido es un camino plagado de despropósitos, dejadez e insalubridad, como puede comprobarse en las imágenes<br />
con las que ilustramos nuestras palabras (figuras 18, 19 y 20). El problema es que, por desgracia, no estamos ante hechos<br />
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