Miradores 3° Edicion

R E C I C L A R / R E C Y C L E
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Reciclar es reutilizar, poner en
valor una cosa que lo ha perdido,
ya sea con un mismo objeto o
con un objeto diferente,
cambiándole el aspecto, siendo
lo misma pero diferente. La
misma civilización en la que nos
desenvolvemos está compuesta
de fragmentos de otras
civilizaciones y nuestra historia,
como muchas otras, sopesa esa
barrera del olvido que se nos cae
encima cuando tiembla y el
mundo físico se nos resquebraja.
La historia, de pronto, comienza
de nuevo, la creación se impone
al recuerdo, donde antes había
una casa patronal ahora hay una
plaza de vetustos árboles y
encumbradas palmeras, aquel
puente que cruzaba el río son
aquellos dos montículos que le
desvían el curso. Con el pasar de
los años y de las generaciones el
ciclo –de estos fenómenos
impredecibles- se repite tantas
veces como lo ha sido el fallecer
y renacer de pueblos y ciudades.
Chile es un país en continuo
reciclaje, no hay expresión más
propia que aquella que resurge
de los escombros con esa idílica
fortaleza del perdurar para
siempre hasta que se vuelva a
caer, porque aquí nada dura hasta
siempre, lo sabemos y es nuestro
afán e idiosincrasia hacer de la
destrucción un motivo para
convertirnos en otro.
Valparaíso es una de estas
ciudades recicladas. Los changos,
los primeros en habitarla, la
llamaron Alimapu, tierra que se
quema –curioso apodo que se
nos reitera en el cotidiano vivir
en este lugar. Los españoles,
que luego de las llamas los
sucedieron, la rebautizaron, y
aunque su fecha de fundación
se confunde en la memoria sin
testigos, la edificaron con
ranchos de adobe, piedra y
madera, sobre un llano que
apenas pendía sobre el mar y
del que poco y nada se sabía
más que su posición estratégica
para recalar las embarcaciones
y resguardarse de vientos y
mareas. Su nombre, que
rememora una cercanía ignota
del Olimpo, forma parte de la
ruta interoceánica de navegantes
y parada obligada luego de la
travesía del Cabo de Hornos. La
ciudad crece, se magnifica, se
empodera y forma parte del
botín de piratas que la asedian,
la incendian y la destruyen;
esta suerte de tragedia la hace
volverse más robusta, las
piedras caídas ahora forman
sendos murallones donde
posan las baterías de cañones y
las vigas desprendidas mástiles
para los acorazados que la
vigilan.
Los temporales han encallado
numerosos barcos, no hay forma
de sacarlos de su entierro,
comienza el desarme, el lastre de
piedras pavimenta las calles y
erige muros de contención, la
coraza sirve para revestir las
casas mientras que la carcaza le
da fuerza y flexibilidad a la
estructura de los edificios de la
nueva comandancia. Y como
nada se puede perder mientras
sea utilizable, el mástil iza otra
bandera, de las velas se hacen
lonas para carretas, el timón
figura flamante tras la barra del
primer bar de la ciudad, en los
camarotes se acuestan los
mendigos que acoge la iglesia y
los instrumentos de medición
son utilizados por los ingenieros
que proyectan la escollera del
puerto. Por las tardes los niños se
lanzan piqueros de la proa que al
alba acoge a pescadores y a
amantes trasnochados que
observan montañas nevadas que
se elevan del mar.
El auge de esta parada del
Pacífico atrae a otros inmigrantes
que, encantados por el fruto de
este ostión del sur del mundo,
reciclan los progresos
industriales de sus países de
origen, inventando carros que se
desplazan por los cerros,
locomotoras que modifican la
velocidad del tiempo, máquinas
que repiten movimientos
humanos, herramientas que
permiten materializar la fantasía
de la imaginación. Los primeros
recicladores de la ciudad se
vuelven en su contra dándole
destrucción; las bolas de sus
cañones pronto serán
transformadas en los
rodamientos de un movimiento
que no cesaría de crecer ni de
acrecentar los sueños de
grandeza expandidos por los
cerros que conforman el
anfiteatro de la bahía.
To recycle is to reuse. Revalue
something that has lost its value.
With the same or other objective,
changing its aspects to be the
same but different.
Our civilization is composed of
fragments of older civilizations.
Our history show us our
forgotten memories when shakes
the earth and our physical world
crumbles.
Suddenly, the history starts again.
Creation imposes the memory;
where before there was a manor
house, there is now a square with
old trees and lofty palms and the
old bridge is now two mounds
that divert the river course.
Year by year and generation by
generation the cycle, of these
unpredictable phenomena, is
repeated as many times as the
death and reborn of towns and
cities.
Chile is a continuous recycle, it
reborn from debris with the
idyllic fortress of lasting forever,
until it falls again. Here nothing
last forever, we know it, and is
our idiosyncrasy to use the
destruction to transform us into
other thing.
Valparaiso is one of these
recycled cities. The 'Changos',
their first inhabitants, called it
'Alimapu' that mean land that is
burned; curious nickname that is
reiterated in the daily live of this
city. After the 'Changos' the
Spanish arrived, and although
that date is confused in the
memory, they renamed the city.
They built it with adobe huts,
stone and wood on a valley
suspended over the sea, from
which nobody had information
more than its strategic location
for the vessels arriving and
shelter from winds and tides.
Its name is part of the
interoceanic route of sailors and
a compulsory stop after the
'Cabo de hornos' crossing.
The city grows, is magnified, is
empowered and is part of the
booty of pirates, which besiege,
burn and destroy it.
This kind of tragedy make robust
the city, the fall stones are now
big walls, which support canyons
and detached beams.
The storms have run aground
numerous ships, there is no way
to get them out of their burial, so
they are disarmed.
The ballast stones are used for
pavement the streets and making
contention walls. The armour is
used for houses coating, while the
shell gives strength and flexibility
to the headquarters' building
structure.
As nothing can be lose, the mast
hoisted another flag. Tarpaulins
for carts are made from the sails;
the rudder look brilliant on the
first bar of the city; in the
staterooms sleep the beggars
hosted by the church, and the
measure instruments are used by
the port engineers.
In the evening, children jump into
the water from the prow, same
that in the sunrise receives
fishermen and sleepless lovers.
The boom of this stop of Pacific
Ocean brings more immigrants,
which, delighted by this place,
recycle the industrial progress of
their countries. Then they invent
carts that move up to the hills;
locomotives that modify the time
velocity, machines that repeat
human movements, and machines
that allow materialize the
imagination's fantasies.
The first city recyclers turn
against for giving them
destruction. The balls of their
canyons will be turned into
bearings of movements. This
won't stop growing and feed the
greatness dreams scattered by
the hills that conform the bay's
amphitheatre.
Revista Miradores